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LOS TRUMP Y LOS CLINTON

Donald, Melania, Bill y Hillary estaban en el mismo lugar de Florida en el que años después Trump gritaría a sus seguidores durante un mitin: «¡Voy a ir contra una persona; voy a ir contra Hillary Clinton!», mientras sus encendidos partidarios respondían «¡encarcélala, encarcélala!».

Los Clinton habían sido invitados a la boda porque Trump era donante de la fundación del expresidente: más de cien mil dólares. Ahora quería que su boda fuera muy mediática, y tener allí a la senadora Clinton y al expresidente Clinton le aseguraba aún más presencia en los medios de la mucha que de hecho iba a tener. Es una cuestión de favores mutuos. Así funciona el sistema. Y ese sistema es el que Donald Trump prometió derribar si conseguía la presidencia. Lo explicaba así en Fox News, año y medio antes de jurar su cargo: «Yo soy un hombre de negocios y ayudo a todo el mundo con contribuciones económicas. Y eso es parte del problema que tiene este sistema. Yo le doy dinero a todo el mundo, y cuando necesito a Hillary, tengo a Hillary. Si le digo que venga a mi boda, ella viene a mi boda». Yo te doy y tú me das. Si, además de ir a la boda, me hace falta que la senadora me eche una mano para algún negocio, ella lo hará. Si una llamada del expresidente Clinton a alguien me allana el camino para conseguir un buen contacto, él llamará.

Ese sistema de favores e intereses político-económicos, gracias al que Trump había multiplicado su fortuna, era el que prometió derribar cuando alcanzara la presidencia. Trump negó después haber recibido favores de los Clinton, y resumió su relación en que ellos «me besaban el culo» para que él hiciera donaciones a la fundación.

Pero más importante aún: Donald Trump puso dinero para la campaña que llevaría a Hillary Clinton a ocupar un escaño del Senado en el año 2000. Y aún más. Su relación personal era entonces relativamente estrecha. Las hijas de ambas parejas, Chelsea e Ivanka, eran buenas amigas (eso dicen algunos, otros aseguran que simplemente tenían relación porque ambas obtenían algún beneficio de tenerla). En ocasiones, Bill y Donald jugaban al golf. Trump «ha sido muy amable conmigo y con Hillary. Donald me gusta y disfruto jugando al golf con él», reconoció Bill en una entrevista en la CNN en 2012. Y Donald devolvió el cumplido en Fox News asegurando que Bill, el mismo que según dijo Trump en la campaña abusaba de las mujeres, «es un gran tipo». Y unos años antes, cuando Hillary se lanzó a por la presidencia en 2008, Trump aseguró en la CNN que el caso Lewinsky era «un asunto sin importancia», y que no tenía sentido que el Congreso le hubiera querido destituir por eso. Con el tiempo, ya metidos en la cruenta batalla por la Casa Blanca, Donald Trump llegó a acusar a Bill Clinton de ser un violador.

Melania dio a luz un varón en 2006, diez años antes de convertirse en primera dama. Barron William Trump es el quinto hijo de Donald. El día de la victoria de su padre, ya con diez años de edad, apareció junto al presidente electo, algo despistado, quizá sin saber muy bien qué suponía aquello que estaba viviendo. Dice Melania que Barron se parece mucho a su padre y que, por eso, le llama «pequeño Donald».

Durante esos primeros años de matrimonio, Melania apareció como responsable de una colección de joyería y de una línea de cosméticos. Ambos negocios parecían ir bastante bien.

Cuando Trump tomó la decisión de entrar en la lucha por la presidencia, Melania optó por (o se le exigió que tuviera) un perfil más discreto del habitual en una aspirante a primera dama. Sus escasos ámbitos de individualidad se diluyeron. Los responsables de la campaña de su marido tomaron el control de sus apariciones públicas, bastante escasas. Y tuvieron que reparar algunos desperfectos, como que Melania tuviera en su web datos falsos. Aseguraba, por ejemplo, que era titular de una carrera universitaria que, en realidad, nunca terminó.

Su imagen, muy ensombrecida ya, sufrió un duro golpe cuando protagonizó un discurso en la Convención Republicana: algunos párrafos eran muy similares a los que ya había utilizado la esposa de Barack Obama en la Convención Demócrata de 2008, en la que ganó la nominación que le llevaría a la presidencia. La escritora de discursos Meredith McIver asumió la responsabilidad para salvar la cara de Melania. Dijeron que no había sido un plagio, sino una confusión. Melania sufrió las consecuencias de esa confusión durante unos días, pero la campaña de Trump no se vio sacudida por el error, y la esposa del candidato incluso adquirió la condición de «moderadora» de los excesos de su marido: «Yo le doy mi opinión muchas veces. Y no estoy de acuerdo con todo lo que dice. Pero eso es normal. Soy yo misma, y le digo lo que pienso. Eso es muy importante en una relación». «Mi mujer y mi hija me dicen que sea más presidencial», declaró Trump. Marketing político. Marketing económico.

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