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1. ¿De quién fue la culpa? » Y Donald vino al mundo

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Y DONALD VINO AL MUNDO

El cuarto, Donald Trump, nació el 14 de junio en 1946 en el barrio de Jamaica, en el distrito neoyorkino de Queens. Fue un hijo más de la posguerra, un miembro de la famosa generación del baby boom. Aún era muy pequeño, solo tenía dos años, cuando nació el menor de los hermanos, Robert. Y muchos años después sufrió la desgracia de asistir a la prematura muerte de su hermano mayor, Fred, de cuarenta y dos años, debido al alcoholismo. Donald se prometió a sí mismo no beber alcohol ni fumar, y asegura haber cumplido la promesa desde entonces. Solo bebe Coca-Cola light.

Su primera formación la recibió cerca de casa, en la escuela Kew-Forest, en un coqueto edificio de estilo colonial. Dicen sus rectores que el objetivo de este centro es educar a «ciudadanos responsables». Pero Donald estaba lejos de ser un niño responsable. Su comportamiento, algo desviado de la línea recta exigida, llevó a sus padres a internarle en la Academia Militar de Nueva York, en la confianza de que allí los uniformados hicieran carrera del muchacho. Tenía trece años.

La academia está a unos cien kilómetros de la ciudad de Nueva York, en Cornwall on Hudson. En aquel tiempo, finales de los años cincuenta, era una escuela militar solo para varones. Más adelante también pudieron ingresar mujeres. El espíritu del lugar es fácil de imaginar. La escuela fue creada en 1889 por un veterano de la Guerra Civil americana llamado Charles Jefferson Wright, cuyo parecer era que la mejor manera de educar a los jóvenes consiste en seguir métodos de disciplina militar. Curiosidades de la economía hicieron que esta institución docente-militar y, como tal, con notable ánimo patriótico, fuera vendida en 2015 a un grupo de inversores chinos después de caer en quiebra. Donald Trump estudió allí hasta 1964. Es uno de sus alumnos más famosos. También lo fueron el director de cine Francis Ford Coppola y el mafioso John Gotti.

Donald mejoró solo ligeramente su comportamiento habitual gracias a los modos marciales que se le inculcaban. Salió de allí con dieciocho años con destino a la Universidad Fordham, en Nueva York. Pero después se inscribió en la de Pennsylvania, donde por fin pudo formarse en lo que él deseaba de verdad, y en lo que deseaba su padre: en el mercado inmobiliario. Desde ese momento, Donald empezó a trabajar en la empresa familiar, todavía en aquellos años sesenta llamada Elisabeth Trump & Son. Allí se zambulló en el negocio de los bienes raíces, comprando pequeños locales en desuso para arreglarlos y revenderlos. Pero también picoteó aquí y allá en negocios de medio pelo que le permitieron adquirir alguna experiencia, como cuando coprodujo una obra de teatro en Broadway, con apenas veintidós años. «Era bastante cutre», reconocería años después.

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