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4. Bill, Hillary, Monica y la conspiración » «Necesito ayuda»

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«NECESITO AYUDA»

Mucho tiempo antes, a mediados de 1993 cuando Clinton llevaba pocas semanas en el poder, el desastroso arranque de su presidencia amenazaba con hacer colapsar su proyecto político. Había que tomar decisiones drásticas. Y las tomó. Bill Clinton descolgó el teléfono en su despacho y pidió a su secretaria que le pusiera con David Gergen. «Señor presidente, le pasó al señor Gergen», le dijo la secretaria al cabo de pocos minutos. «¿David?», preguntó Clinton. «Sí, señor presidente», respondió Gergen sorprendido y hasta desconfiado. Le estaba llamando un presidente demócrata, cuando él era uno de los más reconocidos asesores políticos republicanos.

David Gergen fue un colaborador muy cercano del presidente Richard Nixon, del presidente Gerald Ford y del presidente Ronald Reagan. ¿Por qué le llamaba Clinton? «Tengo un problema. Necesito tu ayuda», se sinceró el presidente. Gergen acudió. «Creí saber quién era Clinton», escribió años después en su libro Testigo del poder, en el que relata su experiencia con cuatro presidentes. Pero dieciocho meses después, cuando Gergen abandonó la Casa Blanca, «ya no sabía quién era». Cuenta en su libro que Clinton es «uno de los hombres más inteligentes jamás elegidos para presidir el país, y ha hecho algunas de las más grandes tonterías» que se han hecho en el poder.

Su excolaborador y examigo George Stephanopoulos coincidía en esa misma paradoja: «¿Cómo un presidente tan inteligente, tan compasivo, tan capaz de inspirar a la gente y tan consciente de su lugar en la historia actuaba de forma tan estúpida, tan egoísta y tan autodestructiva?».

Pero esas preguntas tan bien asentadas en hechos ciertos tienen que compartir espacio en las páginas de la historia con la realidad paralela que permitió a Bill Clinton mantener la cabeza sobre las aguas cuando todo se hundía a su alrededor. Porque sus errores de adolescente no le impidieron desplegar su inmensa capacidad política y su inabarcable carisma personal para llevar su mandato presidencial a término, con datos de aprobación popular muy difíciles de igualar por cualquier otro presidente.

Solo él ha podido conseguir eso que el periodista Howard Kurtz, especialista en el análisis de medios de comunicación, ha calificado como la inexplicable «alquimia» por la cual «los ataques de la prensa ayudaron a Clinton». No hay nada que excite más a la tribu periodística que un político en situación de derribo. Es cuando se pone en marcha la máquina de picar carne y es difícil salir de ese aparato con vida (política). Pero la piel de Clinton (de los Clinton) demostró ser muy dura. Resultó que cuantos más detalles escabrosos se publicaban, más gente pensaba que la prensa se estaba excediendo y había invadido la privacidad del presidente. Y, en el colmo de la paradoja, mientras la mayoría de los americanos aseguraba en las encuestas que el presidente mentía sobre su relación con la becaria, esa misma mayoría decía que era un asunto que no le preocupaba.

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