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1. ¿De quién fue la culpa? » Un presidente multimillonario

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UN PRESIDENTE MULTIMILLONARIO

Ya en diciembre de 2016, a mes y medio de la toma de posesión de Trump, el diario The Washington Post aseguraba que las acciones de Goldman Sachs y de Wells Fargo habían subido desde el día de las elecciones, porque el presidente electo había prometido dar marcha atrás en algunas regulaciones impuestas después del crack financiero de 2008. Y Trump había advertido a Apple y a Ford de que debían mantener los empleos en Estados Unidos. Trump tenía en ese momento acciones de esas cuatro compañías. Y se permitió declarar en The New York Times que había hablado con Tim Cook, el máximo responsable de Apple, para prometerle incentivos que le permitieran crear más puestos de trabajo en Estados Unidos. Ford anunció que no trasladaría parte de su producción a México, después de las críticas del presidente electo y accionista de la empresa, Donald Trump.

Y también tenía acciones de empresas relacionadas con el mercado del petróleo (Halliburton, Occidental Petroleum, Kinder Morgan, Chevron, Shell y ExxonMobil), que podrían resultar beneficiadas y, por tanto, subir de valor si Trump cumplía su compromiso de dar marcha atrás en las obligaciones asumidas por Obama para frenar el calentamiento global. También podrían beneficiarse esas empresas de una subida del precio del petróleo, si los países productores frenaran la extracción de crudo. ¿Podría un presidente de los Estados Unidos influir en una decisión de la OPEP?

El mismo conflicto de intereses se podría producir con otras compañías en las que Trump poseía acciones, como AT&T y su directa rival, Comcast.

Durante las semanas que transcurrieron entre su victoria electoral del 8 de noviembre y la toma de posesión del 20 de enero, Trump no tuvo interés alguno en guardar las apariencias. Hasta se reunió con empresarios con los que tenía negocios en otros países. Por mucho que Trump quisiera explicar cómo se iba a desligar de esos intereses, la sombra de la duda permanecería. Como dijo Norm Eisen, exconsejero de Obama, «nadie podrá estar seguro de si las decisiones de Trump se adoptan buscando el interés general de los ciudadanos o el suyo propio».

Por supuesto, la ley americana, endurecida durante el mandato de Obama, prohíbe taxativamente a cualquier cargo público sacar provecho de la información privilegiada que pueda obtener en el ejercicio de sus funciones y que, de alguna manera, pudiera afectar al mercado de valores. Y tienen, además, la obligación de comunicar en el plazo de mes y medio cualquier transacción de acciones que les haya supuesto un beneficio que supere los mil dólares.

Los presidentes tienen la obligación de comunicar la evolución de sus finanzas personales una vez al año. En el caso de Trump, su primer informe financiero no tenía que presentarlo hasta mayo de 2018, dado que ya había presentado uno en mayo de 2016 (entonces, como candidato) y tendría que pasar todo el año 2017 para que reuniera los datos requeridos.

Y hasta las relaciones internacionales podrían quedar condicionadas. Trump tiene intereses, por ejemplo, en Turquía. El empresario con el que hizo negocios allí mantiene una tensa relación con el presidente Tayyip Erdogan, y Erdogan es un hombre clave en el conflicto de Siria. El efecto mariposa: tomas una decisión política o económica en Washington, y la onda provocada llega a Siria, pasando por Turquía… Tiempos complejos.

El día en el que Donald Trump decidió poner en marcha su campaña, ya sabía que esto iba a ocurrir si ganaba las primarias republicanas y, después, las elecciones presidenciales. Quizá pensó entonces que no tenía opciones de llegar hasta el final de ese dificilísimo recorrido, y solo pretendía, como tantas otras veces, conseguir horas y horas de publicidad gratuita en los medios. Pero no solo consiguió eso, sino también la presidencia. Y no era esta la primera vez que Trump había fantaseado con la Casa Blanca.

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