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3. Ruta hacia la Casa Blanca » Hillary y la satisfacción de Bill

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HILLARY Y LA SATISFACCIÓN DE BILL

Una de las virtudes (por utilizar algún término) que se atribuyen a Trump es que siempre ha sido capaz de «dar la impresión de controlar activos que no son necesariamente suyos», y «ejercita su verdadero talento: el uso de su nombre como una suerte de crédito», en palabras de Mark Singer, autor del libro El show de Trump, y buen conocedor del magnate desde los años noventa. Dice de él que sabe «transformar el dinero de otras personas en su propia riqueza». Es hábil. Ha lidiado con personalidades como Mijail Gorbachov, Jimmy Carter, Ronald Reagan o George Bush. También Richard Nixon, que un día, después de un programa de televisión, le hizo llegar una nota que Singer desvela en su libro: «No vi el programa, pero la señora Nixon me dijo que estuvo usted sensacional. Como se podrá imaginar, ella es experta en política y pronostica que el día que usted decida postularse para la presidencia, ganará». Y se postuló. Y ganó. En efecto, Pat Nixon era una experta.

Y antes de ganar las elecciones fue soltando perlas venenosas por el camino, como un tuit muy comentado: «¿Si Hillary Clinton no puede satisfacer a su marido, qué le hace pensar que puede satisfacer a América?». Trump empezaba a jugar con el recuerdo que los americanos tenían de lo que había ocurrido durante el mandato presidencial de Bill Clinton. En realidad, de lo que había pasado durante las décadas de compleja vida matrimonial de los Clinton. Ni siquiera era necesario usar el nombre de la becaria más famosa de la historia. ¿Quién no pensaría en Monica Lewinsky al leer ese tuit? Incluso los más jóvenes habían oído hablar de ella. Trump no ha sido, precisamente, un santo varón. Pero nada de lo que perjudicaba a los demás parecía perjudicarle a él.

Donald Trump negó ser el autor del mensaje, aunque se publicara en su cuenta de Twitter. Culpó de ello a uno de sus empleados y eliminó el tuit, pero ahí quedó la idea, y el aviso de que la campaña no iba a ser elegante. No tenía por qué serlo. No lo fue.

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