Supernova

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Capítulo 29

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—No sé si puedo atravesar espejos mágicos.

Nova observó a Narcissa con incredulidad.

—Esa información podría haberme sido útil ayer.

Narcissa le lanzó una mirada de exasperación.

—Bueno, ¡tal vez deberías haberme dicho lo que estabas planeando! Sé que ustedes los Anarquistas defienden el “cada quién por su cuenta”, pero hubiera creído que pasar tanto tiempo con los Renegados te habría enseñado a trabajar en equipo.

Nova abrió la boca para contradecir la idea de que podría aprender algo útil de los Renegados, pero se contuvo. A decir verdad, Narcissa podría tener un punto válido. Exhaló y preguntó:

—¿Realmente crees que no funcionará?

Narcissa arrugó los labios, analizando la pregunta.

—Quiero decir, probablemente funcione. Pero supongo que depende de qué tipo de… encantamiento, o lo que sea, tenga el espejo —encogió los hombros—. ¿Tenemos alguna otra opción?

Nova sopló un mechón de flequillo de su rostro.

—En realidad, no. Pero asumamos que funcionará. Escondí el espejo aquí, en una pila de materiales de construcción —dibujó una X en el plano que mostraba la disposición del cuartel general y de los entrepisos, incluyendo los primeros planos de los laboratorios cerca del área de cuarentena.

»Una vez que hayas entrado, irás por este pasillo. Luego, doblarás a la izquierda a través de estas puertas y los depósitos estarán a tu derecha. No sé en qué sala están, así que tendrás que revisarlas todas. Y tampoco sé a quién tendrán como custodia estos días, pero puedes apostar que estarán observando de cerca este piso, así que deberás actuar rápido una vez que hayas entrado.

Narcissa no parecía para nada impresionada.

—Y yo que pensaba leer un buen libro mientras estaba allí.

Nova la ignoró.

—Y no te olvides de llevar el espejo contigo en caso de que necesites una salida rápida —añadió.

—Puedes dejar de decir cosas obvias. He estado haciendo esto toda mi vida.

—Está bien.

—¿Y si los depósitos están cerrados?

—Estarán cerrados —Nova extendió un brazo hacia la pila de carpetas junto a ellas y buscó hasta que encontró una tarjeta de identificación blanca: la misma que le había robado a un empelado administrativo inconsciente fuera de la sala de seguridad de los Renegados.

»Esto debería darte acceso.

—¿“Debería”? —indagó con sequedad, guardando la tarjeta—. ¿Y si no funciona?

—¿Qué tan buena eres forzando cerraduras? —las cejas de Narcissa se alzaron con consternación—. Estaba bromeando. Si no funciona, entonces solo márchate y regresa. Pasaremos al plan B.

—¿Cuál es el plan B?

—Aún no estoy segura.

—Alentador —respondió con humor socarrón.

—Tú fuiste quien me sacó de prisión. Querías que los ayudara con la estrategia, entonces eso es lo que estoy haciendo.

—Sí, pero pensé que estaríamos tramando la caída final de los Renegados, algo que tomaría meses, quizás hasta años. No pensé que tendríamos menos que una semana para rescatar al supervillano más infame de todos los tiempos.

—Me gusta apuntar alto.

Narcissa rio, pero sin mucho humor.

—Hablaré con Cianuro y veré cómo avanza la distracción. Prepárate para actuar esta noche, el cuartel general suele estar más vacío entre las tres y las cuatro de la mañana.

—Sí, sí. Estaré lista —respondió Narcissa—. Pero, mira, tengo que ser honesta contigo. Creo que intentar detener la ejecución y liberar a Ace Anarquía es una idea terrible y sé que muchos de los Rechazados también lo piensan. Tal vez podrás persuadir a algunos de ellos para que se unan a tu cruzada, pero no seré uno de ellos y tampoco presionaré a nadie para que lo haga.

—¿De qué estás hablando? ¡Acabas de decir que…! —Nova señaló al plano.

—Sí, haré esto —replicó Narcissa—. Pero no por ti o por Ace Anarquía. Lo haré por todos los prodigios que han sido oprimidos por los Renegados. Esto será un gran golpe para ellos y su control dominante y estoy a favor de eso. Esto es lo que mi abuelo hubiera querido que hiciera. Pero no iré a la arena contigo y no sé cuántos de los demás irán voluntariamente. Estamos haciendo esto para poder vivir mejor, con paz y liberad. Pero muchas personas morirán si haces esto y ese no es un riesgo que estemos dispuestos a tomar. Al menos, no por Ace Anarquía.

—¿Y el trabajo en equipo? —Nova cruzó sus brazos—. ¿No te das cuenta de cuánto ha hecho Ace Anarquía por nosotros? ¿Por todos nosotros?

—Sí, sé lo que hizo. ¡Pero también nos llevó a una guerra! Y sé que te preocupas por él, pero… no estoy segura de estar de acuerdo con que lo necesitamos para derrotar a los Renegados. Podemos hacer esto sin él. Y si tú y los Anarquistas no regresan… entonces también lo haremos sin ustedes. Nos estás entregando un arma bastante increíble.

Nova fulminó al plano con la mirada. Se sentía como una traición, pero había conocido a Narcissa por tan poco tiempo que no sabía por qué se sorprendía.

—De acuerdo —Nova comenzó a enrollar el plano—. No serías de mucha ayuda en la arena, de todas formas, pero sí necesito saber quién nos acompañará para poder trabajar en mi estrategia. Y asegúrate de no dejar atrás ni una gota de Agente N cuando abandones ese depósito.

—Por supuesto.

Uno de los Harbinger apareció en el pasillo, su bata dorada rozaba contra sus piernas.

—Cianuro me pidió que te dijera que la sustancia para la distracción está casi… ¡ay! —se llevó una mano a su brazo y se volteó.

Nova se puso de pie de un salto, lista para un ataque. Pero solo estaba Leroy parado detrás del muchacho con una pequeña aguja en su mano. Sonrió de manera avergonzada.

—Disculpa. Solo tenía que asegurarme…

Antes de que pudiera terminar la oración, el chico Harbinger soltó un gruñido y colapsó contra la pared.

—Lo lamento tanto —repitió Leroy.

Apareció Honey, vino a ver qué había causado el aullido. Parecía levemente intrigada mientras observaba al chico inconsciente.

—¿Qué le pasa?

—Estará bien. El efecto debería desaparecer en diez minutos. Veinte como máximo —Leroy alzó la aguja para mostrarle a Nova—. Buenas noticias. El veneno paralizante está listo. Lo llamaré Agente P.

—Por el bien de fomentar la buena voluntad —Nova hizo una mueca—, intentemos encontrar voluntarios dispuestos la próxima vez que necesites probar algo, ¿sí? Pero… buen trabajo.

—Gracias.

—Eso todavía no resuelve el problema de cómo se lo inyectaremos simultáneamente a cientos de Renegados —continuó Nova. Este dilema había sido causa de muchas discusiones desde que abordaron por primera vez la posibilidad de rescatar a Ace. Originalmente, habían planeado atacar a los Renegados con una anestesia gaseosa a través del sistema de ventilación, salvo que, gracias a las bombas de Agente N de Pesadilla, la mayoría de los renegados ahora tendrían máscaras de gas.

—No te preocupes —dijo Honey—, Leroy y yo estamos trabajando en algunas opciones. Tú mantente ocupada en rescatar a Ace y en asegurarte de que el anuncio del Agente N sea un fracaso. Nos ocuparemos del resto —envolvió el hombro de Leroy con su brazo y lo guio hacia su laboratorio improvisado en la esquina más alejada del sótano.

Nova los observó marcharse, su estómago estaba tenso por la preocupación. Había tantas cosas que podían salir mal.

Pero no tenían mucho tiempo para detenerse en ellas.

—Está bien —dijo Nova volteándose hacia Narcissa, que seguía mirando anonadada al Harbinger inconsciente—. ¿Encontraste lo que te pedí de la mansión? —Narcissa miró a Nova en blanco por unos pocos segundos antes de recomponerse.

—Sí, lo hice. Estaban justo donde dijiste que estarían —Narcissa tomó un bolso que estaba detrás de ella y lo posó sobre la mesa. Lo abrió y tomó una gruesa pila de papeles, muchos amarillentos por el paso del tiempo y con esquinas arrugadas, algunos cortes fueron enmendados desprolijamente con cinta adhesiva transparente.

»Al principio, pensé que solo era parte de tu enamoramiento del chico Everhart, pero ahora… lo entiendo.

—¿Los leíste? —Nova se tensó.

—Por supuesto que los leí —Narcissa pasó un par de páginas, luego se detuvo en un dibujo, hecho por un niño, de un monstruo cubierto de sombras con estrechos ojos blancos—. Al principio es una masa amorfa, pero a medida que creció, su arte mejoró… —continuó pasando las páginas. Los papeles estaban más organizados que cuando Nova los había visto por primera vez, olvidados en una caja olvidada, en un estante olvidado. Narcissa debe haberlos puesto en orden cronológico a ojo y el resultado era sorprendente. Nova observó cómo, página a página, el fantasma de Adrian tomó forma.

Al final de la pila estaban los tres números de Rebel Z, el cómic que Adrian había comenzado en su niñez. Nova había ojeado apresuradamente el primero cuando se había escabullido en la oficina, pero Narcissa se tomó su tiempo, pasó las páginas una por una. En la historia, un niño indigente, muy parecido a un Adrian joven, era secuestrado por un científico malvado. Él, junto con otros veinticinco niños, eran sometidos a experimentos crueles. Narcissa se detuvo en una página que mostraba a uno de los otros niños atado a una camilla, gritaba en agonía mientras el doctor y sus asistentes aplicaban algún tipo de sondas de alta tecnología en su cráneo y en su pecho.

Narcissa pasó otra página y Nova se quedó sin aliento.

El chico de la camilla estaba muerto y de sus labios azules medio abiertos se asomaba un monstruo: la misma figura sombría que había plagado los dibujos de Adrian por tantos años. Pero ya no era ambiguo y oscuro. Ahora sus bordes estaban delineados con un negro preciso.

Una capa con capucha se asomaba sobre el cuerpo del niño, se inclinaba sobre él como para ver los ojos del chico muerto.

Un dedo esquelético se extendió debajo de las mangas onduladas.

Su otra mano se aferraba a un arma que brillaba levemente en el laboratorio del doctor: una guadaña.

—Podría ser una coincidencia —susurró Nova.

—También lo pensé —dijo Narcissa, bajando el tono de voz—, entonces le pregunté a Honey sobre él. La mayoría de los Anarquistas habían seguido a Ace por décadas, algunos habían estado con él desde incluso antes del inicio de la Era de la Anarquía. Pero Phobia apareció de la nada más o menos un año antes del Día del Triunfo y le dijo a Ace que era su propósito aterrorizar a sus enemigos comunes. Hasta donde sabe Honey, nunca le dijo a nadie su nombre real o quién era antes de convertirse en Phobia —tuvo un escalofrío—. Los tiempos encajan. Adrian Everhart debería haber tenido… ¿qué? Cinco o seis años cuando dibujó esta… cosa por primera vez —tomó otros dibujos más antiguos de la pila—. Sus habilidades no se habían desarrollado todavía, pero parece claro que ya estaba dibujando a Phobia… incluso en ese entonces.

Nova masajeó su sien. Casi esperaba esto. Los pensamientos de Phobia y de Lady Indómita la habían invadido en su celda casi tanto como los de Adrian. Era un rompecabezas que resolvió rápidamente una vez que Adrian le contó sobre la tarjeta que encontraron sobre el cuerpo de su madre. Sin miedo, no hay coraje.

El poder de Phobia era abusar de los miedos más profundos de su enemigo y el mismo Adrian le había dicho a Nova que su mayor miedo de la infancia había sido que algún día su madre se marchara y no regresara.

Tenía la esperanza de estar equivocada. Pero ahora…

—Él creó a Phobia —susurró tomando el dibujo de las manos de Narcissa y lo inspeccionó con un espanto creciente. Se sorprendió al ver que su visión se empañó al pensar qué sentiría Adrian si supiera la verdad—. Creó al monstruo que mató a su madre.

—Nova… —Narcissa extendió su mano y volvió a tomar el dibujo—. Adrian Everhart es un Renegado. No está de nuestro lado.

—Eso lo sé —Nova se enderezó y parpadeando eliminó cualquier rastro de las lágrimas que se avecinaban.

—Sí, pero… —Narcissa frunció el ceño con dudas. Diablos, lucía como si casi sintiera lástima por Nova.

Con expresión seria, Nova reunió los papeles y los metió de mala manera en el bolso.

—Gracias por conseguirlos. Necesito hablar con Millie y…

—Ey, ey, te quería mostrar algo más —Narcissa tomó los cómics de Rebel Z antes de que Nova pudiera guardarlos—. ¿Leíste estos?

—No tengo tiempo.

—Pero hay algo…

—Más tarde —respondió de mala manera. Luego, se sintió culpable y forzó una sonrisa. No estaba enojada con Narcissa, estaba molesta por esta situación imposible.

Adrian Everhart era su enemigo.

Phobia era su aliado.

Entonces por qué sentía que le rompía el corazón saber cuánto dolor sentiría Adrian si se enterara de la verdad de su conexión.

—Lo lamento —dijo—. Puedes mostrármelo más tarde, ¿sí? Yo solo… realmente necesito hablar con Millie sobre algunas cosas. Es importante.

Narcissa asintió lentamente mientras tamborileaba sus dedos sobre los cómics.

—Seguro, puede esperar. De todos modos, a esta altura no cambia mucho las cosas.

Nova tenía una larga lista en su cabeza de todo lo que necesitaba hacer y de todas las personas con las que tenía que hablar para asegurarse de que todo marchara según el plan, que todavía seguía formándose minuto a minuto. Especialmente ahora que sabía que no todos los Rechazados de Narcissa estarían dispuestos a actuar como le habían hecho creer.

Pero quería hablar con Millie primero. Esperaba que la psicometrista pudiera darle algunas respuestas que dudaba conseguir en otro lugar.

El sótano debajo de la casa de empeño estaba dividido en una serie de grandes habitaciones, donde unos pocos miembros de su alianza incipiente habían reclamado una esquina por aquí o instalado un catre por allá. Había un baño con una ducha con agua potable que nunca se calentaba realmente. Solo los prodigios que eran buscados por los Renegados pasaban mucho tiempo en el escondite subterráneo. Muchos de los otros tenían sus propios hogares, aunque Nova había insistido en que se reunieran en horarios determinados para ultimar los detalles de su plan en desarrollo.

De los prodigios que tenían residencia más permanente en el refugio, a Millie le habían dado su propio espacio, compartía un armario refaccionado con el generador de energía que rugía incesantemente. Cuando Nova llegó a la habitación, vio a Millie sentada con las piernas cruzadas sobre un viejo almohadón de sillón, acunando una taza de té en las palmas de sus manos. Sus ojos estaban cerrados casi con felicidad, pero uno se abrió molesto cuando Nova golpeó la puerta de madera laminada.

—¿Podrías mirar algo por mí? —preguntó Nova, entrando en la habitación antes de que Millie pudiera ahuyentarla.

Gruñendo, Millie se asomó sobre la taza y Nova se percató de que estaba vacía.

—Estoy ocupada.

—Esto es importante.

—Ustedes, los jóvenes, piensan que todo es importante.

Nova se tensó, le molestó la idea que sus problemas pudieran ser triviales.

—Si fallamos, Ace Anarquía morirá. ¿O soy la única a quien le importa?

Millie tarareó, tranquila, mientras volteaba la taza de té, examinándola.

—Porcelana de hueso del siglo dieciocho. Bordes bañados en oro. Motivo botánico pintado a mano —frotó su pulgar sobre una marca roja en la base—. Sello nítido. Cuando las cosas bonitas como estas valían más de lo que valen ahora, hubiera vendido esta taza por más de dos mil dólares.

Aunque Nova estaba irritada por la manera en que Millie había ignorado voluntariamente su afirmación, sus cejas se alzaron en sorpresa ante este dato. Estudió la taza de té con más detenimiento, pero para ella, seguía luciendo como una antigüedad que solo servía para contener té.

Con una sonrisa torcida, Millie apoyó la taza sobre la mesa.

—Al menos, eso es lo que quiere hacerte creer. Es una lástima que sea falsa. Una réplica de calidad, pero sigue siendo una impostora. Es interesante, ¿no te parece? Una réplica, sin importar cuán bien esté hecha, nunca será valuada de la misma manera que la original —su expresión se modificó y se tornó levemente burlona—. Supongo que sabes algo de eso, ¿no es así, joven Renegada?

—Supongo que sí —murmuró Nova—. ¿Eso es de la casa de empeño?

—La trajeron para empeñarla ayer por la mañana. Dave me ha contratado para hacer tasaciones por años. La gente trae muchas cosas al alzar para vender y puede ser difícil distinguir el oro de la chatarra. Por suerte, en eso me destaco.

—¿Venir aquí fue tu idea?

—La señorita Cronin me rastreó hasta mi casa flotante y me contó lo que estaba planeando —encogió los hombros—, intentaba unir a todos los viejos colegas de su abuelo. Me gustó la idea, cada vez es más difícil hacer negocios, con los Renegados siempre respirando en el cuello de todos. Pero todos no íbamos a entrar en mi pequeña casa flotante, así que sugerí la casa de empeño de Dave. Los Ghouls y algunas otras de las bandas solían reunirse aquí.

—¿Qué hay de tu barco? —preguntó Nova—. ¿No te preocupa dejarlo desprotegido mientras estás aquí?

—Estará bien —dijo Millie y sus ojos resplandecieron—. Leroy me ayudó a colocar algunas defensas. Si alguien intenta robar mis tesoros, se arrepentirán —apoyó la taza en el suelo, cruzó sus manos sobre su regazo y concentró toda su atención en Nova—. ¿Qué era lo que querías que mirara?

Nova cerró la puerta detrás de ella. Mientras avanzaba por la habitación, se quitó su brazalete, sus dedos lucharon con el broche que Adrian había dibujado para ella. La cadena se deslizó por su piel. La estrella brilló más fuerte por un instante antes de retornar a su intensidad más leve.

—Quiero saber más sobre esto —dijo extendiéndolo hacia Millie—. Cuando robé el casco, mi brazalete reaccionó ante él, fue casi como si estuvieran magnetizados. Y la… —se detuvo ante la palabra “estrella”, en cambio dijo—… joya también tuvo algún tipo de reacción. Me ayudó a romper la caja de cromo que contenía el casco. Siento que están conectados de alguna manera.

Mientras examinaba el brazalete, el rostro de Millie se parecía al de un curador admirando una pieza de arte fina y, sin embargo, no se estiró para tocarlo.

—No he tocado el casco, así que puede que no vea nada de su historia compartida, si eso es lo que esperabas.

—Puedo hacer que Phobia te lo traiga, si lo necesitas —respondió Nova—. De todos modos, he estado pensando que tal vez todos deberíamos probarlo para ver cómo afecta nuestros poderes. Se supone que amplifica la habilidad de cualquier prodigio, lo que podría ser útil. Y necesitaremos todas las ventajas que podamos conseguir.

—Hazlo tú —Millie soltó una risotada—, ya he visto suficiente adversidad en mi vida.

Millie se puso de pie y caminó hasta una pequeña mesa cubierta de platos desordenados. Seleccionó una taza de cerámica de café astillada, pero en vez de café, tomó una botella verde y llenó la taza con vino tinto, casi hasta el borde.

—La destrucción de miles de reliquias, las tragedias de demasiadas familias como para contar —volvió a sentarse acunando la taza con ambas manos y bebió un sorbo mientras observaba a Nova—. No necesito ver lo que ese casco ha visto.

Nova intentaba no pensar mucho en los primeros días de la Era de la Anarquía. En los sacrificios que Ace había hecho para materializar su visión. Las personas que habían sido asesinadas, la devastación que acaeció sobre la ciudad y el mundo a medida que otros prodigios seguían su ejemplo.

Supuso que no podía culpar a Millie por no querer pensar en esas cosas tampoco.

—¿Por lo menos, puedes mirar esto? —pidió y volvió a extender el brazalete—. ¿Qué es? ¿De qué está hecho? Cualquier cosa que puedas decirme puede ayudar.

Millie entrecerró los ojos, pero sus manos siguieron alrededor de la taza.

—Esa linda esfera no estaba allí la última vez que vi este brazalete —esbozó una sonrisa pícara—. Casi me había olvidado del chico que había visto entonces, el que reparó el cierre. Ahora que recuerdo su rostro…

—Lo sé —dijo Nova, sintiendo un calor creciente en su cuello—. Era Adrian Everhart, pero no lo sabía en el momento. Es solo una coincidencia.

Millie soltó una risita.

—Una vez que has visto tanta historia como yo, dejarás de creer en las coincidencias —bebió otro sorbo de vino, con este casi vacía la taza. Era como si estuviera fortificándose.

Suspiró y apoyó la taza en el suelo al lado de su silla.

Finalmente, extendió su palma.

Con una punzada de nervios, Nova dejó caer el brazalete en la mano de Millie.

La mujer se irguió y miró a Nova sorprendida. Fue una mirada breve y, sin dar ninguna explicación, ubicó su otra mano sobre la estrella y cerró los ojos.

Nova observó con curiosidad creciente mientras una serie de transformaciones transitaba en el rostro de Millie. A veces, se alzaban sus cejas, otras, se arrugaban pronunciadamente. De tanto en tanto, movía los labios como si estuviera hablando con ella misma y luego se reía sin motivos o apretaba los dientes con preocupación.

Nova no dijo nada durante todo el proceso. Después del primer minuto, jaló una silla de madera desvencijada de una esquina y se hundió en ella, en tanto enterraba sus dedos en sus muslos.

Pasaron cinco minutos antes de los ojos de Millie volvieran abrirse, ligeramente fuera de foco. Parecía estar despertando de un sueño confuso mientras escaneaba la habitación.

—Bueno —dijo—. Eso responde una pregunta por lo menos —Nova se inclinó hacia adelante—. Sentiste una conexión entre este brazalete y el casco de tu tío porque están íntimamente conectados. Fueron fabricados con la misma materia prima, obtenida de la misma fuente.

Nova echó un vistazo hacia las manos de Millie, seguía encerrando a la estrella, escondiéndola de su vista.

—¿Y qué material es ese exactamente? —indagó Nova y Millie soltó una risita.

—La cosa de las estrellas —susurró como respuesta, casi burlándose y Nova se dio cuenta de que seguro había visto parte de su conversación con Adrian cuando discutieron la estrella imposible en esa jungla.

Nova hizo una mueca. Sabía que no era una estrella. Las estrellas eran soles a miles de millones de años luz de distancia. Esto era un mármol elegante.

Pero ¿cómo se suponía que debía llamarla?

—Pareces escéptica —dijo Millie acariciando el brazalete con una mano, se inclinó hacia abajo y sujetó su vino con la otra—. Dime, señorita Artino. ¿Estás familiarizada con la Teoría del Origen de los Prodigios de Monteith?

—Déjame pensar —el escepticismo de Nova aumentó—. ¿Esa es la que dice que todos los prodigios son descendientes de los dioses antiguos? ¿O la que dice que venimos de naves extraterrestres? O, no, no, esa es la que tiene que ver con lodo radioactivo, ¿no?

—De hecho, el Dr. Stephan Monteith fue un astrofísico que sostuvo que todas las habilidades de los prodigios son el resultado de nuestros sistemas físicos reaccionando a un coctel de químicos biológicos y al polvo de estrellas que yace durmiente en nuestro maquillaje químico.

—Polvo de estrellas —resopló Nova—. Seguro. Creo que me convence más el lodo.

—No juzgues tan rápido. He rastreado la historia de varios artefactos de prodigios hasta el mismísimo inicio en el que sus habilidades místicas parecen haberse originado —Millie se inclinó hacia adelante—. Piensa que cada elemento químico en nuestro mundo está compuesto por estrellas que explotaron hace mucho tiempo. Desde la sal en nuestros océanos hasta el cobalto en la pintura de esta taza.

—No puedes llamarte Nova y no saber sobre las supernovas —replicó la chica, recelosa con la conversación—. ¿Me hablarás del brazalete o…?

—Es lo que estoy haciendo, si te molestaras por escuchar.

Nova se mordió el interior de sus mejillas.

—Según Monteith —continuó Millie e hizo otra pausa para beber otro sorbo antes de continuar—, las partículas de una supernova particularmente poderosa llegaron hasta nuestro sistema solar varios siglos atrás. Llegaron a nuestro planeta, una invasión invisible, se asentaron en nuestra tierra y en nuestros océanos y ocuparon el espacio en el mismo aire que respiramos. Estas partículas, esta energía, se convertiría en la sustancia que tu padre podía manipular en nuestro mundo. Esta energía pura está en todos lados, pero solo es visible para unos pocos afortunados.

Finalmente, algo que Nova podía comprender.

—La energía que podía ver mi padre —dijo Nova inclinándose sobre el borde de su asiento—. También la vi. O, creo que lo hice. Cuando la estrella se conectó con el brazalete. Y una vez más cuando me puse el casco. Eran como rayos de luz a mi alrededor.

—Ahora, piensa que esta energía no está simplemente en el aire —continuó Millie—. Está dentro de nosotros. Cada ser humano en este plantea tiene vestigios de esta supernova dentro de ellos y esa energía pura contiene un potencial de gran poder, pero solo si es activado por una reacción química. Esa era la teoría de Monteith. Todos tenemos el potencial para convertirnos en prodigios, pero para aquellos que no nacieron con este poder inherente ya activado, sus poderes solo se revelarán frente a un gran trauma. Monteith creía que los químicos que se liberan al torrente sanguíneo en situaciones extremas crean las condiciones necesarias para despertar nuestras habilidades latentes.

—Oookey —dijo Nova, intentando ocultar su incredulidad—. Entonces, una gran estrella explotó, sus partículas impactaron en la tierra y ahora, ¿todos tenemos el potencial de ser superhéroes? Claro —señaló las manos de Millie—. ¿Esto que tiene que ver con mi brazalete? ¿Estás diciendo que es el núcleo central de esa estrella que explotó o algo así?

—Por supuesto que no. Solo estoy señalando que tu padre recogía y utilizaba esa energía pura que posiblemente sea la sustancia más poderosa en nuestra galaxia. Hizo el casco, entre otras cosas, y también hizo esta magnífica gema —abrió la mano para revelar el brazalete de Nova.

La chica frunció el ceño.

—No, no. Mi papá hizo el brazalete, pero la gema la hizo…

—¿Adrian Everhart? Oh, lo vi —Nova se sonrojó avergonzada—. El mural era extraordinario, pero no. ¿Cómo puedo explicar esto? —Millie frotó su pulgar sobre la estrella—. Como uno de sus últimos actos mientras estaba vivo, tu padre hizo este brazalete, ¿sí?

—Correcto.

—Bueno, no dejó el engarce vacío por no tener tiempo para completarlo. De hecho, ya había creado la gema que debía ubicarse en ese espacio algunos meses antes y la había escondido en donde creyó que nadie la encontraría —inclinándose hacia adelante, Millie presionó un dedo contra el corazón de Nova—. La escondió dentro de ti.

Nova parpadeó, una vez más sentía que se estaban riendo de ella.

—¿Disculpa?

—Quiero decir, no aquí literalmente —explicó Millie dando otro golpecito en el pecho de Nova—. Eso solo parece más dramático que la verdad. De hecho, estaba guardado en la base de tu amígdala. Eso no es tan romántico, pero… bueno. Estoy segura de que tu padre tenía sus motivos.

Nova alzó una mano.

—¿Viste todo esto?

Con una risita, Millie extendió el brazalete, Nova lo tomó y acarició con sus dedos.

—Viniste a mí por respuestas, ¿no?

Nova frotó su pulgar sobre la superficie de la estrella. Su brillo se intensificó con tu toque.

—Pero… ¿por qué? ¿Para qué la hizo mi padre? ¿Y por qué la escondió dentro de mí?

—Solo podemos adivinar —Millie frotó su mejilla, su piel pálida se estiraba con cada presión de sus finos dedos pálidos. Luego tomó otro largo trago de vino—. Tal vez se suponía que era un arma, como el casco.

Nova mordió el interior de su mejilla. Era posible. Su familia nunca había tenido comida suficiente cuando ella era niña y como Evie estaba creciendo, su situación era más desesperante que nunca. Otra arma creada por David Artino hubiera sido increíblemente valiosa. Podría venderla al mejor postor.

Pero eso no parecía acertado.

Nova memoró un débil recuerdo. El día en que sus padres habían sido asesinados, su padre le había dicho que tenía la esperanza de que el brazalete enmendara algunas de las heridas que le había causado al mundo.

Pero ¿qué significaba eso?

Los dedos de Nova se sintieron fríos mientras volvía a asegurar el brazalete en su muñeca y recordaba el poder que la estrella había exhibido al infundir más fuerza en la Lanza de Plata. Con la ayuda de la estrella, había destruido lo que parecía ser una caja indestructible.

Si se suponía que la estrella era un arma, ¿y si su padre la había hecho para Ace? ¿Para que la utilizara en contra de los Renegados? Las mismas personas que habían prometido proteger a su familia de las Cucarachas. Una parte de ella siempre se preguntó por qué sus padres no habían solicitado la protección de Ace y de los Anarquistas en cambio. Tal vez, incluso en ese entonces, su familia sabía que no podían confiar en los Renegados. Quizás su padre había hecho un arma que era incluso más poderosa que el casco.

Un arma que era suficientemente fuerte como para derrotar al invencible Capitán Chromium.

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