Trump

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LA INEVITABILIDAD DE TRUMP

Dana Milbank estaba equivocado, pero igual que todos. Un error muy común en política y en quienes opinan sobre política es confundir los deseos con la realidad. Dejar las convicciones personales a un lado para analizar la situación con cierta distancia es una medida cargada de prudencia, pero no siempre fácil de aplicar. Nadie fue capaz de prever el grado de desequilibrio colectivo que elevaría a un personaje como Trump a la Casa Blanca.

Como predecir el pasado es siempre acercarse al acierto, desde que Trump se aseguró la nominación republicana los analistas se explayaron en sesudas explicaciones sobre la «inevitabilidad» de que el magnate derrotara a todos sus rivales. Pero no era extraño que en un principio nadie se tomara en serio las opciones de Trump. Se daba por hecho que entre los otros precandidatos emergería uno capaz de reunir los votos de los demás para imponerse en las primarias y evitar el riesgo de que un outsider sin experiencia política ni raíces en el partido se hiciera con la nominación. Pero no fue así. ¿Por qué?

Un sondeo realizado por Yougov.com a partir de febrero de 2016, en el inicio de las primarias, ya advertía del error que estaban cometiendo casi todos: entre los votantes republicanos Trump aparecía como el candidato más apreciado, como el que consideraban más probable ganador entre la docena de aspirantes que inició la carrera en 2015. Y algo extraordinariamente importante para Trump: cuando un candidato dejaba de serlo, sus votantes se iban con Trump y no con los demás. La inmensa mayoría de los responsables del partido y de sus cargos electos (alcaldes, gobernadores, congresistas) repetían cada día el mensaje de que Trump no podía ganar las elecciones de noviembre y que, por tanto, no debía ser elegido como el candidato. Rotundo fracaso.

Trump ganó las primarias a pesar de que cualquier observador medio entendía, con buenas razones argumentales, que nadie con ese discurso agresivo, cargado de insultos a buena parte de la población y lleno de extremismo pudiera ser acogido con simpatía por un número relevante de votantes republicanos. Pero lo fue. El sondeo aclaraba lo que iban confirmando las votaciones: que las posiciones descarnadas defendidas por Trump reflejaban muy bien el sentimiento político profundo de las bases republicanas. Los encuestadores preguntaron de forma muy específica a los encuestados sobre las propuestas más controvertidas de Trump: la prohibición de que lleguen más musulmanes a Estados Unidos, la construcción de un muro en la frontera con México y la deportación de inmigrantes. El resultado del sondeo aportó datos incuestionables. El 73 por ciento de los votantes republicanos estaba a favor de que se prohíba a los musulmanes entrar en Estados Unidos. El 85 por ciento estaba a favor de construir un muro en la frontera con México. Y el 90 por ciento apoyaba la deportación de inmigrantes. No hay matices cuando los números son 73, 85 y 90.

Pero casi nadie quiso creer que fuera posible. Una vez más, se confundieron los deseos con la realidad, y se ignoraron las señales. Donald Trump se había convertido en el candidato inevitable delante de los sorprendidos ojos del mundo.

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