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3. Ruta hacia la Casa Blanca » El Quijote Sanders

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EL QUIJOTE SANDERS

Pero, aunque el entusiasmo de sus seguidores era mucho, la meta se le vino encima a Sanders sin haber podido sumar el número necesario de delegados a la Convención Demócrata. Y los superdelegados (el Partido Demócrata nombra como tales a los cargos públicos, que pueden votar lo que deseen en la convención) estaban de parte de Hillary, en su inmensa mayoría. Era Don Quijote contra los molinos de viento.

Don Quijote se resistió a reconocer su derrota mucho más allá de lo que aconseja la tradición política americana. Mucho más allá de lo que le pedía la superestructura de su partido, y de lo que le pedía la propia Clinton. Y también mucho más allá de lo que podían soportar los guardianes del dinero público, porque mientras Sanders se mantuviera en la lucha de las primarias, tendría asignado un equipo entero de seguridad del Servicio Secreto de los Estados Unidos, pagado por los contribuyentes, a sabiendas de que ya no podía ganar. Los contribuyentes… esos a los que Sanders tanto defendía.

Pero el todavía candidato estaba forzando la maquinaria del partido hasta conseguir, como consiguió, que varias de sus propuestas fueran incluidas en el borrador de programa del partido. Por ejemplo, que se elevara el salario mínimo a 15 dólares la hora. Había sido una de sus promesas de campaña.

Hasta que ese momento llegó, el discurso oficial del Partido Demócrata era que asumir que había perdido era bueno para él, para Hillary y para las opciones de los demócratas de mantener en su poder el trono de la Casa Blanca. Pero Sanders apuraba el acelerador para forzar a Hillary a aceptar, aunque solo fuera de forma retórica, las exigencias del sector más izquierdista de su partido.

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