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LA CONSPIRACIÓN

No se es nadie en política si no se ha sufrido una conspiración. Y toda buena conspiración es siempre una excusa adecuada para culpar a otros de las incapacidades propias. Newton Leroy Gingrich era un conspirador congénito. Tenía cincuenta y dos años cuando en 1994 alcanzó la cumbre de su carrera política: speaker (equivalente a presidente) de la Cámara de Representantes.

Un año antes, Newt Gingrich y un grupo de renovadores republicanos muy conservadores se pusieron como objetivo conseguir algo que no lograba su partido desde hacía cuarenta años: controlar la cámara baja del Congreso, como elemento fundamental para controlar las políticas del presidente. Bill Clinton llevaba dos años en la Casa Blanca, tratando de aplicar políticas liberales (progresistas, en terminología política europea). Gingrich quería impedir que eso ocurriera por más tiempo.

En Estados Unidos, al contrario de lo que ocurre en Europa, las elecciones no se convocan cuando quiere el primer ministro o el presidente del país, habitualmente para su propio beneficio político. La cita de los ciudadanos con las urnas se realiza siempre el martes después del primer lunes de noviembre, todos los años pares. Por tanto, siempre será como pronto el día 2 y como muy tarde el día 8. Las elecciones presidenciales se celebran cada cuatro años, y las elecciones a la Cámara de Representantes y al Senado se celebran cada dos años. El mandato de los senadores dura seis años, por lo que el Senado se renueva en un tercio del total de escaños en cada elección bianual. El mandato de los miembros de la Cámara es de solo dos años, con lo que en cada elección se renuevan todos los escaños.

Cuando pasan dos años de la elección presidencial se celebran las que se conocen como midterm elections (elecciones de mitad de mandato). Su resultado es determinante, porque permite establecer hasta dónde va a llegar el control del Congreso sobre las políticas del presidente y hasta dónde el presidente va a tener un Congreso amistoso o enemistado. Si el Congreso está controlado por el mismo partido que controla la Casa Blanca el resultado es muy distinto del que se produce cuando el Despacho Oval tiene enfrente a un Capitolio (sede del Congreso) poco afín. Bill Clinton disfrutó de un Congreso demócrata durante sus dos primeros años de mandato, pero las midterm elections de 1994 dieron un vuelco a la situación y convirtieron los años siguientes en una pesadilla política para el presidente.

No era tan extraño. El sistema político americano diseñado por los padres fundadores pretendía precisamente eso: que ni la Casa Blanca ni el Congreso tuvieran todo el poder. Gingrich sabía que si los republicanos controlaban el Congreso frenarían a Clinton y podían iniciar una revolución conservadora para asaltar la Casa Blanca en las siguientes elecciones presidenciales de 1996. El objetivo era convertir a Bill Clinton en presidente de un solo mandato. Es decir, en un fracasado. Aquello, que podía ser un objetivo político legítimo, se convirtió en la cabeza de Gingrich en una obsesión enfermiza, sin importar los medios que hubiera que utilizar. Los renovadores siempre ponen límite a los medios que utilizan para alcanzar sus fines. Los revolucionarios no saben de límites. Consideran legítimo cualquier medio. Hillary sabía que con el escándalo Lewinsky estaban otra vez metidos en un tornado, igual que cuando estalló el caso Whitewater, o el Troopergate, o el de Gennifer Flowers… O incluso peor que cuando Vince Foster apareció muerto.

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