Terror

Terror


Capitulo 16

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El anillo de fuego que rodea la cuenca del océano Pacífico es alimentado por el terrible calor y las tensiones del interior de la Tierra. Hay otros anillos de fuego. No son naturales, sino hechos por el hombre. El fuego es nuclear. Y no rodean océanos, sino naciones.

La finalidad de las armas nucleares, como de todas las armas, es obligar a alguien a hacer lo que tú deseas que haga. Ésta es la doctrina de la fuerza mayor. Funciona bien —independientemente de si lo que deseas es moral o justo, y por supuesto independientemente de lo que la otra parte desee—, a menos que el otro también esté armado. Entonces, casi todo lo que se puede hacer es matarse mutuamente.

La existencia de los Estados Unidos, por ejemplo, es muy inconveniente para la Unión Soviética. Si la URSS fuera la única superpotencia nuclear en el mundo, no tendría ninguna dificultad en imponer su voluntad sobre cualquier otra nación, o sobre todas ellas a la vez. Un solo misil balístico nuclear, dejado caer sobre una sola ciudad, podría demostrar que la cosa iba en serio. Si se produjera alguna resistencia después de eso, bien, había diez mil misiles nucleares o así adicionales a mano para repetir la lección. La provisión de armas nucleares para cada una de las superpotencias es mayor que el número total de ciudades grandes del mundo. ¿Mostraría China signos de desobediencia? Eliminemos Beijing; el resto entrará en razón en poco tiempo. ¿Intentará Polonia romper sus cadenas? Varsovia puede ser borrada del mapa de un plumazo. Unos Estados Unidos no nucleares podían ser un problema un poco mayor, pero con Washington, Nueva York, Chicago y Los Ángeles arrasados, cualquier objeción de los supervivientes no importaría demasiado.

El equilibrio de la destrucción mutuamente asegurada estropea muchos de estos cálculos optimistas —en ambos lados—, y los misiles apuntados a las ciudades de occidente son impotentes, por temor a las represalias de aquellos apuntados hacia Moscú, La Habana y Hanoi.

Todavía pueden seguirse luchando guerras no nucleares. Las hay constantemente en África y Latinoamérica, en Vietnam y Afganistán, casi en cualquier parte excepto en los territorios de las superpotencias. Pero entre los gigantes, el poder de las armas nucleares abruma todas las demás consideraciones. Las marinas son inútiles unas contra otras; un solo crucero portamisiles como el U.S.S. Columbus lleva en sus entrañas suficiente poder como para hacer cambiar el resultado de cualquier batalla naval en la historia. Los ejércitos, aunque poderosos, están encadenados; ¿de qué sirve ganar batallas con un ejército, si el país de este ejército ha sido destruido a sus espaldas?

Durante cuarenta años, las dos superpotencias han maquinado y se han afanado para superar a la otra en poder ofensivo y amenazador. Los anillos de fuego que cada una ha tendido alrededor de la otra se han ido apretando. Los Pershing II nucleares a un lado de la frontera se enfrentan a los SS-20 nucleares al otro. Los submarinos de una potencia circundan las costas de la otra, con sus misiles nucleares siempre a punto, en mares cálidos y mares fríos…, incluso bajo el hielo ártico, donde los submarinos soviéticos Tifón y los submarinos americanos clase Los Ángeles pueden perforar en cualquier momento la capa de hielo de la superficie y lanzar sus cabezas nucleares. En algunos momentos, de alguna forma, una nación ha tenido más armas que la otra; a raíz de lo cual la otra ha redoblado sus esfuerzos y en poco tiempo ha conseguido alguna parcial y momentánea ventaja. Nada ha cambiado. El balance del terror es robusto frente a las fluctuaciones menores. Es como si un soldado americano se encontrara con un defensor vietnamita en medio de la maraña de las selvas de Vietnam, significaría muy poca diferencia el que uno tuviera seis granadas y el otro sólo cuatro. Ninguno de los dos sobreviviría.

Así que el alcanzar una ventaja realmente significativa es algo que siempre ha eludido a las dos superpotencias, porque en cualquier momento cada una de ellas ha poseído el poder de aniquilar a la otra…, siempre que esté dispuesta a ser aniquilada a su vez en represalia.

Las bandas terroristas capturan individuos y los mantienen secuestrados, imponiendo sobre ellos su voluntad con la amenaza de la muerte. Las superpotencias no se molestan con los individuos. Mantienen como rehenes a naciones enteras.

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