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4. Bill, Hillary, Monica y la conspiración » El Washington Post en la puerta de Monica

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EL WASHINGTON POST EN LA PUERTA DE MONICA

Es una costumbre en Estados Unidos estar suscrito al periódico local, de manera que un repartidor se ocupa de llevarlo hasta tu puerta en medio de la madrugada para dejarlo en el picaporte o tirado en el suelo. Monica no conseguía conciliar el sueño la madrugada del 21 de enero de 1998. Hacía frío, mucho frío, en Washington; estaba preocupada por su búsqueda de empleo, por la distancia con Bill y por los efectos judiciales que pudiera tener su declaración en la investigación del caso Paula Jones. A las cinco de la madrugada, harta de dar vueltas en la cama sin poder dormir, Monica optó por arrancar el día. Hizo lo de siempre: ir hasta la puerta de entrada del apartamento que compartía con su madre en el edificio Watergate. Al otro lado, dentro de una bolsa blanca, esperaba cada mañana un ejemplar del diario The Washington Post. A Monica le entraron sudores al leer el titular: finalmente, la noticia que andaba dando vueltas por Internet, sin que nadie quisiera concederle demasiada verosimilitud, había llegado a la primera página de la Biblia del periodismo político de la capital de Estados Unidos.

El Post titulaba: «Clinton acusado de exigir a una asistente que mintiera». La prensa seria optó por dedicar sus letras capitulares a las consecuencias judiciales y políticas que podía tener para Clinton una acusación de ese tipo: perjurio, falso testimonio y obstrucción a la justicia. La historia de la becaria y el sexo había que buscarla leyendo más abajo. Pero estaba allí, y el presidente Bill Clinton se encontraba ante el problema más grave de una vida llena de problemas graves, justo cinco años y un día después de tomar posesión de su cargo como presidente.

Era un ejemplo más del mejor periodismo americano. La prensa anglosajona aporta un hecho diferencial muy importante con respecto a la de otros países. Un medio de comunicación puede ser de derechas o de izquierdas y defender esas posturas en sus editoriales, pero nunca será un medio de comunicación al servicio de un partido ni de un presidente. The Washington Post suele pedir el voto abiertamente, sin recato alguno, para los candidatos demócratas, pero una noticia está por encima de todo. Si un presidente demócrata está metido en un escándalo, el diario lo contará. Y lo contó.

En la Casa Blanca no necesitaron esperar a que el periódico estuviera en la calle para saber lo que iba a publicar. El diario había contactado con el abogado de Clinton, Robert Bennett, antes de poner la noticia en su venerada primera página. Horas antes, los responsables de comunicación recibieron el aviso de lo que les esperaba a la mañana siguiente. Recorriendo el conducto reglamentario, trasladaron la información al jefe de Gabinete. Y el jefe de Gabinete entró en el Despacho Oval con el rostro lívido para confirmar al presidente que había llegado la hora que suponían que iba a llegar.

En la medianoche, Clinton llamó a su abogado. Bennett aparecía en el texto de la noticia desmintiéndolo todo: «El presidente niega rotundamente haber tenido relaciones con la señorita Lewinsky y ella así lo ha confirmado: esta noticia es ridícula». Clinton llamó de madrugada a su secretaria Currie, al viceconsejero de la Casa Blanca Bruce Lindsey y a su amigo el abogado Vernon Jordan (le dijo que la noticia era falsa). Clinton no durmió esa noche. Por la mañana, la Casa Blanca emitió un comunicado negando la noticia del Post: el presidente «nunca tuvo una relación inapropiada con esa mujer». ¿Qué es una relación apropiada según los códigos personales de conducta de Bill Clinton?

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