Tanya

Tanya


X - No puedo enfrentar el pasado

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X - No puedo enfrentar el pasado

—¿Por qué no quieres hablar de tu familia? —Era una pregunta inesperada frente a la que debía buscar excusas. No se trataba de él, esto era, sobre mí, sobre mis inseguridades

—¿Qué es lo que quieres saber? —respondí a regañadientes, ansiando que entendiera que no había nada sobre mi vida pasada que hubiera necesitado saber y, mucho menos, de mi vida en Ecuador

—Bueno, no lo sé, ¿cómo se llaman tus padres? ¿a qué se dedican?

—Néstor y Sara. Mi padre es jornalero y mamá trabaja en el mercado. Comenzó ahí cuando tenía 15 años y bueno, nunca lo ha dejado.

—¿Te molesta hablar de ellos?

—Si

—¿Por qué?

—Eric... —no quería que sonara como reprimenda, pero no podía manejar mi molestia

—¿Tu madre era prostituta?

—¡No! —reí, golpeando su brazo ante tal disparate —de sólo pensarlo se le helaría la sangre, es la mujer más santurrona que conocí en mi vida

—¿Tu padre era borracho?

—No, te equivocas de nuevo, ya te he dicho, no es necesario hablar de esto, no hay nada extraordinario

—¿Las golpeaba? —había llegado al punto del que quería huir, me senté en la cama, bajando la mirada, esto era un desastre

—A veces, pero no era gran cosa— inmediatamente se inclinó hacia mí

—¿Las lastimaba y dices que no era importante? ¿Es broma?

—Supongo que estoy tan enferma como él— agregué con resignación, Eric me llevó hacia él, dándome un beso en la frente.

—Cuéntame de tus hermanos

—Hermana, ya te dije que sólo tengo una. Es quince años menor. Es una buena niña. Por la diferencia de edad, creo que jamás pude estrechar lazos con ella

—¿Hablas con ella a menudo?

—Por Facebook, a veces. —Eric se levantó de mi lado y se colocó una bata en silencio— ¿Qué pasa?

—Si no tienes ganas de hablar podríamos tomar algo ¿te parece? ¿Vino, Champagne, whisky? —Sonreí, ocultándome entre las sábanas

—O también podríamos hacer otra cosa —mordió su labio, atando el lazo de la bata

—Estás loca. Te has corrido dos veces hace media hora— Moví el hombro en señal de despreocupación— Vengo en un minuto.

Caminó hacia la cocina, yo volví a recostarme, la sonrisa de hacía segundos comenzó a desvanecerse, cerré mis ojos, tratando de evitar que los malos recuerdos me invadieran, que arruinaran el maravilloso momento junto a este hombre. Respiré profundamente, conteniendo las ganas de llorar y la rabia que me llenaba cada vez que hablaba de mi familia. Eric regresó con una botella de champagne. Abrió la botella y parte del contenido cayó sobre la cama

—Has hecho un desastre...— volvió a cobijarse a mi lado, dándome de beber de su copa, de sus labios.

—No es para tanto —arregló el cabello que le había caído a la cara, para luego reparar en mí —En serio, me gustas, Tanya

Le podría haber respondido que él también me gustaba, pero... eso no era verdad. Me estaba enamorando de él y tenía miedo, vergüenza, de lo que pudiera pensar acerca de mi pasado. Acerca de lo que me había ocurrido. No era algo fácil de hablar. De hecho, la única persona que lo sabía era Lara. Me gusta pensar que nada de lo que sucedió después de que me violaron afectó mi vida, pero, eso es una locura.

—Vuelve. Te necesito aquí.

Me escabullí en su mirada firme, buscando un destello que me indicara que lo de él era algo más. Sabía que le gustaba, cada parte de su cuerpo me lo había demostrado, no obstante, fui incapaz de conformarme con eso.

—Te pareces a una novia que tuve cuando era adolescente

—¿Sí? —respondí llena de sorpresa

—Aunque, tú tienes el culo más grande

—¡Qué simpático! —Se carcajeó mientras lo golpeaba con la almohada.

—¿Cómo se llamaba?

—¿Quién?

—¿Eres tonto? La chica con la que salías

—No lo recuerdo

—Aguarda un momento. Te acuerdas de una novia de hace quince años atrás, pero ¿no recuerdas su nombre?

—Era parecida a ti. Las mismas facciones. Soy muy malo para los nombres, pero, no hay una sola mujer que haya pasado por mi vida y no recuerde como me sentí junto a ella.

—Cuidado, eso suena romántico

—Puedo serlo a veces. Ya te lo he dicho, soy una caja de sorpresas —Me coloqué de costado, apoyándome en mi brazo, observándole.

—¿Tu madre es tan encantadora como tú?

—Nop. Se podría decir que lo encantador lo saqué de mi abuelo, al igual que los ojos.

Estaba anonadada, cada centímetro del cuerpo desnudo de Eric me volvía loca. Músculo sobre músculo, similar a los nadadores profesionales. La hermosa línea que atravesaba su abdomen y llegaba a su ombligo para luego descender sobre la fina capa de vello y a su gloriosa hombría. Continué observándola, sin amedrentarme, sin importar que Eric arqueaba una ceja y sonreía. No era descomunal, pero tenía un tamaño respetable, el justo para engarzarse en mi interior, llenándome, pero, sin sobre exigir a mi cuerpo.

—¿Quieres una foto? Te durará más...— remojé los labios y negué con la cabeza

—Eres un creído

—Y todo en el mismo paquete. Soy perfecto ¿no?

—Si, lo eres, maldita sea.

Se avergonzó frente al comentario, tal vez no esperaba esa respuesta de mi parte, pero, a esta altura, estaba absolutamente convencida de que tenía toda la razón, era una caja de sorpresas.

El sonido del mar volviéndose más nítido, como si se acercara a nosotros y nos mostrara que no estábamos solos, la hermosa vista panorámica del segundo piso hacía que cada cosa en el lugar valiera la pena.

—Ahora lo entiendo

—¿Qué cosa?

—La casa no tiene opulencia, es por esto, no puedes opacar esta maravilla de la naturaleza con una fachada sobresaliente

—Creo que el arquitecto captó perfectamente mi deseo. Necesitaba un lugar cómodo, sin embargo, también deseaba contacto pleno con el mar, el resultado fue esto, me alegro de que te guste.

—¿Volverás a traerme alguna vez?

—Las veces que tú quieras, princesa

—Ya te he dicho que no me llames así

—Es bastante irónico, considerando que ese es el significado real de tu nombre

—Me estás jodiendo...

—Bueno, en realidad es “reina feroz”, es ruso

—Estoy seguro de que mis padres no tenían idea de ello

—Igual creo que va contigo, con tu personalidad...

—¿Qué hay de ti? ¿Qué dice acerca del “gran Eric”? —hizo una mueca parecida a una sonrisa

—Justamente eso

—¿Cómo?

—Mi nombre, significa gobernante eterno, único

—Entonces, también eres un príncipe después de todo —agregué en tono burlón, tratando de quitar el velo de fascinación que había caído sobre mí, aquel que me envuelve cada vez que está a mi lado, cada vez que respira, cada vez que me toca hasta el día de hoy

—No, no lo soy, no es mi estilo, no soy único. Sólo soy un tipo que le gusta disfrutar de los placeres de la vida...

Me sentí afortunada de que ese hombre quisiera compartir parte de sus placeres conmigo, no se lo dije claro, eso era aceptar mis verdaderos sentimientos por él, y era algo que no pensaba hacer, al menos, no todavía...

Era tarde, cerca de las dos de la madrugada cuando el teléfono celular de Eric sonó. Tanya dio un salto y salió del profundo sueño en el que estaba inmersa luego de la maratónica sesión de desenfreno amoroso con la que su amante la había castigado.

Eric le echó un vistazo y volvió a acomodarse para continuar durmiendo.

Era insistente, Tanya veía que la luz se encendía a pesar de que el aparato estaba en modo silencioso.

—¿Por qué no atiendes? Puede ser importante...

El castaño sin abrir sus ojos le dio una sonrisa sin despegar sus labios

—No. No lo es. Vuelve a dormir.

La morena hubiera querido hacerlo, pero después de media hora, el celular no cesaba, del mismo modo que su curiosidad. Había visto cual era el patrón de bloqueo de la pantalla. Y lo que iba a hacer estaba mal, pero bueno, debía saber quién era.

Se puso de pie, sin hacer ruido y se colocó un pequeño camisón luego, se acercó a la mesa de noche y tomó el teléfono, dirigiéndose a la sala, caminando de puntas de pie

Tenía 30 mensajes de WhatsApp. Abrió el chat y observó que la mayor parte eran videos. Buscó sus auriculares y comenzó a descargarlos y reproducirlos. Venían de una tal “Hanna del Club Sunrise”, una rubia de pechos exuberantes, al menos, así parecía en su foto de perfil. Cada uno tenía una pose más erótica que el anterior, era evidente que intentaba provocarlo.

Sentada, con sus piernas abiertas dejando a la vista su monte de Venus un hombre se acercaba a ella y hundía los dedos en su sexo.

—¿Ves lo que pasa cuando me echas a un lado? Puedo reemplazarte cuando quiera Marcus, no tientes a la suerte. Llámame

Una risilla salió de Tanya ¿quién carajo se creía la tipa?, ¿en serio pensaba que Eric se molestaría por ella? Si lo que buscaba era venganza, no había tenido el efecto deseado ni por asomo. El hombre se había mantenido inmutable, sin ni siquiera abrir el chat. Eric había jugado con ella y era claro que se había aburrido.

Tanya no se detuvo allí y continuó explorando. Tomó asiento en el gran sillón de terciopelo negro y comenzó a investigar cada uno de sus contactos en donde el 95 por ciento eran mujeres.

“Helen, secretaria de Steven”. “Dana, esposa de Carl”. “Tina, azafata viaje Moscú” Era increíble que debiera guardar una referencia para acordarse de sus conquistas, tal vez, era verdad que era realmente malo para recordar nombres.

Fotos, decenas de ellas, videos que también protagonizaba. La morena tenía sentimientos encontrados en torno a ellos, ira, celos y una fascinación enfermiza, sin poder apartar la vista. Estaba loca, lo supo en aquel instante, no podía excitarla observar a su hombre con otras, pero, por algún retorcido motivo, lo hacía.

Uno de los videos instaló una nueva fantasía en su cabeza. La tal Helen estaba sobre manos y rodillas, Eric acariciaba su espalda y daba una nalgada al trasero sedoso. El hombre acomodó el celular de tal modo que no dejará de filmar y se ubicó atrás de ella con un pequeño frasco de lubricante. La estaba preparando. Tendrían sexo anal.

Tanya tragó saliva. La idea siempre le había provocado cierto temor por lo que nunca tuvo el valor de llevarla a cabo con ninguno de sus amantes. Sin embargo, con Eric, esto podría tratarse de algo más que de una experiencia. Significaba cruzar la barrera y ella estaba dispuesta, sobre todo, después de ver la forma en que la preparaba y como dejaba que la mujer tomara el control de la situación.  Este bastardo era genial y, hacía que a su lado ella, pareciera una santa

—¿Algo interesante? —La voz áspera retumbó en la sala, sobresaltando a la mujer y haciendo que el celular fuera al piso— ¿Qué estás haciendo?

—Lo lamento es que yo...

—¿Qué? No necesitas sacar las cosas a espaldas mías, si tanto te morías por saber quién era, podrías habérmelo pedido— estaba ofendido, rápidamente se acercó y levantó el celular. Giró sobre sus talones para volver a la cama, pero Tanya lo retuvo por un instante. Paseó sus manos por sus pectorales e hizo un puchero

—Perdóname ¿sí? —Eric puso sus ojos en blanco.

—No tienes que disculparte. Sólo, no vuelvas a actuar de ese modo. Te considero una mujer distinta a cada una de las que tengo en ese teléfono y, si no las he borrado es porque...

—No quiero que me expliques porque las tienes todavía en tu teléfono, dijiste que te gustaba, y lo entiendo, no hay razón para que abandones la vida que llevas por esto

Fue una milésima de segundo, la voz se quebró y Eric se percató de ello, le dolía, estaba lastimándola. Tragó saliva, tomó el rostro de Tanya comenzando a dejar besos en la comisura de sus labios.

—No hay otra mujer en mi vida aparte de ti, ahora. Con la única que he salido es contigo, no espero que confíes, pero es la verdad

Tranquilidad y alegría llenaron el cuerpo de Tanya con esas simples palabras, era un maldito manipulador, con la palabra correcta para hacerla romperse y sólo buscar enredarse entre sus brazos

—¿O a ti te gustaría verme con otra? —bromeó, para luego volver a besar a Tanya y comenzar a ahondar en su cuello

—No. Pero es bueno conocer las cosas que te gusta hacer —Eric la observó entre caliente y sorprendido

—No necesitas hurgar en mi celular para ello, puedes preguntar directamente

—¿Te excita filmarte?

—No lo hago por mí, normalmente, son ellas quienes me lo piden

—¿Pero qué hay de ti? ¿te gusta?

—Me agrada todo lo que a mi pareja le guste, el sexo es de a dos, si no escuchara a la mujer con la que estoy, sólo debería masturbarme y listo

—Quieres decir que si una mujer quisiera atarte y dominarte golpeándote con un látigo o con una fusta tú...

—Nunca me lo han propuesto hasta hoy, normalmente soy yo quien domino...

—De nuevo, no es eso lo que pregunté —Eric la acorraló entre el respaldo del sofá, adhiriendo su cuerpo a la estructura de la mujer, las manos arrastrándose, subiendo desde la parte posterior de las rodillas hasta llegar a sus glúteos

—Lo haría, no tengo miedo a experimentar, aunque no soy asiduo al sadomasoquismo ni nada de eso ¿eso se oyó mejor para ti? —Tanya asintió, su respiración volviéndose errática

—¿Te gustan los tríos?

—Sí, sobre todo cuando son mujeres como tú...

—¿Me compartirías? —Eric se detuvo en seco, el ambiente mutando

—¿Tú me compartirías a mí? —Tanya percibió que un nudo en su laringe cortaba el oxígeno

—No sabría qué responderte en este momento —Eric sonrió y dejó un beso dulce en sus labios, separándose de la mujer

—¿Lo ves? Ahí está la respuesta que buscas...

Eric se dirigió al dormitorio nuevamente, Tanya quedó pensando. No había sido sincero, del mismo modo que ella no lo había sido tampoco...

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