Trump

Trump


5. La campaña » «Soy una estrella; hago lo que quiero con las mujeres»

Página 134 de 157

«SOY UNA ESTRELLA; HAGO LO QUE QUIERO CON LAS MUJERES»

El viernes día 7 llegó la esperada October surprise. No se trata de un evento (una sorpresa que hace temblar cada campaña electoral a pocos días de las elecciones de noviembre) que se tenga que producir necesariamente cada mes de octubre preelectoral, pero sí es cierto que la sorpresa acude a su cita casi siempre. Dice William Safire en su sensacional Diccionario político que la sorpresa de octubre es un elemento disruptivo que aparece casi en el último minuto previo a una elección. Es una noticia imprevista, o una maniobra diplomática, o la revelación de algo que no estaba en el menú de campaña.

Que la October suprise consiga cambiar el resultado de las elecciones es más que dudoso. Podría decirse que hasta ahora no ha sido tan fácil demostrar que un candidato que estaba llamado a ganar haya perdido por una sorpresa de octubre. De hecho, lo que sí tenemos son varios ejemplos en sentido contrario: ganar las elecciones a pesar de la sorpresa de octubre. Pero la October surprise sí cambia el discurrir de la campaña. Incluso puede condicionarla de forma definitiva, porque en ocasiones elimina los asuntos sobre los que se debatía hasta entonces y los sustituye por otros, para comodidad de un candidato e incomodidad del otro.

A dos días del segundo debate Clinton-Trump, el diario The Washington Post colgó en su página web un vídeo grabado en el 2005, once años antes. Trump llega hasta los estudios en los que se realiza una serie de televisión llamada Días de nuestras vidas. Lo hace a bordo de un autobús, mientras charla con el presentador Billy Bush. Ambos tienen un micrófono de los llamados «de corbata», aunque ninguno de los dos lo tiene colocado en la corbata. Bush ni siquiera la tiene. Lleva el micro en la camisa. Trump sí tiene corbata, pero el micro se lo han colocado en la solapa izquierda de su chaqueta.

Es fácil olvidarse de que tienes un micrófono puesto cuando no lo tienes que agarrar con la mano. Pocos minutos después de que te lo han colocado ya no recuerdas que lo llevas. Y es natural tener conversaciones distendidas cuando sabes que aún no estás al aire. El consejo a seguir es hablar lo menos posible cuando estás delante de un micrófono, aunque creas que está cerrado. Porque siempre puede haber alguien escuchando y, aún más importante, grabando.

La conversación privada, pero con micrófonos, que mantenían Trump y Billy Bush en el autobús no era parte del programa que se iba a emitir. Pero lo que decían quedaba grabado en la cinta de audio y vídeo. Es muy habitual que sea así.

Trump se desmelena: «Cuando eres una estrella puedes hacerles (a las mujeres) lo que quieras (…). Las puedes coger por el c… hacer lo que quieras». Billy Bush le sigue la corriente y le alaba el gusto: «Tu chica está buenísima; esa, la de morado». Trump, con su inelegancia habitual, le dice que tiene que usar unos caramelos para el aliento cuando la besa. Y luego se explaya sin medida: «Siento una atracción automática hacia la belleza. Es como un imán. Las beso. Ni siquiera espero». Era Donald en su modalidad más Trump, como cuando en un mitin soltó otra de sus bravatas: «Podría plantarme en la Quinta Avenida de Nueva York y disparar a alguien y no perdería votos».

De hecho no había perdido expectativa de voto en los sondeos ni siquiera cuando mostró su admiración por la capacidad que había demostrado el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un para imponerse a sus rivales: «¿Cuántos jóvenes (tenía como veintiséis años cuando murió su padre) se imponen a unos generales duros y de repente entra, toma el poder y es el jefe?», dijo con admiración. Kim Jong-un se mostró tiempo después embelesado con Trump al decir de él que es un «político sabio y profético, con visión de futuro», y capaz de conseguir la unión de las dos Coreas. De Hillary Clinton decía que estaba sorda. Tampoco sufrió Trump quebranto en los sondeos cuando expresó su admiración por la capacidad de Saddam Hussein para «matar a terroristas». Ni vio decaer sus opciones cuando elogió a Vladimir Putin al decir que «ha sido un líder, mucho mejor líder que nuestro presidente (Barack Obama)» y que tendría una «magnífica relación» con él si llegaba a ganar las elecciones. Putin devolvió el cumplido asegurando que Trump «por lo visto ha elegido su manera de llegar a los corazones de los electores (…) Claro que se comporta de forma extravagante, como todos vemos, pero creo que todo esto no carece de sentido, porque, en mi opinión representa los intereses de esa importante parte de la sociedad en Estados Unidos, que está cansada de las élites que llevan decenas de años en el poder. Trump simplemente representa los intereses de esas gentes sencillas» a las que «no les gusta la transferencia hereditaria del poder», en referencia a que Hillary sucedería a su marido si ganaba en noviembre. Y Putin lo decía a finales de octubre.

Ni intercambiar halagos con Putin, ni merodear por las aguas cenagosas de Saddam o Kim Jong-un dejaron tocado a Trump. Cuando un líder populista coge carrerilla resulta indiferente lo que diga. Sus hinchas tienden a perdonarlo todo, porque es más intenso el odio al enemigo que el afán de analizar con detalle los devaneos absurdos en los que pueda incurrir su candidato. Cuestión de prioridades.

Pero esta vez, hablar de mujeres en el tono en el que lo había hecho Trump en aquella grabación le había llevado al límite a él y una parte de los que ya tenían casi cubierta su capacidad para soportar despropósitos sin sonrojarse. Sí, podía perderlos. La charla testosterónica se interrumpió cuando llegaron a su destino. Donald Trump y Billy Bush bajaron del autobús. Allí les esperaba la actriz Arianne Zucker, que nunca pensó en ser tan famosa en 2016 por algo ocurrido en 2005, cuando solo hizo un papel secundario, consistente en caminar cual damisela del brazo de aquellos dos varones aficionados a las charlas «de vestuario», como las calificó Trump de forma autoexculpatoria. «Bill Clinton me ha dicho cosas mucho peores en el campo de golf». Nadie lo duda.

Cosas que pasan: Billy Bush es miembro de la familia de los presidentes Bush. Fue despedido de la NBC pocos días después del escándalo. Se convirtió en la primera víctima del estúpido intercambio de frases machistas.

Ir a la siguiente página

Report Page