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5. La campaña » ¡Encarcelen a Hillary!

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¡ENCARCELEN A HILLARY!

Tiempo después, a los 30 000 correos ya entregados se unieron otros 15 000. Su investigación amenazaba con alargarse hasta, como poco, el mes de noviembre. Casualidad: justo el mes de las elecciones. El escándalo de los emails podía perseguir sin piedad a Hillary Clinton hasta más allá del proceso electoral. Quizá, incluso, cuando ya fuera presidenta, si ganaba el 8 de noviembre. «Hillary es incapaz de decir la verdad», insistían de nuevo desde las filas republicanas. «¡Encarcelen a Hillary!», gritaban a coro los asistentes a los mítines de Donald Trump. «Si fuera presidente te metería en prisión», amenazó el candidato republicano a su rival demócrata en uno de los debates del mes de octubre. Jamás se había oído algo así: un aspirante prometiendo la cárcel al otro… Ante tal amenaza, Hillary estaba en una tesitura apasionante: o presidenta o presidiaria.

Tampoco un candidato se había negado a confirmar si aceptaría el resultado de las elecciones. De hecho, a ningún moderador se le había ocurrido nunca que esa fuera una pregunta pertinente, porque jamás un político americano había puesto en duda el sistema. Pero Trump lo puso en duda y respondió que ya vería si aceptaba el resultado, porque quería mantener el suspense. Y un día después, en un mitin, dijo que aceptaría «el resultado siempre que gane yo».

Tampoco hay precedentes históricos de que un candidato haya insinuado después de un debate que su rival se había drogado, pidiendo además que ambos fueran sometidos a un control antidrogas. Todo muy Trump.

Pero dos horas antes del paseo aéreo de Barack y Hillary a bordo del Air Force One, el FBI anunciaba que no tenía «evidencia directa de que el dominio de correo electrónico personal de la secretaria Clinton, en sus diversas configuraciones desde el año 2009, haya sido hackeado con éxito». No había «evidencia directa». ¿Tranquilizador? El informe concluía: «Nuestra opinión es que no sería apropiado presentar cargos en este caso».

El FBI despejaba el balón bien lejos de su portería, y Hillary Clinton veía aparentemente despejado su horizonte político a menos de un mes para la convención del Partido Demócrata… y a dos horas de compartir su primer mitin conjunto con el presidente de los Estados Unidos. «Estoy aquí porque creo en Hillary», dijo Obama en su discurso, con las mangas de la camisa a la altura del codo y su nivel de aprobación popular en el 51 por ciento, bastante por encima del que, en aquel momento, disfrutaba Clinton. Ella no entusiasmaba y llegó a las elecciones de noviembre sin entusiasmar. El Obama presidente durante ocho años ya no entusiasmaba como el Obama virginal de 2008, pero seguía siendo Barack Obama.

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