Taxi

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Sábado » …Clash!

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…Clash!

Has cortado en dos la ciudad como un cuchillo caliente sobre una barra de mantequilla. Has dudado mucho si venir o no. Ella te ha dicho que podías, que bajaras, que quería que vinieras. Tú, de hecho, ya estabas de camino pero no se lo has dicho. Quizá después se lo digas. Podrías llegar antes, pero no quieres correr porque quieres saborear la lentitud como una única cucharada de algo exquisito. Apenas hay tráfico a esas horas de la madrugada. Dejas que los semáforos se tomen su tiempo hasta el verde. Das una vuelta, dos y aparcas en un chaflán de Wellington. La música, como siempre, está demasiado alta. Te percatas cuando estás aparcando y, a pesar de tener los cristales bajados, la gente se gira hacia tu coche. Eres un hortera, Sandino. Eres un chaval de barriada. Eres el último de una saga de matahambres y poco más. Quitas el contacto y alguien golpea suavemente el cristal del copiloto. Una prostituta negra, de poco más de veinte años, entrada en carnes, pechos y caderas exuberantes, cara lunar, llama tu atención. Le dices que no te interesa con un gesto y una sonrisa. Cuando sales del coche vuelves a sonreír y tratas, sin motivo, de disculparte: «Es que ya llego a casa». De camino hacia la portería te preguntas si intentando disculparte no la habrás herido, no le habrás hecho sentir que tú tenías una casa, un hogar, y ella estaba, a las tres de la madrugada, deambulando por la calle, lejos de cualquier lugar que pudiera llamar hogar.

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