Sylvie

Sylvie


III. Resolución

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III

RESOLUCIÓN

Aquel recuerdo entresoñado encerraba la explicación de cuanto me sucedía. El amor vago y sin esperanza, inspirado por una actriz de teatro, que me embargaba por entero cada noche, a la hora de la representación, y que no me abandonaba hasta la del sueño, era fruto del recuerdo de Adrienne, flor nocturna abierta a la pálida luz de la luna, rosada y rubia quimera deslizándose por las hojas de hierba, verdes y semibañadas en blancos vapores. El parecido de un rostro olvidado desde hacía años se dibujaba ahora con singular nitidez; era un boceto a lápiz difuminado por el tiempo, que se convertía en una pintura, como esos viejos croquis de los maestros que admiramos en un museo determinado y cuyo deslumbrante original encontramos en otra parte.

¡Amar a una religiosa bajo la apariencia de una actriz!… ¿Y si fuera la misma? ¡Hay para volverse loco! Es una atadura fatal en la que lo desconocido me atrae como un fuego fatuo huyendo entre los juncos del agua estancada… Pero, volvamos a la realidad.

¿Por qué, durante los tres últimos años, he relegado al olvido a Sylvie, a quien tanto quería?… ¡Era una muchacha muy bonita, la más hermosa de Loisy!

Ella sí existe, es buena y, seguramente, posee un corazón puro. Vuelvo a ver su ventana en la que los pámpanos y el rosal se entrelazan, y la jaula de las currucas, colgada a la izquierda; oigo el ruido de sus sonoros bolillos y su canción favorita:

Estaba la hermosa sentada junto al arroyo que fluía…

Aún me espera… ¿Quién puede haberse casado con ella? ¡Es tan pobre! ¡Los bondadosos campesinos de su pueblo, y de los que lo rodean, vestidos con blusones, de manos rudas, de rostro enjuto y tez curtida! Ella sólo me quería a mí, el pequeño parisino, cuando iba yo cerca de Loisy a visitar a mi pobre tío, ya muerto. Llevo tres años viviendo a lo grande y derrochando la modesta herencia que me legó y que hubiera podido bastarme para vivir durante toda mi existencia. Con Sylvie la hubiera conservado. El azar me devuelve una parte. Aún estoy a tiempo.

¿Qué estará haciendo ella en este momento? Duerme… No, no duerme; hoy es la fiesta del arco, la única del año en la que se baila durante toda la noche. Está en la fiesta…

¿Qué hora es? No tenía reloj.

Entre los decorativos objetos de ocasión que, en aquella época, se solía reunir para lograr que un piso antiguo recobrara su genuina apariencia, sobresalía con renovado brillo uno de esos relojes de concha del Renacimiento cuya cúpula dorada, rematada por la estatuilla del Tiempo, está sostenida por las cariátides de estilo Médicis que, a su vez, se asientan sobre caballos medio encabritados. La clásica Diana, acodada en su ciervo, figura en un bajorrelieve debajo de la esfera en la que, sobre un fondo niquelado, aparecen esmaltadas las cifras de las horas. Hacía dos siglos que su maquinaria, sin duda excelente, no se accionaba. Pero no fue precisamente para saber la hora por lo que compré aquel reloj en Turena.

Bajé a la portería. El cucú señalaba la una de la madrugada.

«En cuatro horas —me dije— puedo llegar al baile de Loisy».

En la plaza del Palais-Royal aún quedaban cinco o seis coches de punto estacionados para los habituales de los círculos y de los casinos de juego.

—A Loisy —ordené al de mejor aspecto.

—¿Loisy? ¿Dónde queda?

—Cerca de Senlis, a ocho millas.

—Iremos por el camino de la posta —dijo el cochero, menos preocupado que yo.

¡Qué triste es, por la noche, la ruta de Flandes, que no ofrece belleza alguna hasta llegar a la zona de los bosques! Siempre las dos hileras de árboles monótonos que simulan formas indefinidas; a lo lejos, extensiones de verdor y de tierra removida, limitadas a la izquierda por las azulosas colinas de Montmorency, de Ecouen y de Luzarches. Y Gonesse, la popular villa llena de recuerdos de la Liga y de la Fronda…

Más allá de Louvres hay un camino bordeado de manzanos cuyas flores he visto abrirse, muchas veces, por la noche, cual estrellas terrestres. Mientras el coche sube las pendientes, reconstruyamos los recuerdos de la época en que venía por aquí con tanta frecuencia.

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