Taxi

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Miércoles » …Can…

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…Can…

Sandino entra en un restaurante idéntico a otros mil que hay iguales en Barcelona, con la particularidad de que en éste la mitad del local sigue siendo una casa particular. No tiene especialmente hambre pero de vez en cuando tienes que comer, Sandino.

Están sentados dos tipos embutidos en monos de una empresa de calentadores, un hombre básicamente despeinado y divorciado en la barra y una pareja de jóvenes cerca de la puerta, bajo el televisor donde dan las noticias que todo el mundo ya sabe. La dueña del local recita el menú y tú pides, al menos, un plato del que ya no les queda. No hay problema. Lo que sea. Vino de corcho y mantel de papel. Los jueves hay carne de avestruz, mira tú qué bien. Saca Sandino el Manchette y lo coloca a la distancia justa para leer, comer y mancharse a la vez. Los del gas hablan de drogas y uno de ellos le pide al otro que le saque del grupo de WhatsApp. Manchette es rápido. Manchette es un músico de jazz y la farlopa de los chicos es buena. Sandino añora aquello pero ahora cuando se la ofrecen la rechaza sin problemas porque se sabe que uno recuerda lo bueno y piensa lo malo. La droga. La droga más buena es enamorarse, chaval. Enamorarse es la droga. La puta carnicería de enamorarse. Prometiste a Lola no enamorarte más de nadie. Pero se hace de noche, bajas las escaleras y en el garito alguien ha dejado caer desde la altura de un rascacielos un vinilo con canciones imparables. Es la posibilidad. Es todo otra vez. En la tele, la infanta aparece ojerosa. Pobre niña rica. Por cierto, Nat, ¿qué demonios haces en mi cabeza? Sin darme cuenta: tres en raya. Quiero besarte. Quiero ganarte. Quiero enamorarte, enamorarme y sí, ojalá el famoso camión de dos toneladas nos aplaste y muramos. Es mezquino sobrevivir a ese momento. Es terrible sobrevivir para que el tiempo nos dé la razón. Es ahora. Es la música. Es la muerte de lo que uno ha de distraerse. Te quedarás con tu marido, lo sé, y yo no dejaré mi casa. Las luces del estadio se encenderán y los amantes se mirarán con el maquillaje descorrido y será un pelín ridículo que sea tan tarde, haber desafinado tanto y además Elvis has left the building. Encima eso. ¿Qué me gusta tanto de ti? ¿Qué complejo de clase tengo contigo, pija idiota? No importa: no tienes ni idea de que tú y yo acabaremos juntos, ¿verdad? Pues sí, acabaremos juntos.

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