Top secret

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Capítulo VII

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CAPÍTULO VII

Cuando Pies Planos despertó, movió su cabeza dolorida y lo primero que escuchó fue el rumor del mar que le era familiar.

El cielo estaba tachonado de estrellas y hacía un ligero frío que produjo un estremecimiento en su ñaco y desnutrido cuerpo.

Se sentó en la gruesa arena y, al hacerlo, se percató de que no estaba solo. Junto a él, sentado también, se hallaba Jo Alan fumando un cigarrillo, pensativo y paciente.

Pies Planos recordó de inmediato lo sucedido en el callejón y quiso incorporarse de un brinco para escapar, pero Jo Alan sólo tuvo que alargar su mano y agarrándolo por los cabellos volvió a sentarlo de un fuerte tirón que Pies Planos acusó con dolor.

—Bien, ya podemos hablar.

—¡Yo no tengo que hablar de nada, no sé quién es!

El melenudo se llevó un golpe en mitad de la boca que le reventó ligeramente los labios, haciéndole notar el sabor de su propia sangre.

—Creo que te conviene hablar, a menos que quieras pasarlo mal y luego…

—¿Luego qué? —preguntó pasándose el dorso de la mano por la boca.

—Te entregaré a la policía.

—¿A la policía?

—Sí, yo sé que tú serías una perita en dulce en manos de la policía. Ya me imagino los titulares de la Prensa de mañana: «Pies Planos detenido. Melenudo que llevó a cabo el múltiple y repugnante asesinato de la familia Landon».

—¡Yo no fui!

—¿Ah, no? Vamos, Pies Planos, ¿empiezo contigo? No tienes escapatoria, claro que si hablas…

—¿Quién es usted?

—Si hubieras dejado a Joyce hablar por teléfono, te lo habría explicado.

—¿Joyce, ha sido esa maldita bruja?

—Ella me dijo que tú eras el asesino de la familia Landon.

—¡No!

Tuvo que agarrarlo para que no escapara de nuevo.

—Quieto, y no te pongas histérico como una chica, claro que si quieres que te meta la cabeza dentro del agua para que te refresques.

Jo Alan lo sujetó por el chaleco de cuero que vestía y con la otra mano lo cogió por los pantalones, alzándolo con gran facilidad. Se disponía a echarlo de cabeza al agua, pero Pies Planos manoteó y suplicó:

—¡No, no, se lo diré!

Tras manejarlo como si se tratara de un muñeco, lo soltó.

El tipejo cayó de boca contra la arena y poco después, se volvió. El cielo comenzaba a ser menos oscuro, llegaba la amanecida.

—¡Yo no sé nada, no me acuerdo de nada!

—¿Quieres decir que ibas drogado, acaso empezasteis una fiesta de aquelarre para tratar de emular a Manson?

—Yo no sé nada. Todo fue horrible, horrible…

De pronto, sufrió un ataque nervioso, como de epilepsia. Sus nervios debían estar destrozados por la anemia y las drogas, también había en él mucho de histeria.

Aquel joven desquiciado era fácil presa para alguien con voluntad fuerte y algo de magnetismo.

Observó que de su cuello colgaba una cuerda y de ella una pequeña bolsa de piel que lo mismo podía contener fetiches, drogas, que algo importante.

Alargó la mano y le arrebató la bolsa de un fuerte tirón. Instintivamente, Pies Planos quiso recuperar lo que era suyo, pero Jo Alan le hizo caer con un golpe de su pie con el que perdió el equilibrio. Aquello demostraba que su ataque pseudoepiléptico era más cuento que nada.

—Hum, veamos qué llevas ahí dentro.

—¡Es mío! —protestó.

Jo Alan abrió la bolsa y puso en su mano lo que había dentro de ella y que resultaron ser pequeños pendientes, algunos de bisutería, otros de oro y algunos con una perla.

—Vaya, pareces una urraca. ¿De dónde has sacado estos pendientes?

—¡Son míos!

—¿Recuerdos de noches de amor?

—¡No le importa!

—Es curioso, porque sólo tienes un pendiente de cada tipo, ninguno aparejado. Extraña manía la tuya, Pies Planos.

—¡Déjeme!

—¿Que te deje, en manos de la policía, quieres decir?

—Pero, ¿usted quién es, por qué me acosa?

—Eso es cuenta mía, Pies Planos. Me gustaría saber cómo descubrió Joyce que tú eres uno de los repugnantes asesinos de la familia Landon.

—Es una bruja, una zorra. Tiene pacto con Satanás…

—Yo no creo que tenga pacto con Satanás, simplemente que es más lista que tú. Algún día le preguntaré cómo te descubrió.

—Yo no he admitido que tomé parte en la matanza.

—Vamos, Pies Planos, no empieces otra vez a ponerte histérico. Te doy cinco segundos para que te expliques, luego será tarde. ¿O es que quieres morir?

—Yo no sabía lo que hacía, estaba de «viaje», lo recuerdo vagamente. Creía que era una pesadilla, pero al leer los periódicos, yo mismo me he asustado.

—Bueno, ya empiezas a hablar.

—¡Le juro que yo jamás habría hecho una cosa semejante!

—Muchos dicen eso, pero cuando toman drogas cometen barbaridades.

Jo Alan quedó un instante en silencio. Pensó que aquel sujeto era tan débil física como mentalmente y que, apoyado por los nocivos alucinógenos, cualquier desaprensivo con magnetismo podía hipnotizarle.

—Le juro que sentí náuseas en lo que yo creía una pesadilla. Aquel hombre, aquella mujer, aquellas criaturas, todos torturados, asesinados… Había sangre, mucha sangre, todo rojo, y los cuchillos se clavaban una y otra vez mientras alguien cantaba.

—¿Qué cantaba?

—Matad, matad, matad y purificad… No me acuerdo de más.

—Vamos, escupe de una vez. ¿Quién es el jefe?

—Earthman.

—¿Earthman, estás seguro?

—Sí, tiene que ser él, lo recuerdo en la pesadilla. Era él quien cantaba.

—¿Y quién es Earthman?

—Si lo denuncio a la policía, me matará, sé que me matará.

—Tú no lo has denunciado a la policía, sólo estás hablando conmigo y Joyce sabe que a mí no me interesa que la policía se inmiscuya en mis asuntos.

—¿Qué es lo que busca?

—Eso se lo diré a Earthman y no a una marioneta como tú, andando.

—Está bien, está bien. Earthman vive en una pequeña y solitaria isla a unas veinte millas al sur del área urbana.

—Supongo que habrá algún modo de ir a esa isla.

—Sí, sí lo hay.

—Pues vayamos ahora mismo.

—Está bien, pero a Earthman no le gustan los intrusos. Aunque parece pacífico, a veces resulta muy violento.

—Después de lo que le sucedió a la familia Landon, me lo creo.

Pies Planos, con su caminar ligeramente cómico y dominado por la fuerte personalidad de Jo Alan, se dejó llevar hasta el «Lancia-Fulvia». Amaneciendo ya, rodaron hacia la carretera de la frontera.

Pies Planos permaneció en silencio. El propio Jo Alan creía que no tenía muchas preguntas que hacerle. Pies Planos sólo había sido una marioneta en la massacre.

—Por aquel camino de la derecha —señaló el hippy.

Jo Alan se salió de la carretera, introduciéndose por un camino abrupto y descendente. Detuvo el coche entre un grupo de rocas, quedando bastante oculto.

—Allí está la isla —indicó Pies Planos.

—Una isla pequeña y sin vegetación.

—Earthman es un tipo muy especial. Estuvo en Nepal y el Tíbet mucho tiempo.

—Ya, uno de esos falsos santones. Andando.

—En aquella caseta encontraremos la lancha.

Pies Planos halló la llave en un resquicio que había entre la viga del dintel y el tejado de fibrocemento. Introdujo la llave en la cerradura y franqueó la puerta.

Allí había algunas cajas, bidones y una lancha neumática con motor fuera borda.

—Ayúdame a llevarla hasta el agua.

Entre los dos llevaron la lancha neumática hasta el mar. Era ya de día, aunque sólo se escuchaba el rumor del oleaje y algunos coches que pasaban raudos por la carretera a su espalda.

El motor de la lancha roncó estentóreo y con los dos a bordo, navegó en dirección a la pequeña y en apariencia solitaria isla.

—A Earthman no le va a gustar que le haya traído —se lamentó Pies Planos como niño que espera una reprimenda.

—Sólo quiero hacer un trato con él —dijo Jo Alan cuando sentía deseos de golpear al tipo que había dirigido aquella salvajada contra la familia Landon utilizando a tipejos como Pies Planos que se ensuciaban las manos de sangre por él.

Cuando se hallaban a mitad del recorrido, escucharon la detonación de un rifle. Pies Planos palideció primero y chilló después:

—¡Earthman, Earthman, no dispares, soy yo, Pies Planos!

Se había puesto en pie y manoteaba.

Jo Alan comprendió que se hallaba en dificultades. El bote neumático había sido perforado limpiamente.

La bala había penetrado por un costado del bote y salido por debajo, lo que hizo que perdiera aire con suma rapidez, produciendo el ruido clásico del reventón.

Al perder aire la lancha, Pies Planos perdió el equilibrio y cayó al agua espectacularmente, salpicando al propio Jo Alan.

De nuevo tronó el rifle y el piloto de pruebas pudo ver cómo el desgraciado Pies Planos recibía un impacto en mitad de la cara. El rifle debía de ser un «Magnum» a juzgar por el destrozo causado.

No deseando que una tercera bala le tocara a él, se lanzó al mar sumergiéndose rápidamente. Mientras descendía hacia las profundidades, notó que una bala le pasaba cerca. No muy lejos se hundía la lancha perforada.

Cuando llegó al fondo, se quitó los zapatos y nadó hacia un grupo rocoso. Tuvo que salir a buscar oxígeno para sus pulmones cuando éstos semejaban ir a estallarle.

Al asomarse a flor de agua, descubrió una lancha de madera también con motor que se dirigía hacia la playa.

En ella iban tres melenudos con túnicas y ostentosos collares, pero entre los tres destacaba uno al que sólo se le veían ojos y nariz en el rostro. Su cabello era negro, muy abundante, lo mismo en la cabeza que en la barba y el bigote.

Aquel tipo, cuya raza era difícil de definir, pues posiblemente era el resultado de varios cruces, portaba el rifle asesino en la mano y escrutaba con ansiedad alrededor, buscando a quien consideraba su presa.

Jo Alan se sumergió antes de que lo descubrieran de nuevo y nadó hacia las rocas, esperando que por el camino no le saliera ningún tiburón.

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