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EL «VERGONZOSO» PERDÓN PRESIDENCIAL

No entró, sin embargo, a valorar otras apreciaciones realizadas por varios agentes de seguridad, según los cuales el comportamiento de Hillary Clinton con ellos era «desdeñoso»; que antes de que Hillary llegara al cargo era un honor profesional para cualquier agente estar al servicio de la Secretaría de Estado, pero que hacia el final de su periodo en el puesto resultaba difícil encontrar agentes experimentados que quisieran trabajar con ella. Otra vez, los «enemigos» se aparecían para dañar a los Clinton en los momentos más inoportunos.

Ocurrió lo mismo cuando se supo que Bill había ocupado su último día como presidente en conceder perdones presidenciales, un derecho de gracia establecido en la Constitución de los Estados Unidos. El presidente Gerald Ford dio su perdón a Richard Nixon por el caso Watergate, en medio de una gran convulsión política. El primer presidente Bush perdonó, entre otros muchos, a varios acusados del escándalo Irán-Contra durante la administración Reagan. Clinton se dio rienda suelta a sí mismo cuando indultó a ciento cuarenta personas en su día final de mandato. Ciento cuarenta indultos, uno a uno, en un solo día…

Entre ellos figuraba Marc Rich, que murió en 2013. Había sido condenado por evasión fiscal y por comerciar ilegalmente con el petróleo iraní durante la crisis de los rehenes en la embajada americana en Teherán. Cuando fue inculpado de esos delitos, Rich estaba en Suiza, y allí se refugió.

El perdón de Bill Clinton a Marc Rich agravó la mala imagen que incluso muchos seguidores demócratas tenían ya de los comportamientos del presidente. Porque la esposa de Rich había donado más de un millón de dólares al Partido Demócrata, 100 000 a la campaña de Hillary Clinton al Senado, y 400 000 a la Fundación Clinton. El perdón no había sido gratuito. «Una decisión vergonzosa», proclamó el expresidente demócrata Jimmy Carter.

La acusación contra Rich por sus delitos fue presentada por Rudolph Giuliani, por entonces fiscal federal. Las vueltas que da la política colocaron a Giuliani con el paso de los años en la alcaldía de Nueva York, después en un intento fallido de alcanzar la nominación republicana para la presidencia y, aún más oportuno, como uno de los responsables de la campaña electoral de Donald Trump contra Hillary Clinton en 2016.

Y más vueltas que da la política: James Comey participó como fiscal en aquel procedimiento judicial contra Rich. Y en 2002 fue designado como el fiscal federal que debía investigar si Bill Clinton había actuado correctamente al indultar a Rich. El caso se cerró sin acusaciones. Unos años antes, Comey había formado parte como consejero especial del comité del Senado que investigó a los Clinton por uno de sus muchos escándalos, más o menos justificados: el llamado caso Whitewater, que también terminó sin acusaciones. Y, lo más relevante: años después, en 2013, James Comey fue nombrado por Barack Obama director del FBI. Como tal, abrió una investigación contra Hillary Clinton por haber utilizado un servidor privado de correo electrónico cuando era secretaria de Estado. Esa investigación condicionó buena parte de la campaña electoral de 2016. Comey la dio por terminada en julio, sin presentar cargos contra Hillary, pero sí con una reprimenda por su negligencia. Inesperadamente, Comey reabrió el caso de los emails a solo diez días de las elecciones del 8 de noviembre de 2016, provocando un vuelco en los sondeos, histeria en la campaña de Hillary, pánico en Occidente ante el avance de Donald Trump y una polémica monumental por la oportunidad de su decisión. La polémica se complementó y aumentó cuando el martes 1 de noviembre, justo una semana antes de la votación, el FBI hizo públicos los informes de la investigación sobre el perdón de Bill Clinton a Marc Rich, del que ya habían pasado quince años. Quince. Hillary culparía después a Comey de su derrota en las urnas y de la victoria de Trump.

James Comey se convirtió en el gran protagonista del cierre de campaña en 2016. El director del FBI no iba a pasar inadvertido ni por sus decisiones, ni por sus más de dos metros de altura, ni por su tendencia republicana reconocida públicamente.

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