Stalin

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I. El revolucionario » 5. Militante marxista

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MILITANTE MARXISTA

Al dejar el Seminario, Iósef Dzhughashvili tenía que encontrar un empleo remunerado sin demora. Gori no tenía atractivo alguno. Sólo Tbilisi ofrecía oportunidades serias y, fuera como fuera, Iósef deseaba combinar el trabajo con la actividad revolucionaria. Durante un tiempo se ganó la vida dando clases particulares[1], pero el 28 de diciembre de 1899 sus amigos le ayudaron a conseguir un puesto en el Observatorio Físico de la calle Mijailovski. Trabajó allí durante tres meses. Fue el único período en que tuvo un empleo fijo antes de la Revolución de octubre. Iósef compró la traducción al ruso de la Astronomía de sir Norman Lockyer, publicada por primera vez en 1874, como obra de referencia[2]. Sus obligaciones cotidianas exigían que registrara cuatro veces la temperatura y el clima. La única necesidad técnica era leer la cinta magnética, que tenía que firmar cada día antes de incorporarla a los archivos del Observatorio[3].

Dormía de vez en cuando en el Observatorio desde que, en octubre, su amigo de la escuela en Gori, Vano Ketsjoveli, comenzó a trabajar allí. Hacia finales de año, M. Davitashvili, también amigo de la escuela en Gori y después seminarista, se les unió en la misma habitación individual[4]. El hecho de que Davitashvili a menudo se quedara con unos parientes en la ciudad paliaba la falta de espacio. Más tarde, en enero de 1900, a Iósef y a Vano les concedieron un apartamento de dos habitaciones en la planta baja con vistas al agradable jardín de la parte trasera del edificio. Muy poco después recibían al antiguo seminarista V. Berdzenishvili como compañero de piso[5]. Todos ellos eran hostiles al régimen imperial y querían un cambio revolucionario. El apartamento se convirtió en lugar de reunión para otros disidentes. La calle Mijailovski era la más concurrida de la orilla izquierda de Tbilisi, de modo que los amigos podían ir y venir sin despertar sospechas. Entre los que entraron en contacto con ellos estaba el hermano mayor de Vano Ketsjoveli, Lado (que había sido expulsado del Seminario en 1893)[6]. Iósef y Lado simpatizaron a pesar de la diferencia de edad. Los dos eran tenaces y ambiciosos. También tenían madera de buenos organizadores. Era una cuestión de tiempo que ambos quisieran ir más allá de sus discusiones en el Observatorio Físico.

Después de abominar del Seminario y de su código de normas, Iósef deseaba jugar el papel de un revolucionario duro y nada sentimental. Su padre había trabajado en una fábrica. Lo mismo había hecho Iósef, durante un breve período: no necesitaba que nadie le enseñara cómo vivía la clase obrera en el Imperio ruso. Iósef se negaba a vestir el característico atuendo de tres piezas del teórico marxista[7]:

Usaba una sencilla camisa rusa de color negro y una corbata roja típica de todos los socialdemócratas. En invierno también se ponía un largo abrigo marrón. Para cubrirse la cabeza sólo usaba una gorra rusa (…) Sólo se le veía con una camisa gastada y zapatos sucios. En general intentaba demostrar que no tenía una mentalidad burguesa.

Su descuido en el vestir indicaba un rechazo deliberado de los valores de la «clase media». Pero al mismo tiempo había algo más complejo. El corte de su camisa era ruso, pero el hecho de que fuera negra lo señalaba como georgiano. La ambigüedad nacional manifestaba la decisión de vivir a su modo. Quería aparecer como «proletario» y al mismo tiempo ser considerado un «intelectual». Para los obreros era un maestro y un organizador; para los camaradas cultos era un organizador y un potencial alumno.

Los grupos de marxistas de Tbilisi buscaban donde fuera los textos políticos que necesitaban. Las obras de Marx, Engels, Lassalle y Dickstein, así como las de Gueorgui Plejánov y Alexandr Bogdánov se estudiaban detenidamente en la década de los noventa[8]. También se analizaban obras sobre las primeras generaciones de revolucionarios rusos, sobre la Comuna de París de 1871 y sobre la Revolución francesa[9]. Entre los grupos marxistas había uno dirigido por Lev Rozenfeld y Suren Spandarián. Rozenfeld sería más conocido por su seudónimo Kámenev. Kámenev y Spandarián se convertirían más tarde en camaradas de Dzhughashvili. Kámenev había sido alumno del Primer Gimnasio Clásico. Su padre era un destacado ingeniero y empresario que ayudó a construir el oleoducto desde Bakú a Batumi. Daba charlas sobre teoría marxista en secreto. Dzhughashvili asistió a una de esas reuniones por sugerencia de su amigo de Gori, Davrishevi, y se quedó impresionado[10]. Fue una ironía histórica: Kámenev, que jugó un papel destacado en el acercamiento de Stalin al marxismo, sería fusilado por la policía política de Stalin (conocida en ese tiempo como la NKVD) en 1936. En todo caso, estos antiguos estudiantes del Seminario y del Gimnasio Clásico sentían que había un mundo por explorar. Los obreros estaban en el centro de sus análisis pero no eran todavía el punto de apoyo de la actividad marxista.

Aunque estaba obligado a permanecer muchas horas en el Observatorio cada día, las tareas de Iósef no eran muy fatigosas; podía leer lo que quisiera mientras cumplía con sus obligaciones. Este cambio con respecto al Seminario fue muy bienvenido. Aprovechaba su tiempo libre. Entre los libros de reciente publicación que adquirió estaba el Breve curso de ciencia económica de Alexandr Bogdánov. No todas las obras de su creciente biblioteca eran marxistas. Iósef también compró la Filosofía general del alma del aristócrata ruso exiliado de mediados del siglo XIX, Alexandr Herzen. Tampoco abandonó su interés por la literatura georgiana, rusa y europea. Pero el marxismo ocupaba el lugar primordial en sus planes de futuro. Siempre hacía las cosas con un propósito definido. En este caso el propósito estaba claro: Iósef planeaba reavivar su carrera de escritor por medio de contribuciones a los debates marxistas en Georgia.

Entre las posibilidades que tenía, la mejor en el cambio de siglo era la revista Kvali, que había sido traspasada a un sorprendido Noé Zhordaniia en 1898 (y que había publicado algunos de los poemas de Dzhughashvili antes de que abandonara sus ambiciones literarias). Kvali logró impactar a la intelliguentsia georgiana con sus análisis críticos de las condiciones económicas y sociales. La oficina de la censura imperial en el Cáucaso intentó abordarlo con diplomacia, pero Zhordaniia enseguida reconvenía al censor jefe cuando éste ponía reparos a algún número del periódico[11]. Sin embargo, fue Iósef Iremashvili, que como Dzhughashvili había decidido no completar la educación para sacerdote, el primero que presentó un artículo a Kvali. Dzhughashvili felicitó a su amigo por su trabajo sobre la cuestión agraria[12]. Entretanto, Iremashvili advertía con cuánto empeño estudiaba Dzhughashvili. En la mesa del apartamento del Observatorio había una pila de libros de Plejánov y Lenin (cuyo verdadero nombre era Vladímir Ilich Uliánov): Dzhughashvili ya admiraba a Lenin[13], pero todavía no tenía algo propio que decir. Se había vuelto cauto. En cambio, se lanzó a la actividad propagandística entre los obreros de Tbilisi. Éste era el modo habitual de actuar entre los intelectuales marxistas. Mientras se educaban leyendo las obras de Marx y Engels, difundían las ideas marxistas entre ferroviarios, zapateros y trabajadores de la industria textil. Se le asignó a Dzhughashvili la dirección de dos círculos de obreros[14].

Los progresos de Iósef se vieron interrumpidos la noche del 21 al 22 de marzo de 1901. La policía hizo una redada en varias casas de marxistas y el Observatorio estaba en la lista. Iósef había estado bajo vigilancia prácticamente desde que comenzó a trabajar allí[15]. Varios de sus amigos en toda la ciudad fueron arrestados, pero a él no lo tocaron. No sería la última vez que tuvo suerte (lo que más tarde dio origen a la sospecha de que era un agente de la policía política imperial, la Ojrana)[16]. Pero obviamente no podía regresar al Observatorio sin correr el riesgo de ser arrestado. Optó por una existencia errante. Estaba decidido. Vivía para la revolución y sabía que esto le depararía con frecuencia episodios desagradables en el trayecto. La prisión y el exilio eran en definitiva inevitables. Durante unas pocas semanas se alojó en distintas casas pertenecientes a sus correligionarios.

Los marxistas georgianos se tomaban muy en serio el desarrollo de su nación. Pero Georgia planteaba problemas. La mayoría de los georgianos no se consideraban ante todo georgianos. Se veían a sí mismos como pertenecientes a alguno de los grandes grupos étnicos de Georgia y algunos de ellos, especialmente los mingrelios, hablaban su propia lengua, diferente de la de los demás. Sin embargo, los marxistas georgianos creían que fomentar la conciencia nacional estimularía el desarrollo político y, en última instancia, la difusión de las ideas socialistas. También había otra dificultad de índole geopolítica. Los marxistas se daban cuenta de que la independencia de Georgia pondría al país a merced del Imperio otomano. En todo caso, el marxismo les había enseñado a ver la salvación no en la secesión de Rusia, sino en el avance de las clases obreras en todos los países. Todos deseaban que el marxismo se convirtiera en una fuerza unida en todo el Cáucaso, pese a los sustratos nacionales. Georgianos, armenios y azeríes debían ser animados a luchar contra la monarquía de los Románov y su régimen político y social. Los marxistas del Cáucaso también debían afiliarse al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, fundado en 1898, que abarcaba todo el Imperio ruso.

La influencia del marxismo no hacía más que crecer entre los intelectuales disidentes y entre los obreros desde mediados de la década de los ochenta. Se inspiraban en las ideas desarrolladas por el emigrado político Gueorgui Plejánov, que sugería que el capitalismo se estaba desarrollando con rapidez en todo el Imperio y que la clase obrera era el grupo social con mayor capacidad para terminar con la monarquía de los Románov y para iniciar los cambios que conducirían finalmente a la consecución del socialismo. Otros socialistas se aferraban a una tradición rusa anterior que Plejánov había abandonado. Éstos eran revolucionarios que esperaban que fuese principalmente el campesinado el que acabase con la opresión del Estado y la sociedad. Liderados por Víktor Chernov, iban a formar el Partido de los Social-revolucionarios en 1901. Chernov compartía ideas con los marxistas, pero sostenía que la estructura social del Imperio ruso no había cambiado todavía tanto como aseguraba Plejánov; también consideraba que los trabajadores industriales no eran muy diferentes, desde un punto de vista social y cultural, del campesinado. También había grupos políticos liberales activos en el Imperio ruso. Inicialmente estuvieron encabezados por Piotr Struve, que había comenzado su vida pública como marxista. En 1905 iban a formar el Partido Constitucional-democrático. Los constitucional-demócratas (o kadetes) abogaban por la democracia liberal y el capitalismo como solución para los problemas del país.

Los marxistas, sin embargo, dominaban el debate público en Georgia. Triunfaron sobre los liberales y conservadores que ya existían. Los social-revolucionarios no consiguieron seguidores en el sur del Cáucaso. Los principales rivales del marxismo eran los social-federalistas, socialistas georgianos con una orientación fuertemente nacionalista que exigían la transformación del Imperio ruso en un estado federal con Georgia como uno de sus elementos constitutivos. Pero los social-federalistas no lograron atraerse a la mayoría de la opinión disidente. Noé Zhordaniia era la voz dominante entre los marxistas georgianos. Tenía una fuerte personalidad, fuerza moral y habilidad con la pluma[17]. El marxismo georgiano era en gran medida el producto de sus ideas y de su actividad. Zhordaniia también entendía que la independencia de Georgia los expondría a la invasión del Imperio otomano. Pero no era invulnerable al desafío a su autoridad. Pilipe Majaradze, Mija Tsjakaia y otros marxistas lo consideraban demasiado blando con los liberales georgianos. Sin embargo, Zhordaniia veía a los marxistas georgianos como los líderes de un movimiento nacional contra el sistema económico y político del zarismo. Para combatirlo cooperó con todas las tendencias de la oposición a los Románov en Georgia. Esto era lo que había inducido al liberal Guiorgui Tsereteli a transferirle a él la posesión de Kvali.

Lado Ketsjoveli, amigo de Dzhughashvili, estaba de acuerdo con los críticos de Zhordaniia y dispuesto a contrarrestar esta tendencia por medio de la acción. Ketsjoveli era partidario de la creación de un periódico clandestino. Aunque Kvali tenía su utilidad, no podía propagar un mensaje totalmente revolucionario por miedo a la censura imperial[18]. Ketsjoveli y Dzhughashvili por lo general preconizaban formas más rígidas de organización «subterránea» que las aprobadas por Zhordaniia. Mientras Zhordaniia esperaba ampliar las oportunidades de que los obreros comunes se unieran a los marxistas y contribuyeran activamente en la actividad del partido, sus jóvenes críticos consideraban arriesgado que la autoridad dejara de estar en manos de organizadores expertos como ellos. Esta disputa afectó al conjunto del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en el cambio el siglo. Los inicios de la escisión que tuvo lugar en 1903 entre los bolcheviques y los mencheviques ya podían detectarse. Estaban de acuerdo en que las técnicas de la actividad clandestina del partido tenían que ser respetadas. Más allá de esto se advertían los síntomas de una escisión que se convirtió en una herida abierta en el marxismo georgiano en los años venideros.

Lado Ketsjoveli ignoró la autoridad de Zhordaniia al fundar un periódico marxista ilegal, Brdzola («Lucha»), en Bakú, a orillas del Caspio. Zhordaniia había tratado de impedir una aventura de ese tipo en Georgia por miedo a poner en peligro la publicación de Kvali. Para Ketsjoveli, la reacción de Zhordaniia era un signo más de que el liderazgo marxista de Tbilisi estaba haciendo demasiadas concesiones. La población de Bakú incluía rusos, armenios y georgianos, así como la mayoría azerí. Enseguida encontró una imprenta en Bakú[19] y falsificando documentos supuestamente llegados del gobernador de Yelizavetgrad pudo conseguir que los propietarios iniciaran la impresión[20]. Ingenioso y decidido, diseñó el tipo de periódico en georgiano que quería. Se enviaron ejemplares a los grupos marxistas de todo el Cáucaso. Tiempo después Dzhughashvili pretendió haber cofundado Brdzola. En realidad, fue obra exclusivamente de Ketsjoveli. Dzhughashvili también exageró el grado de antagonismo que existía entre ellos dos y Zhordaniia. Las tensiones ciertamente existieron y fueron en aumento, pero persistió la cooperación y finalmente Ketsjoveli acudió a Zhordaniia para que escribiera el editorial de uno de los números de Brdzola[21].

Entretanto Dzhughashvili se estaba convirtiendo en una figura molesta en la capital georgiana. El Comité de Tiflis del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso estaba dominado por las disputas políticas y personales (los marxistas georgianos, que nunca aspiraron a una secesión del Imperio ruso, llamaban Tiflis a la capital). Pero Dzhughashvili lo empeoraba todo. En unas memorias, sin nombrarlo directamente, se le identifica como un «joven y confuso camarada de la intelliguentsia, “muy enérgico” en todos los aspectos». Según este relato, el individuo, «invocando consideraciones conspirativas, así como la falta de preparación y de conciencia [política] de los obreros, se mostró contrario a que se admitieran obreros en el comité»[22]. Los marxistas de Tbilisi consideraron que era una postura desagradable expresada de forma desagradable —y por el contexto es casi seguro que Dzhughashvili era el camarada en cuestión—. Otro contemporáneo, Grigol Uratadze, escribió más directamente que Dzhughashvili tuvo que comparecer ante sus camaradas y se le encontró culpable de «difamación»[23].

En noviembre de 1901, después de haber sido apartado del trabajo de propaganda en Tbilisi por el Comité de la ciudad, Dzhughashvili se marchó a Batumi, a orillas del mar Negro, con el propósito de difundir sus ideas en un medio más receptivo. Pero a muchos marxistas de Batumi no les cayó simpático. Dzhughashvili seguía vociferando acerca de los pecados por comisión y omisión del Comité de Tiflis. Esto ya era bastante negativo, pero los camaradas de Batumi no podían soportar su «temperamento caprichoso y su tendencia a comportarse de forma despótica»[24]. Lo importante aquí es que las objeciones no se hacían tanto a sus ideas políticas como a su actitud y comportamiento. La crueldad con sus allegados había sido su sello distintivo desde muy joven. La ambición también había sido una de sus características. Pero él quería elevarse a la cumbre revolucionaria a su modo; y cada vez que alguien le contrariaba, le decía que estaba equivocado y que era estúpido. Era un joven sagaz que pensaba que tenía la respuesta a las dificultades experimentadas por los propagandistas marxistas en el sur del Cáucaso. Insistiendo en la necesidad de la actividad clandestina, de la propaganda ilegal y del control de los trabajadores, Dzhughashvili era un bolchevique al acecho.

Su trabajo en Batumi dio sus frutos. Trabajó con sus compañeros marxistas y con los obreros del oleoducto y del puerto para provocar la revuelta contra sus patronos. Establecían contactos con probables reclutas para el partido. Las empresas Rothschild y Mantashov eran sus blancos favoritos. Al mismo tiempo él se mantuvo en contacto con Ketsjoveli, que estaba a cientos de millas al Este, en Bakú. Estallaron huelgas en Batumi y Dzhughashvili y su grupo estaban involucrados. Estaba haciendo lo que su ideología y sus políticas le inducían a hacer. También estaba detrás de la organización de una manifestación de protesta de obreros el 8 de marzo de 1902. Exigían la liberación de los líderes huelgistas apresados unos días antes. La manifestación tuvo consecuencias fatales. Las autoridades de la ciudad sintieron pánico al ver a 6.000 obreros furibundos desfilando y las tropas abrieron fuego contra ellos. Murieron quince manifestantes. A esto siguió una exhaustiva investigación por parte de la Ojrana. Se efectuaron cientos de arrestos. Los confidentes de la policía se habían infiltrado en la organización marxista de Batumi y era sólo cuestión de tiempo que descubrieran el paradero de Dzhughashvili. El 5 de abril fue detenido y confinado en la prisión de Batumi.

Hashim Smyrba lamentó la partida de Dzhughashvili. Durante un tiempo había estado escondido con él. Hashim, un campesino que probablemente era abjasio, se había encariñado con él y le había expresado su pena porque no fuese musulmán: «Porque si adoptaras la fe musulmana, te encontraría siete hermosas mujeres para que te casaras con ellas»[25]. Esta escena se ha relatado muchas veces para señalar que Dzhughashvili siempre había estado en contacto con el pueblo. Pero Smyrba era un viejo campesino al margen del movimiento revolucionario. El hecho de que pocos obreros testificaran a favor de Dzhughashvili décadas después de su paso por Batumi seguramente era significativo. Se reservaba para sí mismo. Era autosuficiente y no quería confiar en nadie a menos que fuera imprescindible. Ya era una especie de solitario.

En cualquier caso, Dzhughashvili no dependió más de la buena voluntad de los camaradas de Batumi o de Tbilisi. Se mantuvo en estrecho contacto con su amigo Ketsjoveli en Bakú. Su artículo sobre «El Partido Socialdemócrata Ruso y sus tareas inmediatas», que trataba muchas cuestiones políticas y organizativas del momento, fue el más importante del segundo número de Brdzola[26]. A Ketsjoveli no le importaba. Aunque seguía siendo el editor jefe reconocía que era mejor organizador que escritor o editor. Ambos formaban una buena pareja. Brdzola se convirtió en un éxito de publicación del movimiento clandestino marxista en todo el sur del Cáucaso. Según el propio relato de Stalin, se sintió atraído por la vida de escritor y consideró seriamente abandonar la actividad política clandestina e ingresar en la universidad —no precisamente como estudiante sino como profesor— (nunca explicó quién le habría pagado los gastos)[27]. Otro aspecto de su temprana carrera literaria continuó preocupándole en su vejez: el contenido «pacífico» de varios de sus escritos. Incluso en Brdzola, donde no tenía que preocuparse por la oficina de la censura, había evitado un llamamiento directo a la revolución.

Se ha dicho que Ketsjoveli echaba pestes de él por ser demasiado moderado, pero Dzhughashvili pudo aducir que hasta el tiroteo contra los obreros en Batumi en marzo de 1902 su tono comedido se justificaba. Después todo cambió: «Se alteró el tono». Dzhughashvili nunca más se refrenó en la lucha con los oponentes del marxismo en Georgia o en el conjunto del Imperio ruso[28]. Ketsjoveli y Dzhughashvili estaban descubriendo por sí mismos que sus tendencias fundamentales no eran exclusivamente suyas ni tampoco de Georgia. En diciembre de 1900 unos emigrados rusos marxistas, a iniciativa de Lenin, habían fundado Iskra («La chispa») en Múnich. Sus partidarios alegaban que la actividad política clandestina era la clave para un futuro golpe. Uno de los contactos de Iskra en el sur del Cáucaso era Lev Galperin, que trabajaba para Brdzola. Entre 1901 y 1902 empezó a llegar a Batumi material de Alemania[29]. Iskra desarrollaba una campaña para hacerse con el control del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Sus ideas estaban más desarrolladas que las de Ketsjoveli. Lenin y sus camaradas no querían compromisos con la clase media. Instaban a la formación de grupos militantes férreamente organizados. Optaban por la centralización, la disciplina y la ortodoxia doctrinal. Brdzola, sin embargo, había sido destruida por la Ojrana incluso antes del arresto de Dzhughashvili: el 14 de marzo de 1902 todo el grupo editorial y sus simpatizantes, excepto Abel Enukidze y Bogdan Knuniants, fueron arrestados en Bakú[30].

Mientras el grupo de Brdzola languidecía en las cárceles de Batumi y de Bakú, Noé Zhordaniia siguió elaborando la estrategia y las tácticas del marxismo georgiano. Tanto Zhordaniia como Lenin tenían la sensación de que los padres fundadores del marxismo en el Imperio ruso —Gueorgui Plejánov, Pavel Axelrod y Vera Zasúlich— no habían comprendido las ventajas de recurrir al campesinado. Lenin estaba decidido a atraerse las simpatías del campesinado ofreciéndoles la devolución de las parcelas de tierra que habían pasado a manos de los nobles terratenientes por el Edicto de Emancipación de 1861. Muchos marxistas rusos pensaban que era una propuesta demasiado generosa para el campesinado; preferían el método ortodoxo de atraerse a la clase obrera. Sin embargo, Zhordaniia criticó a Lenin por su poca audacia. En cambio, él reclamaba urgentemente que todas las tierras de cultivo pasaran a manos de los campesinos. Los beneficios nobiliarios, eclesiásticos y dinásticos debían ser expropiados. La mayoría de los trabajadores georgianos tenían vínculos con el campo. Georgia era una sociedad predominantemente agraria. No sólo eso: Zhordaniia instaba a los marxistas georgianos a entrar en contacto con los campesinos y a reclutarlos en las filas del marxismo organizado[31]. Sus camaradas respondieron enseguida al llamamiento y la campaña dio resultado. En ningún otro lugar del Imperio ruso hubo campesinos tan dispuestos a prestar oídos a los marxistas. Éstos podían alardear de su hegemonía en la oposición política a la monarquía de los Románov en Georgia.

Dzhughashvili no aprobaba la estrategia de Zhordaniia. Estaba de acuerdo en que a los campesinos se les debería prometer la transferencia de todas las tierras de cultivo y en que la propuesta de Lenin era muy tímida. Pero le disgustaba la idea de desviar tanta propaganda y esfuerzo organizativo para los campesinos.

Insistía en la necesidad de trabajar entre los «obreros». También insistió en la necesidad de que los marxistas informaran sobre las vicisitudes del movimiento obrero fuera del Imperio ruso, especialmente en Europa central y occidental[32].

No obstante, siempre iba a mostrar una reserva extraordinaria en lo que respecta a otro punto de desacuerdo con Zhordaniia. Dzhughashvili estaba todavía lejos de haber abandonado todo su patriotismo georgiano. Quería para Georgia un partido marxista propio. Mientras Zhordaniia era partidario de una organización regional que abarcara todo el Cáucaso sin tener en cuenta sus antiguas fronteras nacionales y étnicas, Dzhughashvili exigía una demarcación territorial del partido en Georgia[33]. Entre Zhordaniia y Dzhughashvili había grandes diferencias; pero aún eran mayores las que había entre Dzhughashvili y aquellos otros camaradas que, como Mija Tsjakaia, estaban a punto de pasarse al bolchevismo. Tsjakaia estaba de acuerdo en que los libros, panfletos y periódicos se escribieran en georgiano —si no, los trabajadores georgianos nunca podrían familiarizarse con el marxismo— pero, al igual que otros marxistas radicales, tenía la sensación de que la preocupación de Zhordaniia por el desarrollo nacional y cultural de Georgia tenía cierto tufo a nacionalismo. La idea de Dzhughashvili de una organización demarcada territorialmente en el sur del Cáucaso también les parecía maloliente a los radicales que habían abrazado el marxismo porque les ofrecía un camino hacia la modernidad y un medio para deshacerse de los conflictos nacionalistas.

De hecho, esta idea tenía mucho más eco en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. El Bund judío —la organización marxista con base en los límites occidentales del Imperio ruso y dedicada exclusivamente a trabajar con los judíos— fue criticada por el grupo de Iskra por exigir autonomía territorial dentro del partido a pesar del hecho de que otros grupos étnicos vivían en la misma región (los marxistas del sur del Cáucaso evitaban esta clase de peticiones en nombre de un grupo nacional o étnico en particular). Esta petición se discutió en el II Congreso del Partido en agosto de 1903. Cuando los representantes de Iskra se opusieron a cualquier principio territorial de organización, los bundistas se retiraron. Voluntarioso y de pensamiento independiente, Dzhughashvili corría el riesgo de que le clasificaran como un marxista que no podía aceptar el compromiso del Partido Socialdemócrata Ruso con el internacionalismo.

A pesar de todo, Dzhughashvili no se dejó amilanar. Había comenzado a afirmarse en sus posturas. Tras haber tenido que marcharse de Tbilisi, no se había ganado una reputación de camarada amistoso, pero esto no le impidió imponerse. En Batumi encontró un grupo de trabajadores maduros para ser influidos por su llamamiento a la actividad revolucionaria y ayudó a organizar las huelgas y manifestaciones contra la monarquía. Desde Batumi se mantenía en contacto con Bakú y estaba desarrollando sus habilidades para la propaganda marxista. El confinamiento en la cárcel de Batumi interrumpió su carrera literaria, pero siguió discutiendo sus controvertidas inclinaciones estratégicas y escribiendo sobre ello[34]. Estuvo encerrado allí durante un año antes de ser trasladado a Kutaísi. Después de que lo llevaran de vuelta a Batumi —en agosto de 1903— finalmente fue despachado a la parte sur de Siberia central. El destino era Nóvaia Udá, en la provincia de Irkutsk, a donde llegó el 27 de noviembre. Se escapó a principios de 1904 y se dirigió a Tbilisi (necesitó dos intentos. En la primera ocasión, cometió la estupidez de no procurarse ropa de abrigo para el invierno siberiano y cuando le volvieron a apresar tenía la cara y las orejas congeladas)[35]. El segundo intento tuvo éxito. Desde Tbilisi viajó a lo largo y ancho del sur del Cáucaso.

Grigol Uratadze, compañero de prisión en Kutaísi, dejó un valioso testimonio acerca de Dzhughashvili en esos años. Escribió mucho después de que Dzhughashvili se hubiera convertido en Stalin y en dictador de la URSS, y los dos hombres fueron oponentes políticos durante largos años. Sin embargo, las memorias tienen cierta credibilidad, ya que Uratadze no pretende que Dzhughashvili ya pareciera un dictador en potencia. Comenzaba diciendo: «Como individuo Stalin no tenía rasgos particularmente distintivos». Pero luego se contradecía[36]:

Era un persona muy seca; incluso podría decirse que estaba reseco. Por ejemplo, cuando nos dejaban salir para hacer ejercicio y todos nosotros, cada uno con su propio grupo, íbamos a uno u otro rincón del patio de la prisión, Stalin se quedaba solo y caminaba de un lado a otro con sus cortos pasos y si alguien trataba de hablarle, abría la boca y mostraba esa fría sonrisa suya y tal vez decía unas pocas palabras. Y este carácter insociable llamaba la atención de todos.

Era una conducta extraordinaria en un prisionero que tenía contadas ocasiones de hablar con otros. Había llegado a la prisión de Kutaísi como el único «intelectual» del grupo de prisioneros trasladados desde Batumi[37]. Y aun así ni ayudó a levantarles la moral ni buscó contacto con intelectuales de su propio partido[38].

Los internos recordaban con nostalgia la prisión de Kutaísi como una «universidad»[39]. Los presos marxistas leían libros y discutían sus ideas. Dzhughashvili, sin embargo, se mantenía aparte. Su desapego impresionó a Uratadze[40]:

Iba desaliñado y su cara picada de viruela no contribuía a que tuviera buen aspecto (…) En la prisión se dejaba barba y tenía el cabello largo cepillado hacia atrás. Caminaba como si se arrastrara, con pasos cortos. Nunca abría la boca para reírse, a lo sumo para sonreír. Y el tamaño de la sonrisa dependía del volumen de emoción que le suscitara un hecho en particular, pero su sonrisa nunca se convertía en una risa franca. Era absolutamente imperturbable. Vivimos juntos en la prisión de Kutaísi durante más de medio año y ni una sola vez vi que se agitara, que perdiera el control, se enojara, maldijera o —en resumen— se revelara de otro modo que completamente calmado. Y su voz se correspondía exactamente con el «carácter glacial» que le atribuían los que lo conocían bien.

Si este fuera el único testimonio de esta clase acerca de él, podría ser fácilmente desestimado. Pero coincide con todo lo que se ha dicho acerca de su personalidad antes y después de su período de confinamiento.

Tras escapar por fin de Nóvaia Udá, volvió con sus camaradas bolcheviques con el ánimo de imponer su visión[41]. En su ausencia se habían producido cambios fundamentales en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y Lenin, durante un tiempo, salió victorioso. En el II Congreso del Partido, que se celebró en Bruselas y Londres entre julio y agosto de 1903, el grupo de Lenin de Iskra se había impuesto a otras tendencias. Pero en el momento de su triunfo los iskraístas se dividieron. Los partidarios de Lenin abogaron por una serie de condiciones particularmente exigentes para ser admitido como miembro del partido. Yuli Mártov, que anteriormente había sido aliado de Lenin y que le había ayudado a rechazar al Bund, se encontró en minoría. Mártov estaba de acuerdo en la necesidad de la clandestinidad, el centralismo, la disciplina y la unidad ideológica. Pero, al igual que a Zhordaniia en Georgia, le disgustaban las políticas concebidas para restringir el número de miembros del partido. Mártov pensaba que Lenin había emprendido una campaña organizativa autoritaria y contraproducente. Ambos, con sus respectivos partidarios, votaron uno contra otro. Lenin ganó y llamó a sus seguidores «mayoritarios» (bolsheviki o bolcheviques) y Mártov, en un gesto de renuncia, dejó que sus hombres y mujeres fueran conocidos como «minoritarios» (mensheviki o mencheviques).

Los pormenores del desenlace del II Congreso del Partido no llegaron a Georgia hasta pasado un tiempo. La escisión de los exiliados en bolcheviques y mencheviques no se reprodujo en Tbilisi. Lo mismo ocurrió en la mayoría de las ciudades rusas. Pero, de cualquier modo, surgieron dos tendencias principales a lo largo del Imperio ruso, y Georgia no fue una excepción. Mija Tsjakaia fue uno de los primeros en declararse bolchevique. Dzhughashvili también se puso de parte de Lenin. Pero después de huir de Nóvaia Udá, en Tbilisi no le recibieron con entusiasmo. La razón era su recurrente llamamiento a la creación de un partido georgiano autónomo. Le tenían preparada una fuerte reprimenda y se enfrentaba a la amenaza de ser expulsado de la facción bolchevique antes de que llegara a formarse propiamente. Le dieron a elegir: si quería quedarse con los bolcheviques, tenía que escribir una declaración de sus convicciones que sería examinada a la luz de la ortodoxia por los camaradas dirigentes[42]. Fue una experiencia humillante para un hombre tan orgulloso como Dzhughashvili. Pero era realista. Tenía que demostrar que era un bolchevique disciplinado y ortodoxo. Si deseaba recuperar la aceptación, tenía que retractarse, que comprometerse con lo que más tarde, cuando gobernaba la URSS, llegó a conocerse como «autocrítica». Se hicieron setenta copias de su «Credo» que se enviaron a otros tantos marxistas radicales de Georgia. El «Credo» abjuraba definitivamente de la campaña para que los marxistas georgianos tuvieran su propio partido autónomo —y esta retractación fue un éxito—: Stalin logró pasar la previsible censura.

En la década de 1920 enviaría emisarios al Cáucaso para seguir la pista de las copias del «Credo» que había escrito en 1904[43]. Casi con seguridad las destruyó todas (en el prefacio al primer volumen de sus obras completas, escrito en 1946, los editores señalaron que todas las copias se habían perdido)[44]. Pero las memorias inéditas de Serguéi Kavtaradze, un bolchevique de Tbilisi que fue aliado de Stalin después de la Revolución de octubre, nos dan amplia cuenta de lo que había sido el «Credo» de Dzhughashvili[45]. Después de que se retractase aún se cernía sobre su cabeza una nube de sospecha. Ni siquiera la promesa de no repetir sus errores logró acallar las críticas. Lo llamaban el «bundista georgiano»[46] (un curioso apelativo para una persona que posteriormente sería tachada por muchos de antisemita). Tsjakaia fue a las reuniones de los marxistas radicales y habló a favor de Dzhughashvili[47], que sobrevivió y siguió prosperando en la facción bolchevique. Era enérgico, decidido y ambicioso. Era obstinado: no aceptaba ideas sólo por la autoridad de otros; cambiaba sus políticas únicamente bajo una extrema presión. Era quisquilloso y conspirativo. Seguía firmemente convencido de que había que respetar las sensibilidades nacionales de los georgianos y de otros pueblos. Empezó a la sombra de Lado Ketsjoveli, pero había comenzado a distinguirse por sus propias opiniones y actividades. Entre los marxistas georgianos nadie dudaba de su talento.

Los acontecimientos en el Imperio ruso estaban a punto de poner a prueba su espíritu revolucionario. Desde el cambio de siglo, los campesinos habían sido golpeados por condiciones comerciales adversas; tampoco olvidaban la gran cantidad de tierras que poseía la pequeña nobleza. Los obreros exigían salarios más altos. Entre la intelliguentsia cundía el descontento por el rechazo del emperador y su gobierno a cualquier reforma del sistema político. Varias nacionalidades no rusas —especialmente los polacos, los finlandeses y los georgianos— protestaban por el tratamiento que se les daba en San Petersburgo. La agitación en el campo iba en aumento. Las huelgas en la industria se incrementaban en frecuencia e intensidad. Se estaban formando partidos políticos y sindicatos clandestinos. En medio de esta situación, en 1904, Nicolás II decidió ir a la guerra contra Japón. Uno de sus cálculos era que una guerra corta y victoriosa lograría reavivar el prestigio de la monarquía de los Románov. Fue un error estúpido. Enseguida las fuerzas armadas rusas se dieron cuenta de que los japoneses, que habían consolidado su capacidad militar e industrial en los años anteriores, eran más que un desafío para ellos.

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