Sushi

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—Deje que se vaya —repitió Watanabe en inglés. Bettina dio media vuelta y regresó junto al jadeante Mochizuki, que masculló:

—Artista miserable, aficionado de mierda, ya sabrá quién soy yo. Ahora nos vamos. Watanabe, vete al hotel, Welt-san y yo nos ocuparemos de resolver esto.

Bettina le dirigió una mirada de sorpresa.

5 DE SEPTIEMBRE

Es la una y diez de la mañana.

Esta tarde acompañé a Mochizuki al Instituto Goethe. Tenía que esperarme allí con Watanabe.

Han llegado tarde. Tuve que pasar media hora de lo más embarazos a en compañía de Uwe Solle, el jefe del Departamento Cultural del Instituto Goethe, porque yo ni siquiera sabía bien por qué estaba ahí. Me sentía furiosa con Mochizuki. Y también me habría gustado darle un coscorrón a Watanabe en esa cabezota suya tan simétrica de esclavo aquiescente. Y hablando de pegar. El director del grupo, Yamaguchi, le ha puesto las peras a cuarto a Mochizuki. Éste, que no es precisamente un alfeñique, no podía ni compararse con el gigante calvo, que lo lanzó contra la pared. Era la primera vez que veía a Mochizuki perder el autocontrol. Recuperó la compostura al instante y me preguntó si podía acompañarlo a Daigo, un pueblo que está en las montañas. Después de un viaje en tren y en taxi, un tal Saburo nos llevó en coche. Saburo, a quien Mochizuki fue a buscar a una pequeña tienda que quedaba en la terminal de autobuses, olía a alcohol pero nos condujo sin problemas hasta la casa del grupo, donde interrogamos a unos diez chicos japoneses y a dos alemanes. Nos contaron que Wackwitz se alojaba en esa casa a menudo. Mechanicus también había estado alguna que otra vez con un tal Tim Smith, durante sus paseos por la montaña. ¡De modo que es probable que Mechanicus y Wackwitz se conocieran! Aún tengo que escribir el informe sobre esto y enviarlo a la secretaría.

¡Han echado a Marc Croo! Nadie sabe cuándo se ha ido. Mochizuki no quería hablar mucho sobre el tema, pero se sabe que en relación con las pesquisas Croo participó en un vídeo porno y recibió dinero por ello. Sería para partirse de risa si no fuese porque la cosa ha acabado así. Bertus Hogenelst estaba muy desconcertado; conocía a Croo de una investigación anterior y al parecer sentía aprecio por él. Repetía a quien le prestase oídos lo estúpido de la jugada de Croo después de todas las noticias aparecidas recientemente en la prensa sobre la pornografía en Bélgica, pero también arguyó que no deberían haber echado a Croo de modo tan precipitado. Mochizuki explicó que estaba autorizado a la expulsión en virtud de los estatutos acordados en la conferencia de Honolulú. El hecho de que Croo hubiese tomado parte en el vídeo era tolerable hasta cierto punto, dijo, pero que hubiese aceptado dinero por ello resultaba imperdonable; pero ¿qué se suponía que tenía que hacer?, ¿decir que lo hacía gratis?

Es evidente que a Mochizuki la prensa le produce pánico. Creo que ésa es la verdadera razón de que hayan echado a Croo. Está preparando una redada en la agencia de casting Kenji para apropiarse de todo el material visual. Si a la prensa le llega el soplo de la aventura de Croo, Mochizuki va a verse en problemas. Ésa es mi opinión.

Así pues, mutis de Marc Croo. No hay nada claro sobre su sustitución. ¡Dios quiera que no tengamos que jugar otra vez al jueguecito de Li!

Esta tarde he salido a dar un paseo en dirección a Shinjuku. Alrededor de las ocho aún hacía mucho calor, y estaba completamente oscuro. He intentado recorrer los barrios paralelos a la carretera principal, pero no me ha sido posible: los caminos transversales en forma de espiral acaban de pronto en callejones sin salida y sin ninguna plaza a la vista. Con su paz nostálgica, estos barrios muestran un contraste enorme con la humeante carretera. Hay niños, muchachas vestidas con coloridos yukata jugando con bengalas, chiquillos trajinando con jaulas para insectos. El canto de los grillos es ensordecedor. Los pequeños supermercados permanecen abiertos hasta muy tarde. Se ve a gente en zapatillas, con toallas y botellas de jabón en la mano, de camino al sento, ruidos de cocinas y de baños, el llanto de algún bebé, el murmullo de los televisores. Todo resultaba familiar y extrañamente exótico a la vez. También había cubos rojos contra incendios delante de las casas.

El propósito de la expedición era comprar sujetapapeles, chinchetas e imanes para la nevera de mi habitación. En una gigantesca tienda de material de oficina que quedaba cerca de la estación me he pasado más de una hora decidiéndome entre miles de clases de chinchetas. Los sujetapapeles y los imanes los he elegido con los ojos cerrados, mareada de tanta oferta. Estoy escribiendo esto con un bolígrafo de goma blanda. También he comprado siete gomas de borrar.

Después he hecho un poco de zapping; he visto los preparativos para el Memorial Day de Lady Di. La princesa Diana era tremendamente popular en Japón. Ahora, después de su muerte, hay peluquerías que se han especializado en los peinados que lucía. Por la calle y en los trenes pueden verse versiones asiáticas de Lady Di.

También la emperatriz austriaca Elisabeth Amalia Eugenia Habsburgo Wlttelsbach de Baviera, o sea Sissí, gusta mucho. Por la tele también salió una tienda de delicatessen dedicada exclusivamente a hacer artículos a propósito de ella: cajas de galletas, Sissís de chocolate con papel de plata de colores, como los huevos de Pascua, tartas de Sissí, helados de Sissí.

No puedo olvidarme de echar un vistazo al caso del líder de la secta sospechoso de haber asesinado a un abogado y su familia en Yokohama. Las sectas hacen negocios en Japón. Algunas llegan a tener diez mil miembros y ocupan rascacielos enteros en el centro de Tokio. Me pregunto si el caso que estamos investigando tiene alguna relación con una secta.

¡Mis fotos todavía no han llegado!

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