Terror

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Capitulo 26

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Considerado como un problema de laboratorio en fisioquímica, el planeta Tierra se halla en un estado desconcertante. Hay demasiado oxígeno en el aire, y demasiada poca sal en el mar; todo el planeta se halla en una condición de baja entropía.

«Entropía» es uno de esos términos que resultan fáciles de observar pero no muy fáciles de comprender. Significa la tendencia de los sistemas cerrados a ir del orden al desorden. Si posee usted un cubito de hielo y una taza de té caliente, esto es un sistema ordenado o de baja entropía, una cosa es muy fría, la otra muy caliente, eso es una especie de orden. Si echa usted el cubito de hielo en el té caliente, al cabo de poco tiempo tendrá usted un té tibio y aguado. Eso significa menos orden en el sistema; la entropía se ha elevado.

¿Hay sistemas que mantienen la baja entropía durante largos períodos de tiempo?

Sí. Hay estructuras organizadas con baja entropía, que mantienen esa estructura a través del rendimiento de la energía. Erwin Schroedinger definió esas estructuras en 1944. Son lo que llamamos «vida».

Ese rasgo particular de las cosas vivas que intenta mantener el orden alto y la entropía baja tiene también un nombre. Se le llama «homeostasis». El planeta Tierra (o al menos esa parte de él que reside entre la corteza del planeta y, digamos, la capa de ozono en la parte alta de la atmósfera), parece ser homeostático. Por ejemplo, si ponemos una muestra de la atmósfera de la Tierra en una campana hermética, junto con una muestra de madera de un bosque, y les prendemos fuego, arderán. Seguirán ardiendo hasta que o bien la cantidad de oxígeno en el aire o bien la cantidad de carbono en la madera se vean reducidas a un nivel demasiado bajo para seguir ardiendo.

Pero, fuera de la campana hermética, las cosas son completamente distintas. El aire está ahí, con su oxígeno. La madera está ahí, en forma de bosques. El poder de ignición está ahí, si no de otras fuentes, sí de tanto en tanto de un relámpago golpeando un árbol. La combustión se inicia, exactamente igual que en la campana hermética. Pero, mucho antes de alcanzar el nivel de escasez de oxígeno o de carbono, se detiene; normalmente, la lluvia la apaga. Siempre hay carbono disponible en la superficie y oxígeno disponible en el aire. La reacción nunca llega hasta su final. Más aún, una vez el incendio del bosque ha terminado, surgen nuevos brotes, y antes de mucho tiempo la relación carbono/oxígeno se halla de vuelta a su punto de inicio…, eso es la homeostasis.

No es un accidente que esa parte de la Tierra entre la corteza y la capa de ozono sea llamada la «biosfera», porque encaja con la definición de Schroedinger de una cosa viva. Los bosques se regeneran después de un incendio. Nuevas formas de vida evolucionan y se expanden para repoblar la Tierra después de una extinción. Con la ayuda del «rendimiento de la energía» (que procede casi enteramente de la radiación del sol), la estructura mantiene su estado de baja entropía.

Esto no es decir simplemente que hay cosas vivas en la biosfera; eso resulta evidente. Es decir que todas esas cosas vivas, tomadas en su conjunto —insectos y elefantes, microorganismos y secoyas, calabazas y reyes— constituyen una especie de entidad viva unitaria, única, colectiva.

En 1974, James Lovelock y algunos otros científicos, primero en los Laboratorios de Propulsión a Chorro, más recientemente en el Laboratorio de Biología Marina de Plymouth, Inglaterra, le dieron un nombre a esa entidad. La llamaron «Gaia».

La hipótesis de Gaia afirma que la vida sobre la Tierra (tomada colectivamente) no sólo tiene como finalidad permanecer con vida y reproducirse, sino que incluso da pasos para asegurarse de que la vida sobre la Tierra seguirá siendo eternamente posible.

Es una hipótesis científica reconfortante. Incluso puede que sea cierta.

La hipótesis de Gaia toma conocimiento de los hechos de que hay demasiado oxígeno en el aire y demasiada poca sal en el mar.

Si el oxígeno del aire fuera eliminado, todos los animales sobre la superficie de la Tierra morirían de inmediato. Lo mismo les ocurriría, un poco más tarde, a todos los animales de los océanos, puesto que lo que los sostiene es el oxígeno en el mar que se disuelve del aire. ¿Cómo llega al aire el oxígeno que mantiene vivas las cosas? Bien, es creado por otras cosas vivas. Las plantas toman la energía solar, reducen el dióxido de carbono a sus elementos, utilizan el carbono para sus propias necesidades, y liberan el oxígeno.

La sal en el mar es un problema más serio.

La forma en que la sal va a parar al mar (la mayor parte de ella, al menos) es a través de la lluvia. Las gotas de agua caen sobre tierra firme, forman ríos, descienden para reunirse con el mar. Mientras lo hacen, lamen lechos de sal, y arrastran esa sal con ellas. Luego, algunas de esas mismas moléculas de agua se evaporan de la superficie del mar cuando el sol las calienta, para formar nubes de lluvia y repetir el proceso. Al evaporarse, dejan la sal tras ellas. En consecuencia, poco a poco, a medida que avanzan las eras, el mar se vuelve cada vez más y más salino.

Sólo que no ocurre así.

Los cálculos muestran que, a partir de océanos de agua químicamente pura, libre de sal, la cantidad de sal depositada cada año debería conducir a los mares a su actual contenido de sal en menos tiempo que un parpadeo…, bien, unos sesenta millones de años.

Pero los océanos llevan sobre la Tierra mucho más de sesenta millones de años. Están ahí desde hace más de tres mil millones de años, y todas las evidencias de la vida marina fósil y sedimentos marinos indican que el contenido de sal ha sido más o menos el que existe en la actualidad durante todo ese tiempo.

A estas alturas, el mar debería ser una auténtica salmuera, tan salino que ninguno de los animales marinos podría sobrevivir. La presión osmótica de las sales en un sistema vivo no sería lo bastante grande como para expeler los desechos de sus cuerpos. Los océanos estarían muertos, y en consecuencia lo mismo le ocurriría a la Tierra al cabo de poco tiempo, puesto que son las plantas oceánicas las que mantienen con vida a los animales de tierra firme.

Incluso sabemos dónde va a parar esa sal. Los mares poco profundos se secan y dejan en su lugar enormes lentes de cristales puros de sal; luego, ésas son recubiertas por los fondos de mares posteriores (una carrera entre deposición de sedimentos y disolución de las grandes masas salinas, normalmente vencida por los sedimentos), o son dejadas más o menos al aire libre en extensiones salinas que forman áreas desérticas.

Pero no sabemos cómo ocurre todo esto…, de una forma tan uniforme y consistente, a lo largo de miles de millones de años. Ni siquiera la hipótesis de Gaia de Lovelock da una respuesta a ello. Pero Lovelock hace una pregunta… quizá más que medio irónica: «¿Es posible de la Gran Barrera de Arrecifes… sea el proyecto parcialmente terminado de una laguna de evaporación?

O, menos extravagantemente, ¿acaso la vida modifica constantemente, de alguna forma, los propios océanos, del mismo modo que se sabe que la vida ha modificado la atmósfera, para el progreso y el bienestar generales de toda la vida?

Si la hipóteis de Gaia es cierta, entonces hay razones para esperar que la vida sobre la Tierra sobreviva a cualquier catástrofe, al menos hasta que el propio planeta muera.

No hay nada en la hipótesis de Gaia, sin embargo, que diga que esa vida superviviente tenga que estar formada necesariamente por los seres humanos.

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