Terror

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Capitulo 20

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El 18 de enero de 1778, el capitán Cook avistó la isla de Kauai. Es el primer encuentro registrado de un europeo con las islas hawaianas. Durante los diez días siguientes los grupos de desembarco de los dos barcos de Cook fueron a tierra para investigar las nuevas tierras e intercambiar clavos de hierro por cocos y cerdos. Ningún marinero inglés permaneció en tierra durante la noche. Cook lo prohibió…, hasta la noche del 29 de enero, en que un oficial y veinte hombres no pudieron volver por culpa del oleaje antes de la caída de la noche.

Cook no había deseado que ninguno de sus hombres hiciera eso porque era —más o menos— un hombre bienintencionado, y sabía lo que podía ocurrir si sus hombres, sometidos hasta entonces a privaciones, se veían ante una noche de libertad en presencia de mujeres nativas. Ocurrió. Un día o dos más tarde desplegó velas y partió en su infructuosa misión de búsqueda de un paso por el noroeste.

A finales del año, cuando el tiempo frío lo empujó de nuevo hacia el sur a través del estrecho de Bering, tras no haber encontrado ningún paso, desembarcó en una isla distinta de la misma cadena. No le sorprendió que los hawaianos que le recibieron llevaran ya las huellas de las enfermedades venéreas. A partir de entonces, los capitanes de barco intentarían mantener a sus tripulaciones a bordo como protección…, pero era a los marineros a quienes deseaban librar de las infecciones; para los isleños ya era demasiado tarde. En menos de un año, la sífilis y la gonorrea se convirtieron en enfermedades epidémicas.

Los hawaianos que, en febrero del año siguiente, apuñalaron al capitán Cook, matándolo entre las olas de la bahía Kealakekua, no se estaban vengando de él por haber añadido una nueva preocupación a su placer sexual, aunque quizás alguno de ellos pensara que tenía todo el derecho del mundo.

Al cabo de un siglo, las Islas habían cambiado de un modo increíble. La institución del «kapu» había desaparecido. Así que las mujeres ya no tenían miedo de comer en la misma mesa que los hombres; los súbditos ya no veían cómo les eran arrancados los ojos por pisar la sombra de un rey; los plebeyos eran autorizados a tener sus propias tierras. (Desgraciadamente, eso implicaba que se les permitía vender las tierras que poseían, de modo que cada vez más y más hawaianos cayeron en manos de los listos comerciantes extranjeros). Los guerreros que hasta entonces habían guerreado con mazas de pedernal afilado y lanzas aguzadas de madera se pasaron a los cuchillos, luego a los mosquetes. Las piraguas de guerra de doble casco fueron reemplazadas por goletas provistas de cañones. El arte del armamento avanzó un millar de años a cada generación y, predeciblemente, las nuevas armas hicieron tanto como las nuevas enfermedades para barrer a los hawaianos nativos. Todas las armas adquiridas por los hawaianos eran efectivas solamente entre ellos, porque los europeos siempre disponían de otras mejores. Ninguna ciudad ribereña estaba en condiciones de resistir el ataque de un barco de guerra extranjero. Rusia, Francia, Inglaterra, los Estados Unidos…, todos enviaban de tanto en tanto sus fuerzas navales para asegurarse de que sus súbditos en las islas eran tratados como correspondía. A menudo, desgraciadamente, esto incluía el derecho a robar lo que quisieran y apoderarse con engaños de lo que quedara. Hawai no fue afortunado con la mayor parte de sus visitantes extranjeros. Algunos acudieron movidos por el idealismo y el fervor religioso. Otros creían que el mundo civilizado les quemaba demasiado y se instalaron allá para probar suerte en defraudar a los inocentes salvajes. Los visitantes que acudieron de buena fe demostraron demasiado a menudo ser corruptibles, y la mayor parte de los otros ya eran corruptos de por sí.

Cada vez menos nativos hawaianos se hallaban en posición de resistirse a todo aquello. El 10 de febrero de 1853, el Charles Mallory trajo la viruela de San Francisco a Hawai. La fiebre tifoidea y el tifus eran importaciones anteriores. Unos pocos años más tarde, la lepra (la «enfermedad china» fue llamada, aunque nadie pudo decir honestamente si llegó de China o de cualquiera de otra docena de lugares) empezó a difundirse, y los hawaianos tuvieron que abrir una colonia de cuarentena en Molokai. No todas las enfermedades importadas eran bacteriológicas. El alcoholismo (los hawaianos nunca habían sabido elaborar alcohol) y la prostitución se convirtieron pronto en males epidémicos. No había nada parecido al sexo a cambio de dinero en el Hawai preeuropeo; no había habido necesidad de ello, puesto que las mujeres hawaianas nunca habían sentido escrúpulos morales acerca de «acostarse pecaminosamente con un hombre». Los europeos les enseñaron a hacerlo sobre unas bases monetarias…, y lo hicieron tan bien que los beneficios anuales medios de la colonia de prostitutas de Hawai, aproximadamente cien mil dólares al año, igualaba casi los ingresos anuales medios del gobierno.

En la época en que nació Kushi Shiroma, en 1889, el gobierno hawaiano ya no era muy hawaiano. Kalakaua, el último de los reyes hawaianos, aún ocupaba el trono; pero la constitución que los reyes se habían visto obligados a aceptar con engaños daba todos los poderes reales a los ministros de estado…, casi todos ellos yankis. A Kalakaua no le gustaba aquello. Incluso intentó, entre otras cosas, iniciar una sociedad secreta clandestina, la Hale Naua. Sólo los hombres de probada estirpe hawaiana podían unirse a ella. Los rituales eran complejos y extraños, la finalidad —probablemente— contrarrestar las fuerzas extranjeras con una dedicada resistencia.

Pero la resistencia no resistió mucho, y en 1893 el último de la dinastía se vio obligado a dejar el trono. La hermana y sucesora de Kalakaua, Liliuokalani, fue la primera reina hawaiana reinante…, y también la última y la única.

Un siglo más tarde de todo eso, los deseos, actos y ceremoniales de los reyes hawaianos eran de interés principalmente para los turistas.

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