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1. ¿De quién fue la culpa? » Cuando los bancos controlaron la vida de Trump

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CUANDO LOS BANCOS CONTROLARON LA VIDA DE TRUMP

Hubo un momento en el que los bancos fijaron a Trump un techo de gasto personal, para que el resto del dinero que pudiera ganar lo dedicara a pagar sus deudas. Fue humillante. Mucho. Extraordinariamente humillante. Pero sí: siempre salía a flote. Too big to fail. Un rico nunca deja caer a uno de los suyos, por si alguna vez le llegara a pasar lo mismo a él. Y si caía Trump, también podían caer ellos.

Pero, visto en términos políticos: ¿cómo es posible que un empresario que ha sufrido varias quiebras y cuyas finanzas personales han tenido que ser controladas por los bancos, acabó siendo presidente de los Estados Unidos, y gestionando las finanzas (y todo lo demás) del país más poderoso del mundo?

Trump también salió a flote en 2004. Lynn LoPucki, profesor de UCLA, asegura que fue entonces cuando perdió el control de la marca Trump. Y eso era mucho decir, porque había sido capaz de crear un nuevo modelo de negocio, y un peculiar estilo de empresario famoso. Trump superstar se presentaba a sí mismo en la cabecera de su programa de televisión (El aprendiz) sobrevolando Manhattan en su avión particular. Decía ser «el primer promotor de la ciudad; he construido muchos edificios; y también poseo campos de golf, resorts, el concurso de Miss Universo, el de Miss Estados Unidos…». «En realidad, lo que más ha promovido Trump es su imagen», aseguraba entonces el profesor Jeffrey Sonnenfeld, de la Escuela de Negocios de Yale, que remataba la frase de forma categórica: «La quiebra es algo muy serio en el sistema capitalista; solo el fraude es peor».

Una de sus empresas entró en quiebra, lo que le obligó a reducir su control de la compañía del 47 al 25 por ciento, a cambio de una rebaja del tipo de interés y un nuevo préstamo. Pero su nombre ya no era de su propiedad. Algunos de sus edificios y negocios coronados con el rótulo de Trump podían dejar de llevarlo. Y aunque lo mantuvieran, ya no los gestionaría él.

Un periodista de la cadena ABC lo explicaba con claridad en una crónica emitida en 2011. Estaba con su cámara frente al Trump International Hotel and Tower. «Ustedes pensarán —decía— que, dado que el nombre de Trump aparece iluminado en la puerta de entrada, él es el propietario. Pero no es así. Lo único que le pertenece son algunos apartamentos, el restaurante, el parking, y las antenas del techo. Que el nombre de Trump aparezca en un edificio, no significa necesariamente lo que parece que significa».

Trump fue en esa época un empresario fallido, pero luego protagonizó una recuperación sorprendente. Supo aprovechar la subida de la bolsa para reconstruir su negocio, y hasta se vanaglorió de saber resucitar en un libro titulado (cómo no) Trump: el arte de volver. Y había vuelto. Aprovechó la mejoría en los meracados para recuperar posiciones y resucitar su sueño: compró propiedades en la Trump International Hotel and Tower, terminó la Trump World Tower frente a la sede de las Naciones Unidas, empezó a construir el Trump Place, compró el hotel Delmonico para transformarlo en el edificio de apartamentos Trump Park Avenue, y empezó a trabajar fuera de Nueva York y en países como Brasil, Canadá y Panamá. Incluso un avispado empresario turco compró el derecho de ponerle a su edificio el nombre de Trump Towers Istambul. A principios de 2016, cuando se iniciaron las elecciones primarias del Partido Republicano, Donald Trump empezó a poner a latinos y musulmanes como minorías a las que controlar, y el empresario turco se dio cuenta de que quizá su idea no había sido tan buena. El marketing lo es todo, y si te equivocas puede ser peligroso.

Las cosas volvieron a empeorar con la crisis que trituró la economía occidental en 2008. El valor de las acciones de las empresas de Trump se desplomó. Las deudas se multiplicaron. Precisamente, en ese año, Trump se planteó comprar una de las cuatro torres construidas en los terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, al norte del Paseo de la Castellana. Sus problemas económicos impidieron que Madrid tuviera Torre Trump. El profesor LoPucki declaró entonces que era muy inusual que alguien llevara a tantas grandes empresas a la quiebra. Y, dato importante, la mayor parte de la deuda en la que Trump había incurrido fue a través de bonos vendidos al público. «La gente conocía a Donald Trump, y por eso estaban dispuestos a confiar en los bonos que él vendía, pero se quemaron —dijo LoPucki—. La gente que invirtió con él o que confió en su nombre perdió dinero. Sin embargo, el propio Trump salió bastante bien parado».

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