Tanya

Tanya


XV - Juguemos

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XV - Juguemos

10 días que parecían 10 siglos, bueno, en realidad se trataba de 9 días y 7 horas para ser precisos. El atardecer caía, era su día libre, pero, por algún motivo no había querido tomárselo. El trabajo le ayudaba a estar activa, a distraer su mente. Estar en el departamento arropada entre las sábanas que olían a Eric no era la mejor perspectiva. Lo extrañaba de una forma desgarradora. Estaba en su mente todo el tiempo.

—Tanya. Vete a casa.

—¿De qué hablas? —indagó sorprendida por la orden de James

—Acabas de echar medio paquete de sal sobre esa salsa. No me sirves de este modo. Ve descansa o, al menos, trata.

—James, fue una equivocación. A cualquiera puede sucederle

—Claro ¿Como olvidarte de agregar la leche en la preparación del flan? —el rubor adornó el rostro de Tanya.

—Lo siento... de veras

—Lo sé, justamente por eso, te pido que te tomes un descanso. Llevas 10 días trabajando incansablemente y esto no está resultando. Vete a casa y no lo sé... habla con tu novio, ten sexo telefónico con él o lo que sea que ustedes hagan para mantenerse satisfechos a distancia

Los ojos de Tanya brillaron ¿por qué no había pensado en eso? En vez de conformarse con contener las lágrimas en cada videollamada provocando que las comunicaciones fueran breves.

¿Qué le pasaba? Ese no era su estilo. Ella mismo lo había dicho muchas veces. No era una blanca princesa, ni mucho menos. Era hora de volver al ruedo y avivar el fuego entre ambos. Había que jugar, después de todo, no había nada malo en provocar a Eric con algún divertimento inocente ¿o sí?

Llegó al vestidor del restaurant y colocó el pasador en la puerta para que nadie la molestara, luego, se dirigió al baño. Se percató que su rostro estaba algo demacrado, tomó el porta— cosméticos y comenzó a maquillarse. Los labios con un delineado profundo, muy rojos, intensos, más apetecibles que nunca.

Se sentó en la pequeña banqueta con el celular delante de ella. Abrió su vestido y desnudó uno de sus pezones, corrió la tanga de color negro hacia la izquierda, dejando a la vista su sexo depilado. Encendió la cámara y entonces lo hizo.

Cerrando sus ojos, acariciando suavemente su seno descubierto, chupando sus dedos para luego acariciar su vulva y lanzar un suave gemido.

—Eric llámame... te necesito...

Apagó la cámara y se vistió. Rio bajito, luego buscó el número de Eric y le envío el mensaje.

Seis horas de diferencia. Si en Londres eran las 8 de la tarde, en Texas eran sólo las 2. Sólo esperaba que Eric no estuviera en una junta o al menos tuviera el dispositivo manos libres puesto.

—Bebé, no me puedes hacer esto... —la voz de su novio era la más candente que alguna vez hubiera escuchado.

—¿Qué pasa guapo? ¿Necesitado? —escribió mientras se dirigía al departamento— Espera y verás cuando llegue a casa.

—No lo hagas. Voy a terminar en unas cinco horas.

—Te quiero desnudo y envuelto entre las sábanas con la cámara de tu computadora encendida. Llámame cuando estés listo para la acción— Eric no aguantaría cinco horas así, despeinó su cabello con los dedos, su respiración elevándose, tenía que irse, cuanto antes

—¿Se puede saber que carajo estás leyendo? —Indagó Janet Atkinson, su socia, esquivando las miradas lascivas de su ex novio de secundaria.

—Nada. ¿Por qué?

—Porque tienes la misma cara del idiota de Mark en este momento —Eric observó a Mark Sullivan, el tipo estaba celoso, ardía de celos, al castaño le parecía tan divertido molestarlo, se acercó seductoramente a Janet, susurrando en su oído

—Bueno. Tal vez estemos mirando algo que realmente nos pone a mil...— Janet sonrió y negó con la cabeza

—¿Estás hablando con Tanya, ¿verdad?

—Sí, y créeme que no puedo mostrarte nada del chat, mira a ese idiota, está a punto de llorar —agregó señalando al ex novio de Janet —Te dije que el plan iba a funcionar. Ya lo tienes Betty Boop, ahora es tu turno de jugar las piezas.

Henry Daniels, uno de los inversores, los habían invitado a su fiesta aniversario esa noche.

—¡Voy a matarte! Tú le aseguras que estaremos allí y resulta que ahora no puedes ¿Qué es lo que pasó para que en menos de una hora cambiaras de opinión?

—Lo lamento, queridas damas. Tengo una larga sesión de sexo en línea con mi novia por lo que lamentablemente, debo desistir de la invitación...

—Esto debe ser una broma— agregó Janet algo molesta— ¿en serio no puedes posponerlo?

—No cuando está enviándome videos suyos desde las dos de la tarde. Nos vemos. Diviértanse porque, créanme que yo lo haré, muchísimo. —El rostro de fastidio de Janet se contraponía con el de Lara, de un tierno color carmesí

—Vámonos Lari, debemos comprar algo para esta noche— Eric subió a la camioneta sin ni siquiera saber cómo llegó al hotel ese día.

Sólo recordar desvestirse y arrojarse sobre las sábanas blancas y encender Skype, para deleitarse con una imagen que hizo que casi se tragara la lengua. No se había esmerado en buscar una vestimenta promiscua, Eric estuvo de acuerdo que tampoco la necesitaba. Un liguero negro haciendo juego con medias del mismo color, sin pantaletas ni brasier

—Hola, amor, te estaba esperando, dime ¿te gusta lo que ves?

—Sí, hermosa. Me encanta.

—Lo compré para ti porque ya no soporto tu ausencia. Te necesito...mucho...

Abrió ligeramente sus piernas mostrando la humedad de su centro. Eric se sentó en la orilla de la cama

—Eres una princesa traviesa, mira lo que provocaste, has estado haciendo esto desde las 2 de la tarde ¿tienes idea lo que he sufrido? —Tanya comenzó a ir a gatas hasta la cámara

—No, no lo sé, muéstrame, cariño.

Fue una experiencia novedosa para Tanya, jamás había hecho algo así, incluso lo consideraba patético como si fuera imposible controlar las necesidades. Ahora comprendía todo. Con este hombre no eran sólo experiencias, era llevar la pasión a un nuevo nivel. Sin límites, sin distancias. Esa noche terminaron tan extenuados como si hubieran tenido contacto físico.

Acercó la pantalla a la almohada observando a Eric, su respiración agitada.

—Buenas noches, amor

—Buenas noches, princesa.

No apagó la cámara, lo observó cerrando sus ojos como siempre lo hacía, un mechón de pelo había caído cubriendo parte de su rostro. Hubiera querido apartarlo como siempre lo hacía. Un par de lágrimas escaparon. Jamás creyó que la felicidad fuera para ella, hasta ese momento... 

Resultó que la espera sólo duró cinco días más. Janet continuaría llevando adelante los negocios en Texas. No sólo eso, sino que también había logrado reencontrarse con el amor. Su novio de secundaria, aquel que había esperado incansablemente por años. Fue lindo, tierno, y, sobre todo, me mostró que era normal sentirse idiota en torno al hombre que amas. Si a ella le sucedía, que era la mujer más fuerte que había conocido ¿por qué simplemente no me ocurriría a mí?

Eric regresó a mi lado y todo se mantuvo en orden. Fue genial aprender del negocio, ayudarlo cada día, estar más unida que nunca a él.

Tres meses después, Janet y Mark anunciaron su casamiento. Sí que no habían perdido el tiempo. Se casaron a las afueras de Londres , una mansión antigua, con la belleza y la opulencia que marcaba la personalidad de Janet, pero también la calidez y la ternura que emanaba de ella, pese a que hacía lo posible por ocultarla.

Me reencontré con mi querida prima unas horas antes de la boda. Lucía cansada, sin ánimos, como si fuera dificultoso seguir. Llegó junto a Yannick ese día. El, prácticamente, no nos dirigió la palabra ni a mí y tampoco a Eric. Había cambiado, profundamente. Si me preguntan, en ese instante, hubiera preferido que continuara siendo el agorafóbico hosco que amaba a Lara. El hombre que vi ese día, nada tenía que ver con el que conocí esa noche fría de Londres. Estaba radiante, como siempre, sin embargo, su esencia se percibía distinta. ¿Cuánto puedes cambiar por una persona?, me lo pregunté un millón de veces, cada vez que posaba mis ojos en él...

La celebración fue celestial, tanto Janet como Mark lloraban dando gracias por lo que tenían y porque el destino había vuelto a unirlos. Nunca creí el palabrerío sobre las almas gemelas, sin embargo, ver el amor inquebrantable de esos dos frente al altar me probó que tal vez, estaba equivocada. La música, la gente que rodeaba a la pareja y los saludaba.

—Todavía no puedo creer que hayas fingido ser su amante —reproché a Eric quien me dio una pequeña palmadita en el trasero sin que nadie lo viera

—Hey, no puedes negar que tuvo un gran resultado. De no haber sido por mi treta, Janet todavía estaría llorando, Mark seguiría atado a una relación vacía con una puta sin escrúpulos y yo...seguiría lejos de ti. ¿Te das cuenta? Fue una mentirilla en donde todos resultamos beneficiados.

—Sí claro ¿aprovechaste a besarla y apapacharla también?

—¿Estás loca o qué? Janet jamás lo hubiera permitido

—¿Qué hay de ti? —se encogió de hombros

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no me interesa de esa forma? —me quedé en silencio, luego volví hacia él y le di un beso en la mejilla

—Es sólo una broma, ven vamos con Lara... —la música sonaba en cada rincón, doscientas personas divirtiéndose mientras que Janet y Mark bailaban en el centro de la pista abrazados, haciéndose caritas cursis

—¿Escuchas? ¡Es Rihanna! —el fervor con el que Eric esbozó esas palabras hizo que Lara y yo riéramos.

—Eric, basta, pareces una fanática loca —pronunció Lara a lo que mi novio respondió levantando las manos como si nada le importara

—Es la única mujer por la que te dejaría, Tanya

—¡Vete al carajo! —se carcajeó ante mi insulto y continuó bailando como desaforado

Era irónico, Lara estaba rodeada de tanta alegría, pero nada de ese sentimiento tocaba su alma, su cuerpo. Los ojos apagados, lejos del brillo inocente con el que llegaron al mundo, en el que me había cobijado en mis momentos de desolación. La bandera blanca estaba izada desde hacía meses. Yannick ya no le pertenecía, sin embargo, no había dejado de amarlo, por el contrario, el sentimiento de devoción seguía intacto, martirizándola, siendo tan injusto con la persona más dulce que él había conocido

Me entristeció, al igual que a Eric. Eso, sumado a que el idiota de Yannick no había dejado el celular ni siquiera un minuto. Se puso de pie y, en ese instante, Eric lo sujetó del brazo. Lara observaba a Janet y a Mark quienes le hicieron una seña para acercarse.

—¿Se puede saber qué carajo estás haciendo? —agregó mi novio completamente serio

—¿De qué hablas?

—¿Dejar a la mujer que te devolvió a la vida? ¿Por una puta?

—No conoces a Marianne— espetó enojado

—No. Pero conozco a Lara y sé que es mejor partido que ella. —me mordí la lengua para no intervenir en la conversación, para no insultarlo

—¿Qué pasa Marcus? ¿Todavía te gusta? —la mandíbula de Eric se tensó, rápidamente intervine y puse mi mano en su hombro. Esto era una locura

—Eres un imbécil. Sólo espero que cuando quieras volver a ella. No te perdone.

—Amo a Marianne, eso no sucederá... —bajó la mirada y jaló el brazo para que Eric lo soltara.

—¿Puedo golpearlo? Dime que sí...— mi novio me abrazó fuertemente, y negó varias veces

—No te preocupes, lo que tiene con esa mujer no es ni comparable a lo que tuvo con Lara. Regresará a ella, te lo garantizo...

—No lo parece, se ve muy decidido

—Sí, lo sé, pero he tenido esta conversación antes con él, cuando conoció a Clarissa, su exesposa, me harté de decirle que no le convenía, que lo estaba usando, pero me ignoró, al igual que a Janet. Él es así... sólo aprende cuando estrella su cabeza contra la pared

—¡Hey! —agregó Lara acercándose y llevándonos a la pista de baile— ¡Ya dejen esas caras! ¡Es una fiesta! ¡Vengan, vamos a bailar!

Nos divertimos con nuestros amigos esa noche tanto como pudimos, después de eso, pasarían dos años hasta que volví a reencontrarme con mi prima...

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