Stalin

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EL PARTIDO Y EL CÁUCASO

La monarquía imperial se enfrentaba a una situación de emergencia a principios de 1905. El 9 de enero había habido una manifestación política en San Petersburgo. Tenía como propósito presentar al emperador una petición de garantía de los derechos civiles generales. Se ordenó a las fuerzas de seguridad que abrieran fuego contra los manifestantes y el resultado fue una masacre. Hubo un elevado número de muertos. No se podía culpar de la carnicería a Nicolás II, pero en todo el país se le consideraba responsable. La policía y el ejército se mantenían en alerta mientras se desarrollaban los mítines de protesta. Estallaron las huelgas. Polonia y Georgia eran importantes focos de tensión. Los campesinos se movilizaban para afirmarse contra la pequeña nobleza terrateniente. El monarca y sus ministros, ya desacreditados por las derrotas en la guerra con Japón, aún sin concluir, parecían de pronto vulnerables. Los obreros eligieron sus propios consejos (o «soviets»). Las fuerzas armadas del ferrocarril transiberiano amenazaban con amotinarse. Los esfuerzos de la Ojrana eran inútiles: los partidos políticos actuaban cada vez con menos temor a los arrestos y, aunque su contacto con el pueblo había sido débil en los años previos, se ganaron rápidamente la confianza de la gente. Era una prueba de fuerza para el régimen de los Románov sin precedentes desde la revuelta de Pugachov de 1773-1775.

Para el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso la sorpresa era tan grande como para cualquier otro grupo político. Lenin, en Suiza, estaba perplejo; también lo estaban sus seguidores en San Petersburgo y en el resto del Imperio ruso. Sin embargo, la mayoría de los emigrados se cuidaron de regresar antes de que Nicolás II promulgara el Manifiesto de Octubre prometiendo reformas. Mientras tanto, los militantes revolucionarios tuvieron que arreglárselas solos. Los bolcheviques celebraron un particular III Congreso del Partido en Londres, en abril de 1905, y fijaron su estrategia general. Preconizaban un levantamiento armado y la formación de una dictadura revolucionaria provisional. Aspiraban a la total expropiación de la tierra que pertenecía a la monarquía, a la Iglesia y a la pequeña nobleza.

Dzhughashvili no estaba entre los participantes georgianos: todavía no se habían disipado las dudas acerca de él entre los bolcheviques. Fue su amigo y camarada Mija Tsjakaia, mayor que él, quien encabezó el grupo del país, y Tsjakaia no dejó de criticar el creciente culto a Lenin por parte de la facción bolchevique. Esto tenía una dimensión práctica. Muchos delegados del Congreso denunciaban la reticencia de Lenin a trasladar la sede del Comité Central a Rusia y pensaban que los emigrados se sentían demasiado cómodos en el extranjero; lograron obtener el compromiso de que se realizara el traslado. Dzhughashvili, de vuelta en Georgia, estaba entre los que argumentaban que, para que la revolución tuviera éxito, debían concentrarse todos los recursos en el Imperio ruso. Había conseguido muchas cosas antes de los estallidos revolucionarios. Viajó a Bakú y Kutaísi antes de establecerse en Tbilisi. Publicó artículos en el recientemente fundado Proletarians Brdzola («Lucha proletaria»), entre los que se incluía uno sobre la cuestión nacional que se mantenía dentro de la línea oficial bolchevique. Escribió a los bolcheviques emigrados. Durante las huelgas y manifestaciones que siguieron al Domingo Sangriento del 9 de enero de 1905, se lanzó a una frenética actividad literaria y organizativa —era el líder del Comité Bolchevique de Tiflis, cuya política de levantamiento armado lo separaba definitivamente de los mencheviques de la ciudad—. A veces esto le implicaba en abiertas disputas sobre los méritos respectivos del bolchevismo y del menchevismo; en otras ocasiones esgrimía los argumentos marxistas generales contra los rivales locales del partido: los anarquistas, los social-federalistas y los social-revolucionarios. Fuera donde fuera en la capital georgiana, estaba en el meollo de las cosas.

Para muchos de sus camaradas, sin embargo, estaba demasiado dispuesto a llegar a acuerdos sobre la «cuestión nacional». Cuando se negó a ayudarles en su disputa en el Comité de la Unión del Cáucaso del partido, de acuerdo con la política local bolchevique, Serguéi Kavtaradze lo acusó de ser un «traidor». Pero Dzhughashvili se mantuvo impasible. Para él, Kavtaradze y los demás no sabían discernir los asuntos de importancia primordial de los de importancia secundaria. «No tengo la intención de tener una discusión con el Comité de la Unión acerca de esto (…) Pero haga lo que le parezca». Dicho esto encendió un cigarrillo barato y contempló sin pestañear a Kavtaradze; quería que sus críticos supieran que no iba a dejarse manejar de nuevo. Kavtaradze entendió el gesto y nunca lo olvidó[1]. Dzhughashvili era un compañero que sólo presentaría batalla cuando estuviera razonablemente seguro de ganarla. La rectitud ideológica estaba muy bien, pero los resultados prácticos también eran importantes y debían evitarse las disputas innecesarias. Su problema residía en su incapacidad para reunir un grupo de seguidores a su alrededor. Para él, en Georgia los bolcheviques eran demasiado rígidos en su leninismo mientras que los mencheviques se equivocaban de política.

Cuando se produjo la revolución en el sur del Cáucaso, las autoridades regionales se vieron tan sorprendidas como en el resto de los sitios. I. I. Vorontsov-Dáshkov fue enviado como virrey y se encontró con una situación calamitosa. Las huelgas y manifestaciones afectaban a casi todas las ciudades y poblaciones industriales. La resistencia a las fuerzas imperiales se extendía. El ímpetu revolucionario más fuerte provenía de Noé Zhordaniia y de los mencheviques georgianos, que se postularon tanto como marxistas cuanto como defensores de la nación contra el poder ruso. Los pueblos de Guria, en Georgia occidental, eran especialmente receptivos a las consignas del menchevismo. Pero en el Cáucaso había revueltas nacionales y étnicas por todas partes. A ambos lados de la cadena montañosa muchos líderes anteriormente ocultos surgían para desafiar a Nicolás II y a su gobierno. Las tensiones con San Petersburgo no presidían todos los conflictos. Las rivalidades entre etnias, largo tiempo reprimidas por las fuerzas armadas rusas y la camisa de fuerza de la creciente economía capitalista, acabaron con la paciencia de la sociedad. En el norte del Cáucaso, el tradicionalismo religioso empezó a destacar y la violencia entre los islamistas y sus rivales creció en intensidad. En torno a la gran ciudad petrolera de Bakú, el odio mutuo entre armenios y azeríes explotó con terrible violencia cuando los musulmanes azeríes masacraron a los armenios cristianos a pesar de las precauciones tomadas por Vorontsov-Dáshkov[2].

Entre los armenios de Bakú, como entre los de Tbilisi, había gente muy rica, mientras que los azeríes normalmente constituían la parte más pobre de la fuerza de trabajo. Vorontsov no subestimó las dificultades y decidió minimizar el uso de la violencia para asegurar la restauración del orden imperial en el sur del Cáucaso[3]. En todos los lugares del Imperio ruso, en el último trimestre de 1905, las fuerzas armadas tenían mucho trabajo. Los soviets de obreros eran enérgicamente reprimidos y el levantamiento armado del Soviet de Moscú fue salvajemente sofocado. Los campesinos sublevados estaban acorralados. Las ciudades rebeldes de la Polonia «rusa» fueron sometidas. Se arrestó y fusiló a los amotinados del ejército y la Marina. Georgia se rebelaba. Zhordaniia y sus mencheviques, al igual que los bolcheviques como Dzhughashvili, estaban exultantes. Sus organizaciones captaban montones de reclutas. Dejaron de ocultar sus actividades y el virrey optó por una hábil combinación de la fuerza y el diálogo. Los marxistas georgianos dominaban la escena política. Ya no querían la secesión, al igual que los bolcheviques. Ahora consideraban que el destino de Georgia estaba ligado al desarrollo de la revolución en Rusia.

Pero Dzhughashvili ya había elegido: la estrategia bolchevique le parecía la mejor. Lo que impresionaba a sus allegados era la extraordinaria crudeza con que entraba en polémica. Tenía poco ingenio. Los discursos que pronunciaba eran secos y agresivos. Alineado firmemente con el bolchevismo, odiaba profundamente a cuanto menchevique encontraba. «¡Contra ellos —exclamaba— todos los métodos son buenos!»[4]. Se distinguía por sus capacidades prácticas; y, con la excepción de Lev Trotski, que dirigía el Soviet de Petersburgo desde el otoño de 1905, desempeñó un papel mucho más influyente en los acontecimientos de ese turbulento año que cualquier otro miembro del primer Politburó del partido, que se formó después de la Revolución de octubre. Dzhughashvili discutía a menudo con los mencheviques georgianos. Hablaba en los mítines obreros. Era uno de los escritores más prolíficos del Proletarians Brdzola. Siempre instaba a los marxistas a oponerse a los enfrentamientos violentos entre naciones. Defendía con pasión las políticas bolcheviques y llamaba al derrocamiento de la monarquía mediante un levantamiento que llevaría al poder a un gobierno revolucionario provisional. Los marxistas debían unir a obreros y campesinos en una alianza política. Había que rechazar cualquier compromiso con la clase media en línea con el modelo menchevique.

Y sin embargo las perspectivas para el bolchevismo en el sur del Cáucaso nunca habían sido más desoladoras. Dzhughashvili, desanimado, escribió a Lenin en mayo[5]:

Escribo esta carta con retraso, camarada. No he tenido ni tiempo ni ánimo de escribir. Durante todo este tiempo he tenido que viajar por el Cáucaso, hablar en debates, alentar a los camaradas, etc. En todas partes los mencheviques han pasado a la ofensiva y hemos tenido que rechazarlos. Casi no teníamos gente (y ahora hay muy poca, dos o tres veces menos de la que tienen los mencheviques), así que he tenido que hacer el trabajo de tres hombres a la vez (…) Nuestra situación es como sigue. Tiflis está casi enteramente en manos de los mencheviques. La mitad de Bakú y de Batumi están también con los mencheviques (…) Guria está en manos de los conciliadores, que han decidido acercarse a los mencheviques.

Evidentemente pensaba que su camarada, que ahora residía en Génova, debía saber la amarga verdad acerca del equilibrio de fuerzas entre los marxistas en el sur del Cáucaso.

A lo largo de todo el año el menchevismo, bajo la égida de Zhordaniia, se abrió paso como la fuerza conductora de la rebelión contra la monarquía imperial en Georgia. El bolchevismo estaba en minoría entre los revolucionarios georgianos. Así pues, Dzhughashvili había elegido una tendencia que parecía condenarlo a la oscuridad. El campesinado de Georgia seguía a los mencheviques y, aunque él insistía en que esa estrategia desviaba la atención de la propaganda y organización de la clase obrera, era una voz clamando en el desierto. Debió de haber pensado que la debilidad del bolchevismo en Georgia era achacable en cierta medida a su fracaso —pese a su advertencia de 1904— a la hora de presentarlo como abanderado de los intereses nacionales. Sin embargo, él mismo no era infinitamente flexible. También quería que la actividad revolucionaria se centrase en las ciudades, los obreros y la ortodoxia marxista. El bolchevismo marchaba mejor en el sur del Cáucaso, donde la industria estaba bien desarrollada. Éste era el caso en Bakú. Pero Dzhughashvili no desesperaba: había tomado una decisión meditada, pensaba que la estrategia de los bolcheviques era básicamente correcta y que más pronto o más tarde triunfaría. Durante el resto del año predijo la inminencia del derrocamiento de la monarquía de los Románov. Como todos los bolcheviques, declaró que la insurrección violenta y la dictadura revolucionaria eran esenciales para este fin.

A Nicolás II le entró el pánico en 1905. Los trabajadores habían formado sus propios consejos (o «soviets»), que empezaron por organizar huelgas y llegaron a suplantar a los organismos oficiales del gobierno. Los campesinos se movilizaban contra los terratenientes llevando el ganado a pastar ilegalmente y robando madera de los bosques. En Polonia y en Georgia las autoridades prácticamente habían perdido el control. Nicolás II siguió el consejo del conde Witte y promulgó su «Manifiesto de Octubre» prometiendo reformas. En las semanas siguientes quedó claro que estas reformas incluirían la elección de un parlamento que se llamaría Duma estatal, así como una Ley Fundamental que establecería el marco en el que se definirían y limitarían los poderes del emperador, del gobierno y de la Duma. Estas concesiones dieron tiempo y apoyo a la monarquía y, aunque los bolcheviques procedieron a organizar una insurrección en Moscú, las fuerzas armadas inmediatamente restablecieron la autoridad en todo el Imperio.

La impaciencia revolucionaria de Stalin no se había esfumado: seguía siendo partidario de la adhesión incondicional a la estrategia del bolchevismo. Tanto éxito había tenido en Tbilisi que fue elegido de forma natural como delegado para la conferencia de la facción bolchevique que tuvo lugar en Tampere (Tammerfors), Finlandia, a mediados de diciembre de 1905. Allí conoció por fin a Lenin. Según lo que relató después, se sintió perplejo ante la apariencia poco atractiva del líder del bolchevismo. Dzhughashvili se esperaba una persona alta, muy digna. En cambio vio a un hombre no más grande que él mismo y sin la altivez de las figuras prominentes de la emigración[6]. La Conferencia de Tampere resultó incómoda para Lenin. La mayoría de los bolcheviques, incluido Dzhughashvili, rechazaron su propuesta de que la facción tomara parte en las elecciones a la Duma estatal. Defendían la insurrección armada y el establecimiento de «una dictadura revolucionaria y democrática del proletariado y el campesinado», y no veían el sentido de gastar energías en unas elecciones convocadas en los términos de Nicolás II. La exigencia de Lenin de sutileza táctica los dejó fríos. Se habían convertido al bolchevismo porque les atraía el radicalismo leninista y se sintieron defraudados al ver que su líder ya estaba comprometiéndose con las instituciones del régimen imperial. El propio Lenin se echó atrás antes que perder a sus seguidores en la conferencia[7].

Dzhughashvili estaba imbuido del espíritu de la facción en ese momento. Todavía se estaba desarrollando como político. Sus problemas con los compañeros bolcheviques de Georgia en 1904 demostraron que no le faltaba flexibilidad estratégica (y continuó sugiriendo acuerdos políticos en los años venideros). Pero en 1905 vivía en la atmósfera de las ideas de la insurrección armada y de la dictadura revolucionaria. Pensaba sinceramente que la monarquía imperial podía ser reemplazada. Por lo tanto, se negó a aceptar una política que se conformase con un orden político fijado por Nicolás II. Un número creciente de bolcheviques reconoció después que habían cometido un error al no seguir el consejo de Lenin. Lenin mismo decidió ejercer más presión en su facción para que se acordara la reunificación con los mencheviques en el Congreso del Partido —no podía soportar a todos esos bolcheviques que pretendían ser más «leninistas» que él mismo—. El hecho de que las dos facciones, a pesar de mantener una existencia separada en la emigración, a menudo cooperaran en el Imperio ruso, precipitó este acercamiento.

El punto elegido para el IV Congreso del Partido fue Estocolmo. Dzhughashvili era el único bolchevique entre los dieciséis delegados elegidos para representar a Georgia. Viajaron en secreto vía Moscú y San Petersburgo hasta Helsinki. Desde allí, disfrazados como maestros que iban de excursión, tomaron un vapor hasta el puerto de Abo. En ese lugar se dividieron en grupos más pequeños[8]. Dzhughashvili tomó el barco de vapor Wellamo y navegó hasta la capital sueca. Se había dispuesto que se alojara en el Hotel Bristol con el compañero bolchevique Kliment Voroshílov. Los planes «conspirativos» de los bolcheviques habían llegado a oídos de la policía de Estocolmo. Numerosos recién llegados de aspecto extraño y sin propósitos visiblemente profesionales o comerciales estaban condenados a llamar la atención. Dzhughashvili fue arrestado e interrogado por el comisario Mogren, un policía y un intérprete llamado Alexéi. Dijo que se llamaba Iván Ivánovich Vissariónovich y se hizo pasar por un refugiado político y un demócrata nacionalista. Aseguró a la policía que no le financiaban los finlandeses (lo que consituía una preocupación para los cuerpos de seguridad suecos en aquellos años). También prometió presentarse regularmente ante las autoridades durante su estancia. Indicó que tenía la intención de ir a Berlín antes de regresar a su casa. Al igual que otros, Dzhughashvili fue liberado porque le tomaron por un visitante inofensivo[9].

Después fue a divertirse con el resto de la delegación de la facción bolchevique. Sus modestos gastos los cubría el partido. Este fue el primer período de tiempo que pasó fuera del Imperio ruso. El partido tenía relaciones fraternales con los socialdemócratas suecos y con la ayuda de éstos había conseguido utilizar la Casa del Pueblo para las sesiones del Congreso. No se puso demasiado empeño en evitar que la Ojrana tuviera noticia del acontecimiento y, de cualquier manera, la Ojrana tenía informantes de sobra y recibía informes detallados de las reuniones de la cúpula del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, a pesar de las precauciones de los revolucionarios. Cada facción discutió sus asuntos internos. También hubo negociaciones entre las facciones. La atmósfera era agradable, aunque los delegados no tenían tiempo para ver mucho de la ciudad aparte de sus hoteles y de la Casa del Pueblo. Para Dzhughashvili, sin embargo, esto no era importante. Había leído artículos de las luminarias del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso —Plejánov, Axelrod, Lenin, Mártov, Bogdánov y Máslov— durante muchos años (Alexandr Bogdánov, filósofo y organizador, se había vuelto casi tan influyente entre los bolcheviques como el mismo Lenin). Ahora Dzhughashvili los veía reunidos en una misma gran sala. La tarea convenida era sortear los problemas entre los bolcheviques y los mencheviques, así como establecer un conjunto de políticas comunes, y Dzhughashvili desempeñó bien su papel.

Mientras abogaba por la reunificación, Lenin no se desarmaba políticamente. Mantenía el Centro Bolchevique apartado de cualquier órgano del partido en el que hubiera mencheviques. También seguía aprobando los robos a mano armada cometidos por los bolcheviques como forma de reunir fondos para objetivos políticos. El IV Congreso prohibió ambas cosas. Lenin y sus partidarios accedieron en público, aunque en realidad ignoraron la prohibición —y Dzhughashvili, como principal organizador de la campaña bolchevique de robo y extorsión en Georgia, fue una figura sustancial en este engaño sistemático.

Fue en el IV Congreso donde Dzhughashvili —usando el seudónimo de Ivánovich— exigió que los principales líderes del partido le tomaran en serio. Fue elegido para la comisión que revisaba los mandatos de los delegados. También puso en duda la credibilidad de los informes de los mencheviques georgianos sobre la situación en Georgia, lo que produjo una gran controversia. También los mencheviques cuestionaron su propio discurso y le pidieron que se justificara. Les contestó gritando: «¡Les daré mi respuesta cuando yo lo crea conveniente!»[10]. Declaró: «No es un secreto para nadie que se han marcado dos sendas en el desarrollo de la vida sociopolítica en Rusia: la senda de las reformas a medias y la senda de la revolución». Para Dzhughashvili los mencheviques habían sido estúpidos al adoptar ideas que les desviaban de la estrategia marxista[11]:

Por el contrario, si los intereses de clase del proletariado conducen a su hegemonía y si el proletariado debe ir, no a la cola, sino a la cabeza de la revolución en curso, es más que evidente que no puede sustraerse ni de una activa participación en la organización de la insurrección armada ni de la toma del poder. Este es el «plan» de los bolcheviques.

Con fanática confianza, atacó abiertamente a los veteranos del movimiento marxista ruso, incluidos Plejánov y Axelrod[12].

También participó vigorosamente en el debate acerca de la «cuestión agraria», y sus contribuciones fueron mencionadas por otros participantes[13]. El especialista menchevique, Piotr Máslov, había propuesto que se hiciera campaña a favor de la «municipalización» de la tierra como un medio de atraer al campesinado. Este proyecto transferiría la propiedad del suelo cultivable a los consejos de distrito. Lenin, por el contrario, había desarrollado sus ideas y sugería la nacionalización de la tierra; quería que el gobierno central poseyera la tierra. Tanto Máslov como Lenin deseaban expropiar a los terratenientes sin compensación alguna y poner todos los campos a disposición de los campesinos a bajo precio. Esto tenía como objetivo estipular los términos de la tenencia de la tierra. Pero la mayoría de los bolcheviques, siguiendo a un tal S. A. Suvórov, consideraron que la propuesta de Lenin era tan poco práctica como la de Máslov. Entre ellos estaba Dzhughashvili. Subió a la tribuna y propuso simplemente que se permitiera a los campesinos hacerse con las tierras sin restricciones. Esto haría posible que la alianza entre la clase obrera y el campesinado se convirtiera en una realidad, y los marxistas se ganarían el apoyo de la gente del campo, por el que competían con los social-revolucionarios[14]. Suvórov y Dzhughashvili querían que la tierra fuera declarada «propiedad común de todo el pueblo». Sin embargo, la disputa interna entre los bolcheviques no pasó a mayores, porque los mencheviques eran mayoría en el Congreso y la municipalización de la tierra se convirtió en la política oficial del partido.

Una vez más Dzhughashvili había hablado a favor del bolchevismo sin apoyar automáticamente todo lo que propusiera Lenin. Lo reconocía como el líder de la facción. Pero no le obedecía ciegamente: Dzhughashvili pensaba que su experiencia cotidiana sobre el terreno en el Imperio ruso le mantenía en un contacto más cercano con los eventos revolucionarios que el que pudieran tener los emigrados.

En cualquier caso, había una razón que no tenía que ver con la política para que Dzhughashvili se sintiera feliz: había encontrado a una mujer con la que quería casarse. Tenía casi treinta años y la mayoría de sus amigos ya estaban casados. La mujer que atrajo su atención era Ketevan Svanidze. Era una hermana de Alexandr, un amigo del Seminario. Alexandr Svanidze, como Dzhughashvili, era bolchevique; por lo tanto, Dzhughashvili confiaba en que ella entendiera las exigencias de la vida de un revolucionario. El cortejo fue rápido. Ketevan trabajaba como costurera para la modista francesa Mme. Hervieu en el distrito Sololaki de Tbilisi. Como la policía le buscaba, Dzhughashvili tenía que ser cuidadoso cuando se citaba con ella; pero afortunadamente para él la patrona de Ketevan era una persona amable y le permitía encontrarse con su amada en la trastienda del establecimiento. Sin embargo, en una ocasión Mme. Hervieu casi lamentó su tolerancia cuando el teniente Piotr Stróiev irrumpió acompañado de dos feroces perros alemanes entrenados para cazar hombres. Ella corrió a advertirle y él escapó en el último momento por la puerta trasera[15]. Ketevan tenía una hermosa figura y era una mujer simpática y amable; se contentaba con una vida hogareña: no tenía la ambición de convertirse en activista del movimiento revolucionario. No se sabe qué vio en él. Nadie de la familia Svanidze, que llegó a ocupar un lugar prominente en la vida pública soviética en la década de los treinta, mencionó el asunto. Tal vez ella lo consideró muy seductor después del duro trabajo de costurera. De cualquier manera, él tenía un físico esbelto y una gran energía mental y, como quedó demostrado después de que ella muriera, su aspecto y su personalidad resultaban atractivos para muchas mujeres.

Ketevan y Iósef observaron la costumbre religiosa y el 16 de julio de 1906 hicieron sus votos matrimoniales en una ceremonia completa según el rito ortodoxo georgiano en la catedral de Zión, en la orilla septentrional del Mtkvari. Si el sacerdote sabía que varios asistentes a la boda eran militantes ateos (y ex seminaristas), guardó silencio al respecto.

Después de la boda hubo un convite típico georgiano. La comida y el vino eran abundantes y el tamadá (el encargado de hacer el brindis) fue el bolchevique más antiguo de Georgia, Mija Tsjakaia[16]. Las expectativas de Dzhughashvili eran las habituales: la función de Ketevan era cocinar para él, limpiar y barrer su casa y darle descendencia —y se diría que Ketevan estaba completamente feliz con este acuerdo—. Era propio de Dzhughashvili. Nunca le gustó que los parientes o amigos pudieran hacerle sombra desde un punto de vista intelectual. A su debido tiempo la pareja tuvo un hijo, que nació el 18 de marzo de 1907. Lo llamaron Yákob[17].

El papel de marido no lo ataba y siguió ocupado con sus escritos y con la organización en Tbilisi. Entre sus obras estaba una larga serie de artículos sobre «Anarquismo y socialismo»[18]. Entre los resultados de su actividad organizativa estaban los actos delictivos, ya que Dzhughashvili, que se servía de Semión Ter-Petrosián como ladrón en jefe bolchevique, fue responsable de una serie de robos a mano armada[19]. A principios de 1907, cuando todavía residía en la capital georgiana, contribuyó a fundar el periódico Mnatobi («La antorcha»). Al igual que Lenin, dio la bienvenida al panfleto del teórico marxista alemán Karl Kautsky sobre Las fuerzas motrices y las perspectivas de la revolución rusa, que sin pretenderlo prestó apoyo a la propuesta bolchevique de una alianza revolucionaria de obreros y campesinos; y Dzhughashvili escribió un prefacio para la edición georgiana. Para entonces Dzhughashvili era ya el líder bolchevique de Georgia. Las dudas acerca de su ortodoxia doctrinaria eran cosa del pasado. Tanto en Georgia como en Finlandia, donde el Centro Bolchevique continuaba funcionando, sus méritos fueron reconocidos por otros miembros que militaban en su misma facción. Sin embargo, los avatares políticos del bolchevismo en su propia patria eran poco alentadores; y cuando él se enteró de que el V Congreso del Partido iba a desarrollarse en Londres en el mes de abril, supo que los participantes mencheviques iban a poner en cuestión su legitimidad como representante de los grupos marxistas de Tbilisi. Había trabajado intensamente, pero no había obtenido resultados concretos excepto subir en la estimación de los bolcheviques.

Previendo una disputa sobre su mandato como delegado, Dzhughashvili viajó a Londres con la identidad de «Mr. Ivánovich». Como todavía no era una figura prominente del partido fuera de Georgia, los organizadores del Congreso no tenían motivo para alojarle con los líderes —Plejánov, Axelrod, Lenin y Mártov— en el Bloomsbury de la clase media. En su lugar fue con el grueso de los delegados al East End. Miles de familias de inmigrantes judíos de origen ruso vivían allí a comienzos del siglo XX (y, lo mismo que los irlandeses, constituían una minoría importante)[20]. Éste era el mejor lugar que podían encontrar los delegados para no llamar la atención del Special Branch. También podían conseguir alojamientos baratos y no importaba mucho si no sabían hablar inglés.

Stalin nunca habló de sus impresiones sobre Londres. Tal vez su visita fue demasiado rápida y llena de ocupaciones como para que pudiera formarse opinión alguna. Le habían alojado en una habitación en el número 77 de la calle Jubilee, en Stepney. El Congreso tenía lugar en la Brotherhood Church, tres millas al Norte en la esquina de Southgate Road con Balmes Road[21]. Así pues, los ateos militantes del Imperio ruso debatían acerca del derrocamiento de los Románov en un lugar de culto cristiano donde habitualmente se reunía una congregación de pacifistas y seguidores del artista, escritor y socialista moderado William Morris[22]. Al volver a su habitación cada noche se ponía a escribir y a hacer planes. Su casero era un zapatero que hablaba ruso, probablemente judío, que había huido del Imperio ruso. Un testigo de su breve estancia nos ha dejado su relato. Se trata de un muchacho llamado Arthur Bacon, que hacía recados y pequeños trabajos en la zona por medio penique. A menudo iba a la casa del zapatero para limpiar la chimenea y llenarla de carbón y leña, y Dzhughashvili lo usaba para enviar mensajes a varios de los delegados bolcheviques alojados en la vecindad. La esposa del zapatero ponía la dirección en los sobres, ya que el inglés de Dzhughashvili no era suficiente para escribir nombres.

Aunque de adulto el joven Bacon votaba a los conservadores, recordaba a Mr. Ivánovich con afecto. A Dzhughashvili le gustaban los dulces que el muchacho le traía. Bacon tenía buenas razones para estar agradecido: en lugar del medio penique que solían pagarle, recibía una moneda de dos chelines por entregar un mensaje a un camarada[23]. Ya que esto significaba el 4.700% de la tarifa habitual, parece que la perspicacia financiera de Dzhughashvili dejaba que desear.

Mientras que se había destacado en el Congreso de Estocolmo atacando a los líderes mencheviques y distanciándose de la política agraria de Lenin, en Londres hizo muy poco por distinguirse. Como se esperaba, estalló una discusión sobre su mandato. Finalmente se le permitió asistir al Congreso pero sin derecho a voto[24]. Hubo otras controversias sobre los procedimientos. Durante tres días estuvieron discutiendo la agenda. La situación se complicó por la admisión en el Congreso de varias organizaciones provenientes de las «naciones» fronterizas —los polacos—, los mencheviques consiguieron una mayoría firme y se necesitaron muchas discusiones entre bastidores para garantizar un acuerdo. Lenin le ofreció a Zhordaniia y a los mencheviques georgianos un pacto según el cual podían dirigir los asuntos del partido en Georgia sin injerencias a cambio de que no se opusieran a los bolcheviques en el conjunto del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Zhordaniia se negó[25]. De haber conocido esta propuesta, Dzhughashvili habría montado en cólera. La componenda entre Lenin y Zhordaniia habría dado al traste con todo aquello por lo que Dzhughashvili había luchado en el sur del Cáucaso desde que se hizo bolchevique. También le habría enseñado que la región no era de extrema importancia para el liderazgo bolchevique. Un enfrentamiento entre Lenin y Dzhughashvili habría sido inevitable.

De cualquier forma, los bolcheviques que asistían al Congreso se empeñaron en mantener su Centro separado, en continuar con los robos a mano armada y en negarse a compartir los fondos del partido con los mencheviques. Realmente los bolcheviques fueron igual de agresivos. Aunque ahora pensaban que era deseable participar en las elecciones de la Duma, rechazaron la idea de cooperar con los liberales en la cámara; acusaron a los mencheviques de vender la causa revolucionaria. Las sesiones fueron muy intensas y controvertidas. Se formó un Comité Central de quince miembros. Cinco eran bolcheviques y cuatro mencheviques. El equilibrio del poder lo mantenían las organizaciones «nacionales» dentro del partido. Un periódico unitario, Sotsial-demokrat, iba a volver a salir. Pero esto no engañaba a nadie. Las divisiones internas desgarraban el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.

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