Tango

Tango


ACTO PRIMERO

Página 6 de 11

ARTURO.— ¿Sabes?, he pensado mucho en ti.

ALA.— (Ordinaria) ¿Y qué más?

ARTURO.— A menudo me imaginaba que nos veíamos…

ALA.— ¿Y qué más?

ARTURO.— Que nos sentábamos el uno junto al otro.

ALA.— ¿Y qué más?

ARTURO.— Que hablábamos…

ALA.— (Como en un combate de boxeo, entra poco a poco en calor) ¿Y qué más?

ARTURO.—. .. sobre diferentes asuntos…

ALA.— ¿Y qué más?

ARTURO.— (Más alto) Sobre diversas cosas.

ALA.— ¿Y qué más, qué más?

(ARTURO lanza contra ALA el libro que EDEK dejó sobre una silla. ALA evita el golpe, escondiéndose bajo las mantas)

ARTURO.— ¡Sal de ahí!

ALA.— (Sacando la cabeza) ¿Qué te pasa? (ARTURO calla) ¿Por qué lo has hecho? (ARTURO calla) ¿Qué quieres tú realmente?

ARTURO.— Es lo que me preguntan todos.

ALA.— Bien. ¡Pues yo no necesito saberlo!

STOMIL.— ¡Por favor, ocupen sus asientos! ¡Por favor, ocupen sus asientos!

(El escenario está preparado para el experimento de STOMIL. La mesa está a un lado. Más cerca del proscenio, cuatro sillas con el respaldo hacia el público. De izquierda a derecha están sentados EUGENIA, ELEONOR y EUGENIO. EDEK coge su botella de cerveza que aún no está vacía y, de puntillas, pretende desaparecer. EUGENIO se da cuenta y se lo indica a ELEONOR)

ELEONOR.— Edek, ¿adónde?

EDEK.— Yo sólo quería…

ELEONOR.— ¡Vuelve enseguida! (EDEK se vuelve resignado. Se sienta en una silla a la derecha de EUGENIO y aprovecha la ocasión para pisarle el pie. STOMIL va a la habitación cuya puerta está en el pasillo que se pierde en el lateral izquierdo) Arturo, Ala, ¿qué estáis haciendo? Por favor, venid.

ALA.— ¿Qué vais a hacer?

ARTURO.— Un experimento teatral. Una manía de mi padre.

(ARTURO le tiende la mano y ALA se levanta bruscamente. Lleva un camisón largo, hasta el suelo, no transparente. Se colocan junto a la silla de la derecha. EDEK, sentado, extiende el brazo y coge por la cintura a ALA. ARTURO cambia con ella de sitio)

STOMIL.— (Ha vuelto entre tanto con una enorme caja y se ha colocado detrás del catafalco, de forma que sólo se le ve la cabeza) Señoras y señores, ¿quieren concentrarse, por favor? Les voy a presentar a los personajes de nuestro drama (Con la afectación de un director de circo que anuncia el próximo número) ¡Adán y Eva en el Paraíso!

(Por encima del catafalco, que le sirve de escenario, se ven dos muñecos movidos por las manos de STOMIL. Adán y Eva, ésta con una manzana en la mano)

EUGENIO.— ¡Eso ya lo conocemos!

STOMIL.— (Sorprendido) ¿Y eso?

EUGENIO.— De la Biblia.

STOMIL.— No importa. Era una versión antigua. La mía es nueva.

EDEK.— ¿Y dónde está la serpiente?

ELEONOR.— (Susurrando) ¡Calla!…

STOMIL.— La serpiente nos la imaginamos. Todos conocemos esta historia. ¡Atención, que empiezo! (Con voz profunda)

Estoy en el paraíso

Así el Destino quiso

Ahora quiere que mi costilla

Sirva para más familia

Nace Eva, mujer bella

Pero ¿qué nacerá de ella?

(Con el falsete)

Adán era el primero

O por lo menos presume de ello.

¿Pero quién era él, antes sin mí?

No era nadie. Ahora sí.

Ahora el sol, antes las tinieblas.

Oh, destino…

(Enormes y estruendosos ruidos, simultáneamente se apaga la luz)

VOZ DE ELEONOR.— Stomil, ¿qué ha pasado? ¿Estás vivo?

VOZ DE EUGENIO.— ¡Bomberos, bomberos!

(ARTURO enciende una cerilla y con ella las velas del catafalco. STOMIL se hace visible. Tiene en una mano un gran revólver de los de tambor)

STOMIL.— ¿Qué? ¿Ha salido bien?

ELEONOR.— Stomil, por Dios, ¡nos has dado un susto!

STOMIL.— El experimento debe impresionar, es la primera regla del juego.

EUGENIO.— Si es eso lo que buscabas, desde luego lo has conseguido. Todavía siento cómo me late el corazón.

ELEONOR.— ¿Cómo lo has hecho, Stomil?

STOMIL.— ¡He quemado los plomos y he disparado con el revólver!

ELEONOR.— ¡Genial!

EUGENIO.— ¿Qué tiene eso de genial?

STOMIL.— ¿No lo comprendes?

EUGENIO.— En absoluto.

ELEONOR.— No le hagas caso, Stomil. Eugenio siempre ha sido corto de mollera.

STOMIL.— ¿Y tú, Eugenia?

EUGENIA.— ¿Qué?

STOMIL.— (Más alto) ¿Has comprendido el experimento, mamá?

EUGENIA.— (A pleno pulmón) ¿Qué?

ELEONOR.— El experimento la ha dejado sorda.

EUGENIO.— No me extraña.

STOMIL.— Déjame que te explique: Mediante la actuación directa creamos la unidad espontánea entre la acción y la percepción. ¿Comprendido?

EUGENIO.— ¿Y qué?

STOMIL.— ¿Cómo que " y qué?"

EUGENIO.— ¿Qué tiene que ver todo esto con Adán y Eva?

ELEONOR.— Eugenio, ¡concéntrate!

STOMIL.— Aquí se trata de un fenómeno teatral. La dinámica de un hecho sensual. ¿No lo percibes?

EUGENIO.— A decir verdad, no demasiado.

STOMIL.— No, ¡ya no puedo más!

(Tira el revólver sobre el catafalco)

ELEONOR.— No te desanimes, Stomil. ¿Si abandonas los experimentos quién los va a hacer?

(Todos se ponen de pie y colocan las sillas donde estaban antes)

EUGENIO.— ¡Un tostón, señores!

EDEK.— Prefiero el cine.

ELEONOR.— ¿Y ahora, qué hacemos?

ARTURO.— ¡Fuera, todos fuera!

STOMIL.— ¿De qué va ése ahora?

ARTURO.— ¡Fuera, no quiero veros más!

STOMIL.— ¿Ésa es manera de tratar a tu padre?

ARTURO.— El padre que eras antes, ya no existe. Tú para mí has dejado de existir. Ahora necesito crearte de nuevo como padre.

STOMIL.— ¿Tú? ¿A mí?

ARTURO.— A ti y a todos vosotros. Os tengo que crear de nuevo. Y ahora, todos fuera, pero rápido.

STOMIL.— Se toma demasiadas libertades.

ELEONOR.— Deja al niño tranquilo. Que se desahogue. Nosotros ya estamos instruidos sexualmente.

STOMIL.— ¿Tengo que salir?

ELEONOR.— ¿Vámonos? Al fin y al cabo lo único que me interesa son tus experimentos.

STOMIL.— Cierto. ¡El arte! ¡El arte moderno! ¡Que me den un Dios y haré con él un experimento.

ELEONOR.— ¿Lo ves?…

(Desaparecen por la puerta izquierda del foro)

EDEK.— (A EUGENIA) ¿Vamos, abuelita?

EUGENIA.— Coge las cartas.

(EDEK coge las cartas y desaparece con EUGENIA)

EDEK.— (Volviéndose) Señor Arturo, si tuviese necesidad de algo…

ARTURO.— (Golpeando con el pie) ¡Fuera!

EDEK.— (Condescendiente) Está bien.

(Sale con EUGENIA por la izquierda)

EUGENIO.— (Después de percatarse de que los otros se han marchado) Tienes razón, Arturo. Entre nosotros, éstos no son más que gentuza.

ARTURO.— Tú debes desaparecer también.

EUGENIO.— Naturalmente, querido, ya me voy. Sólo quería decirte que puedes contar conmigo.

ARTURO.— ¿Qué quieres decir con eso?

EUGENIO.— Decir, o no decir… harás lo que creas necesario. Pero recuerda que yo te puedo ser útil. Yo no estoy todavía tan loco como los otros (En voz baja) Y es que yo soy de los de antes.

ARTURO.— Está bien. Pero ahora déjanos solos.

EUGENIO.— (Gira a la izquierda, se vuelve y dice con convicción) Yo soy de los de antes.

(Sale)

ALA.— ¿Y ahora?

ARTURO.— Ahora te lo explico todo.

Fin del Acto Primero

Ir a la siguiente página

Report Page