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3. Ruta hacia la Casa Blanca » El macartismo entra en campaña

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EL MACARTISMO ENTRA EN CAMPAÑA

Para aquel día de mediados del siglo XX, el senador Joe McCarthy llevaba un mes escandalizando al país con la publicación de cientos de nombres de personas acusadas de connivencia con los comunistas: la caza de brujas. Ese 9 de junio, un abogado de sesenta y cuatro años llamado Joseph Welch se atrevió a encararse con McCarthy, cuando el senador acusó de comunista a un letrado de su despacho, Fred Fisher. Welch se plantó delante del micrófono y de la comisión, y le dijo a McCarthy que «hasta este momento, senador, no he calibrado en realidad su crueldad y su imprudencia. Terminemos ya con este “asesinato”. Ya ha hecho usted suficiente. ¿No tiene sentido de la decencia, señor?». McCarthy trató de recuperar su discurso acusatorio, pero Welch le interrumpió para cerrar el círculo: «Señor McCarthy, no discutiré más con usted. Está sentado a tres metros de mí, y me ha preguntado por Fred Fisher. Si hay un Dios en el cielo no hará nada bueno ni por usted ni por su causa. No discutiré más». Welch se apartó del micrófono y recostó la espalda en su silla, mientras McCarthy no levantaba la mirada de sus papeles. La sala aplaudió. Muchos americanos estaban deseosos de que alguien se atreviera a plantarle cara a aquel senador obsesionado con encontrar comunistas debajo de las piedras. El alegato de Joseph Welch quedó en la historia de las mejores intervenciones escuchadas en el Congreso de los Estados Unidos.

Cuando en 2016 Warren Buffet recuperó aquella frase de Welch sobre la decencia para aplicársela a Trump, tenía una intención doble: que se conociera su declaración de la renta y, como consecuencia, que quedara claro que Buffet es mucho más rico que Trump sin ser como Trump. Pero a Trump no le importaba lo que dijera Buffet. Le importaban su dinero y sus posibilidades de ser presidente. Y a The New York Times le importaba la conjunción de ambos intereses, quizá contrapuestos, y publicó un artículo lleno de números, y de preocupaciones: «Como presidente, Trump tendría una influencia sustancial sobre la política monetaria y fiscal, así como el poder para hacer nombramientos o contactos que afectarían directamente a su propio imperio financiero. También podría ejercer influencia sobre las cuestiones legislativas que podrían tener un impacto significativo en su patrimonio, y tendría relaciones oficiales con los países en los que tiene intereses comerciales». Cierto. Pero ¿y Hillary? ¿No tenían los Clinton posibles conflictos de intereses?

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