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3. Ruta hacia la Casa Blanca » La decadencia de los republicanos

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LA DECADENCIA DE LOS REPUBLICANOS

«Los candidatos presidenciales ganadores siempre se han dirigido al país entero y han prometido representar a todos los americanos». La frase aparece en un libro escrito a la carrera y desesperadamente por David Frum, cuando ya era evidente que Barack Obama conseguiría la reelección en noviembre de 2012, y que Mitt Romney se iba a estrellar, como otros republicanos antes que él. Frum no invirtió mucho de su tiempo en buscar un título imaginativo. No había necesidad. Directo y al grano: «Por qué Romney perdió».

Frum ocupó parte de su vida profesional como escritor de discursos para George W. Bush. Es un conservador, un hombre de derechas de toda la vida, orgulloso de serlo, y dispuesto a manifestarlo abiertamente. Pero a quienes son de derechas les puede ocurrir lo mismo que a quienes son de izquierdas: pueden ser sensatos y entender la diversidad política y sus ventajas, o pueden dejarse arrastrar por el error de considerar que solo ellos están en lo cierto y que, por tanto, solo ellos tienen derecho a existir. Aquellos que se rinden a esa equivocada tentación disfrutan de creerse sus propias mentiras, y pueden deslizarse hacia posiciones extremas en las que el adversario se transforma en enemigo. «¿Si sabemos que el extremismo es peligroso, por qué vemos tanto extremismo (entre nosotros, los republicanos)?».

Frum, desesperado al ver a su partido dispararse repetidamente y con notable puntería en su propio pie, expuso con crudeza algunos números poco discutibles. «El Partido Republicano está cada vez más aislado de la América moderna. En el cuarto de siglo que ha pasado desde 1988 ha habido seis elecciones presidenciales. Solo en una de ellas (¡en una!) el candidato republicano consiguió la mayoría del voto popular, y por un miserable 50,73 por ciento (la segunda victoria de Bush hijo; en la primera, Al Gore perdió las elecciones pero había ganado en número total de votos). Como contraste, de las seis elecciones que hubo entre 1968 y 1988, los republicanos ganaron cinco. La media de porcentaje de voto conseguida, incluyendo la derrota de 1976, fue del 52,5 por ciento». Esta tesis de Frum no ha sido desmentida por las urnas en 2016. De hecho, ha sido confirmada: la candidata demócrata Hillary Clinton ganó el llamado voto popular con el 47,9 por ciento (cerca de 66 millones de votos), frente al 47,2 por ciento del republicano Donald Trump (en torno a 63 millones). Sí, los republicanos siguen teniendo menos votos que los demócratas, pero su reparto es el apropiado para sacar ventaja del peculiar sistema electoral americano. Y eso es lo que cuenta en la práctica.

Pero a Frum no le faltan argumentos, y se desmelena en la explicación del recorrido republicano hacia una supuesta inoperancia electoral, con una afirmación demoledora: «El GOP (el Partido Republicano) se ha convertido rápidamente en el partido de la América de ayer». Y remata su vitriólica autocrítica: «Los republicanos no solo dicen barbaridades, sino que se las creen y actúan en función de ellas». Pocos republicanos leyeron el libro de David Frum. Y pocos de los que sí lo leyeron le hicieron caso.

Frum no podía imaginar que cuatro años después de advertir a los suyos del desastre en el que se habían instalado, esos mismos suyos parecían lanzarse con el cráneo por delante hacia lo que casi cualquiera daba por hecho que sería la tercera derrota consecutiva en unas elecciones presidenciales. ¿Por qué se empeñaban en nominar a Donald Trump? La muy articulada tesis de David Frum demostró, con el paso de los meses, que no hay tesis articuladas en política que resistan su convalidación con las urnas. El 8 de noviembre se derribaron muchos mitos electorales. Muchas verdades sociológicas y políticas decayeron. Una vez más.

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