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LAS VOTACIONES DEL IMPEACHMENT

La democracia americana, cuyos representantes ejercen su libertad de voto al margen del partido al que pertenezcan, demostró una vez más cómo en el Congreso se cruzan las líneas partidistas: varios demócratas votaron a favor de las acusaciones al presidente, y varios republicanos lo hicieron en contra. Pero el juicio político seguía su curso.

El 8 de enero de 1999 se inició el juicio en el Senado, dirigido por el presidente de la Corte Suprema William Rehnquist. La cámara alta tenía una mayoría republicana de 55 senadores frente a 45 demócratas. Para destituir al presidente se requieren dos tercios de los votos: 67. Es decir, doce demócratas tendrían que unirse a los republicanos, suponiendo que todos los republicanos votaran contra Clinton.

Un equipo de ocho abogados defendía la causa del presidente ante el Comité Judicial del Senado. Trece senadores iban a ser los «hombres justos», antes de que se votara en el pleno de la cámara. En medio de aquel procedimiento, y después de meses de investigaciones judiciales y la publicación de escenas sexuales explícitas, Bill Clinton tenía un inverosímil récord de aprobación popular del 70 por ciento.

Muchos años antes, durante la intensa investigación periodística del caso Watergate por los periodistas de The Washington Post, el director del diario Ben Bradley tuvo que reconocer que, pasados muchos meses de publicaciones escandalosas en su primera página y en todos los medios del país, resultaba que la mayoría de los americanos nunca había oído hablar de Watergate. Millones de ciudadanos de los Estados Unidos aún reconocen creer que Elvis está vivo y que Saddam Hussein organizó los atentados del 11-S. Y a millones de americanos no les importaba que el presidente resbalara ante los encantos de una jovencita.

El 8 de febrero, después de días de declaraciones, de defensa, de acusación y de revisión de pruebas, las partes iniciaron la lectura de sus conclusiones. El día 9 se decidió que las deliberaciones fueran a puerta cerrada, y el día 12 se votó. Ninguna de las votaciones alcanzó la mayoría de 67 escaños requerida para destituir al presidente de los Estados Unidos. Bill Clinton había sido absuelto. Seguiría siendo presidente, y terminaría su mandato con el mayor porcentaje de aprobación que ningún otro presidente haya tenido al salir de la Casa Blanca. La operación política y judicial de más alto alcance en décadas había llegado a término sin acabar con un presidente de carácter inabarcable, hombre brillante e imprevisible, lleno de contradicciones y descontroles.

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