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EL TANGA DE MONICA

Monica se acercó al presidente, se levantó la chaqueta y le enseñó parte de su ropa interior: un tanga. Revisen la escena y valoren lo que significa: una becaria le enseña el tanga al presidente de los Estados Unidos. Punto. Por algún motivo, el fiscal del caso Lewinsky, Kenneth Starr, consideró que ese detalle tan específico era suficientemente importante como para incluirlo en su informe final bajo el epígrafe: «Encuentros sexuales iniciales». Nada en esta historia parece real.

Años después, el tanga de Monica se convirtió en la comidilla de las tertulias el día que se publicó. El informe dice así: «En el curso del flirteo, ella se levantó la parte trasera de la chaqueta y le mostró el tanga que sobresalía por encima de sus pantalones». Es posible que el pueblo americano hubiera entendido bien lo que ocurrió sin necesidad de tanto pormenor. Pero este ejemplo es apenas un toque erótico en comparación con los datos escabrosos, casi pornográficos, que menudean en el informe y que, para regodeo de quienes no se los quieren ahorrar, sigue a disposición del mundo en Internet.

El acercamiento entre el presidente y la becaria se había iniciado semanas antes, cuando ella hizo lo posible por estar a su lado en pequeños actos protocolarios que se celebraban en la Casa Blanca. Es lo que Monica Lewinsky calificó en su declaración ante el fiscal especial como un «intenso flirteo». Esa intensidad se convirtió con el paso de los días en un «flirteo continuo», según la versión de la becaria, hasta que el día 15 se produjo el episodio del tanga.

Después de observar el modelo de ropa interior de Monica, el presidente salió de la sala a través de la oficina del jefe de Comunicación George Stephanopoulos, hoy presentador de un programa de entrevistas y debate político en la cadena de televisión ABC y en aquel tiempo hombre de la máxima confianza de Clinton. También eso se rompió después. Cuando vio que no había nadie en el despacho se volvió hacia Monica y le hizo un gesto para que entrara. Ella lo hizo. Él le preguntó si quería conocer su oficina privada, situada junto al Despacho Oval. ¡Cómo decir que no! Al llegar a la oficina, el presidente preguntó a la becaria si podía besarla. La becaria le dijo que sí. El autor del informe se pone hasta romántico para describir la escena: «En el pasillo sin ventanas que hay junto a la oficina se besaron». Monica sabía que aquella era su ocasión, y le dio a Clinton un papel con su número de teléfono. Eran las ocho de la tarde.

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