Te amo

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VII. A solas con ella

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Alejandro se encontraba recostado en su hamaca viendo la televisión puesto que no había nada más que hacer en el día, había estado trabajando en la mañana y el resto de la tarde lo quería aprovechar con algo de soledad en su habitación mientras que no había nadie en casa.

El tiempo estaba pasando con lentitud y Alejandro le comenzaba a ganar el sueño pero de un momento a otro despertó por completo cuando escuchó que su perrita estaba ladrando a alguien y de pronto se calmó, él sabía que ella solo hacia eso cuando una unica persona estaba cerca de su casa así que se levantó y fue rápido hasta la puerta de la entrada y la mejor sorpresa que haya recibido en el día fue enterarse que Emma estaba esperando que alguien le abriera la puerta de enfrente.

En cuando Alejandro abrió la puerta la pudo ver, ella se veía tan hermosa y magnifica luciendo ese atuendo, fue algo divino para él que ella esté frente él de visita siendo que no había nadie más.

Era perfecto para ambos, Alejandro la hizo pasar a la sala y ella se sentó en uno de los sofás, apenas Alejandro tomó asiento ella le jaló del cabello y dirigió sus labios a los de ella apretándolos suavemente.

Las manos de Emma pasaban por su pecho elevando por completo el lívido de ambos hasta que estas bajaban por encima del pantalón de él. Alejandro no se quedó atrás y sus manos solían ponerse arriba de los pechos de ella, luego de un rato la ropa ya estaba estorbándoles a su punto máximo de la excitación de ambos. Era tanto el placer que ambos estaban sintiendo que ambos al terminar de hacer el amor Alejandro disfrutó de más unos segundos de más en un abrazo que era perfecto pues le encantaba tenerla cerca.

Sin que se dieran cuenta ninguno de los dos, la tarde se convertido en la noche y está en madrugada.

No era solo el hecho de hacer el amor, sino el poder compartir todo el tiempo que tenían con el otro. Ella lo era todo para él y tenerla entre sus brazos era el mejor regalo que ambos pudieran darse al cumplir un año de estar juntos sin importar lo que fuera.










Podía sentir la desesperación y el nerviosismo como si se estuvieran apoderando de él. Era más que obvio que para Alejandro era todo un dolor de cabeza tener que encontrarse en aquella sala de espera de aquel hospital. No hacía mucho que había llegado pero ya sentía una urgencia por irse.

Él se encontraba trabajando cuando recibió la noticia por parte de su mujer y fue lo más rápido que pudo hasta el hospital en la sala de emergencias.

En su interior Alejandro sentía unas ansias de por fin conocer al nuevo integrante de la familia. Se la pasó más de cinco meses planeando con su mujer cual sería el nombre que le iban a poner al niño cuando este naciera y por fin habían llegado a un buen acuerdo la noche anterior apenas la noche anterior cuando todo parecía estar en orden.

En el entretiempo que Alejandro seguía esperando, alternaba los minutos sentado, de pie, revisando la hora en su celular y dando vueltas por el hospital solo para distraerse o por lo menos estar un poco más calmado aunque sabía que eso no era posible porque ella llevaba mucho tiempo dentro de la habitación de parto.

Tan solo tuvo que esperar unos minutos más para que el doctor saliera hasta donde él y le avisara que ya era tiempo de entrar a ver a su mujer y que todo había salido muy bien.

Alejandro entró y pudo observar una de las pocas cosas que lo dejaban dar un gran suspiro de alegría pues lo que veía a continuación era a Emma, el amor de su vida, recostada en una cama, se veía tan hermosa allá y su belleza aumentaba cuando Alejandro podía notar que ella tenía una pequeña personita cargando entre los brazos. Era una niña tan hermosa y divina que era más de lo que ambos padres podían imaginarse.

Tenía la hermosa sonrisa de Alejandro y unos ojos tan brillantes como los que poseía Emma. Ella le cedió la a Alejandro la oportunidad de cargar a su hija y al tenerla entre sus brazos corrió una lagrima en Alejandro pues uno de sus sueños se había cumplido, tener consigo a la niña que tanto anhelaba.

Alejandro la miró a los ojos y le dijo a la niña “bienvenida a la familia, mi querida Mahana”.

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