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3. Ruta hacia la Casa Blanca » Pero los sondeos…

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PERO LOS SONDEOS…

Además de las tentaciones eróticas, el sida, las enfermedades coronarias, las cerebrales, la trombosis… Una colección de males rondaba a los Clinton en aquellos calurosos e intensos días del verano de 2016, cuando Hillary y Donald estaban a dos meses de competir en las urnas. Las especulaciones sobre el estado de salud de la candidata acabaron por llegar a las tertulias de las cadenas de televisión, convirtiéndose, como deseaba Trump, en un asunto de campaña, a cuatro semanas del primero de los tres debates presidenciales.

Pero, a pesar de toda esa maquinaria pesada de campaña, a mediados de agosto los sondeos daban a Clinton una ventaja de más de cinco puntos en el ámbito nacional, y de los catorce estados en disputa (Pennsylvania, Michigan, Ohio, Florida, Iowa, Wisconsin, Carolina del Norte, Virginia, New Hampshire, Georgia, Missouri, Colorado, Nevada y Arizona) Trump solo iba por delante en Missouri y Arizona. Necesitaba con urgencia mover la coctelera. Y lo hizo con su primer vídeo de campaña: claro, focalizado, maniqueo, usando datos más que cuestionables y muy efectivo.

La primera imagen es el rostro de Hillary Clinton de perfil, retocado con tonos salmón, con gesto triste y apariencia enfermiza. «En la América de Hillary Clinton el sistema está perjudicando a los estadounidenses. Nos inundan de refugiados sirios. Se permite permanecer en el país a los inmigrantes ilegales condenados por haber cometido delitos. Reciben prestaciones de la Seguridad Social, saltándose la cola. Nuestra frontera está abierta. Es más de lo mismo, pero peor. La América de Donald Trump es segura. Los criminales y los terroristas se mantienen alejados de nosotros. La frontera está vigilada. Y nuestras familias están a salvo». Esta última frase se ilustraba con un matrimonio que se besa a cámara lenta, mientras su hijo se agarra de sus manos. Y algo muy relevante: antes de la imagen final de Trump aparece un barco de la Navy, bien pertrechado de cañones apuntando al cielo. ¡Es la seguridad y la economía, estúpido! Eso consideraba Trump en el verano previo a las elecciones: que la Casa Blanca se ganaba en 2016 por la seguridad y con mensajes económicos dirigidos a la clase media trabajadora de raza blanca, temerosa de perder sus empleos y sus derechos sociales.

En aquel momento estaba todavía recién salida del horno demoscópico la nueva de miles de encuestas que se publican a diario en Estados Unidos. El instituto Pew Research Center había preguntado a un amplio grupo de americanos si la vida para la gente como ellos era mejor o peor que cincuenta años atrás. Y el resultado daba una pista interesante sobre el sentir de los votantes a una docena de semanas de su cita con las urnas: la mayoría (47 por ciento frente a 36 por ciento) pensaba que la vida era mejor medio siglo atrás. Pero al entrar en detalles, el margen de análisis se ampliaba, porque los posibles votantes de Trump consideraban en un 81 por ciento que la vida había ido a peor, frente a un escaso 19 por ciento entre los posibles votantes de Clinton. Y, ¿qué sector social era el más proclive a pensar que las cosas habían empeorado? La población blanca: el gran objetivo de Donald Trump. Los negros, por el contrario, aseguran que su situación ha mejorado con el paso de las décadas.

Trump había lanzado esos días algún amago de mensaje conciliador hacia la población afroamericana, diciendo en un mitin que los Clinton se aprovechaban de ellos porque lo único que querían era su voto. En aquel mitin de Trump no había un solo asistente de raza negra, como en casi ninguno.

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