Stalin

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I. El revolucionario » 7. Fugitivo

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FUGITIVO

Iósef Dzhughashvili volvió del Congreso de Londres a una revolución en retirada. Su carrera durante los años siguientes iba a ser un reflejo de la situación. Fijó en Bakú su base de operaciones y durante varios meses se dedicó a organizar, escribir y editar para apoyar a la facción bolchevique entre los obreros del oleoducto. Era un lugar común entre los dirigentes bolcheviques del sur del Cáucaso que Tbilisi, si bien era el centro administrativo y cultural del Cáucaso, ofrecía menos oportunidades para el tipo de propaganda y organización que se requerían para el avance de la causa bolchevique. Fue allí con Stepán Shaumián[1]. Se burló de los mencheviques georgianos por su preocupación por la población más desfavorecida y por la economía de su tierra natal: continuaba su propia evolución política[2]. Pero la Ojrana le capturó. El 25 de marzo de 1908 fue arrestado mientras actuaba con el alias de Gaioz Nizheradze y encerrado en la prisión de Bailov, en las afueras de Bakú.

Los años de cautiverio, exilio, huida y vuelta a prisión se sucedieron. El 9 de noviembre fue escoltado hasta Vólogda, en el norte de Rusia. Era una pequeña capital de provincias, famosa sólo por la fabricación de encaje, 370 millas al este de San Petersburgo. A su llegada le ordenaron trasladarse 400 millas al Este, a Solvychegodsk, una vieja ciudad a quince millas del ferrocarril más cercano, a orillas del río Vychegda. Llegó allí el 27 de febrero de 1909 e inmediatamente planeó la huida. Lo consiguió el 24 de junio y, después de pasar unos pocos días en San Petersburgo, volvió al sur del Cáucaso para seguir trabajando como organizador del movimiento bolchevique en la clandestinidad en Bakú y Tbilisi. Pero no estuvo mucho tiempo en libertad. El 23 de marzo de 1910 fue arrestado por la policía y confinado en la prisión de Bailov. Esta vez su seudónimo era Zájar Melijiants. Pasaron seis meses antes de que las autoridades dictaran sentencia sobre su caso (y mientras tanto se las arregló para escribir una «Carta desde el Cáucaso» que logró publicar en el Sotsial-demokrat, el órgano central del partido en París)[3]. El 23 de septiembre fue enviado de vuelta a Solvychegodsk. El 27 de junio de 1911 se le permitió trasladarse a Vólogda[4]. El 6 de septiembre huyó de nuevo, haciéndose pasar por un tal P. A. Chízhikov. Llegó a San Petersburgo, donde contactó con su viejo amigo de Tbilisi, Serguéi Allilúev[5].

Pero la Ojrana había sido informada. Fue arrestado nuevamente el 9 de septiembre y el 25 de diciembre lo enviaron de vuelta a Vólogda bajo custodia.

Las autoridades imperiales estaban aplastando el movimiento revolucionario. Los campesinos rebeldes eran sometidos a consejos de guerra y ejecutados. Las huelgas obreras fueron reprimidas. Los motines del ejército y la Marina imperial fueron salvajemente sofocados. En las provincias en las que había disturbios se otorgaron poderes extraordinarios a los gobernadores y comandantes militares. La agitación revolucionaria fue cruelmente reprimida y los principales líderes de los partidos socialistas —el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y el Partido de los Social-revolucionarios— regresaron a Suiza y a otros países europeos para reagrupar sus fuerzas hasta la siguiente gran crisis política.

Nicolás II no revocó la Ley Fundamental que había sancionado a principios de 1906. Pero se arrepintió de haber permitido un sistema electoral por el que se eligió a un gran contingente socialista tanto para la primera Duma estatal como para la segunda. El 3 de junio de 1907 Piotr Stolypin, su primer ministro, modificó el sistema con el fin de obtener una mayoría conservadora en la tercera Duma estatal, que iniciaría sus sesiones en noviembre. Sin embargo, Stolypin también se daba cuenta de que la reforma agraria era esencial. Había ejercido el cargo de gobernador en la provincia de Sarátov y consideraba que la tierra comunal de la aldea era una fuente de inestabilidad social crónica; introdujo una legislación que permitía a los campesinos establecerse como granjeros independientes. Financió proyectos para fomentar la migración hacia las tierras vírgenes de Siberia. Stolypin, con el consentimiento del emperador, se esforzó por establecer una relación de trabajo con la tercera Duma estatal, especialmente con el partido Octubrista liderado por Alexandr Guchkov. También permitió que siguieran existiendo los sindicatos locales y una prensa que no estaba tan maniatada como antes de 1905. Sin embargo, la propaganda y la militancia revolucionaria directas y abiertas seguían siendo reprimidas. El régimen de Stolypin era un intento contundente y lúcido de conservar el sistema imperial. No sólo le odiaban los revolucionarios, sino también aquellos miembros de la corte que sospechaban que su colaboración con la Duma recortaba los poderes del emperador. Pero Stolypin aguantó. El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que en la primavera de 1907 tenía 150.000 miembros, quedó rápidamente reducido a un puñado de miles cuando el estado recuperó el control[6].

La existencia de Dzhughashvili estaba poblada por camaradas, espías, policías, novias y terratenientes. Todo se hacía dando por sentado que una palabra imprudente podía tener como consecuencia la cárcel. Los supuestos allegados podían resultar informantes de la policía. La Ojrana, pese a ser una organización reducida, administraba muy bien sus recursos y se infiltraba en todos los partidos revolucionarios. Dzhughashvili sólo podía confiar en los viejos amigos y en su familia más cercana.

Se había acostumbrado a valerse por sí mismo y, aunque tenía esposa y un bebé, sus obligaciones para con el partido le mantuvieron lejos de casa cuando regresó del V Congreso del partido. La paz doméstica de que había disfrutado terminó abruptamente el 22 de noviembre de 1907, cuando Ketevan, después de semanas de sufrimiento, murió. La causa más probable fue la tuberculosis. Iósef y Ketevan habían estado casados menos de dos años. La muerte de su esposa hizo trizas su equilibrio. Su compañero de escuela Iósef Iremashvili lo acompañó al funeral religioso y registró la escena ocurrida en Tbilisi cuando el viudo le agarró del brazo con fuerza y dijo: «¡Soso, este ser ablandó mi corazón de piedra; se ha ido para siempre y con ella se han ido mis últimos sentimientos de cariño por la gente!». Después Dzhughashvili se puso la mano derecha sobre el pecho y exclamó: «¡Aquí todo está tan vacío, tan completamente hueco!»[7]. Iremashvili concluyó[8]:

Le expresé mis condolencias a Koba. Lo hice tan honesta y sinceramente como pude, pero sabía que de ahí en adelante Koba estaría despojado de todo freno moral y que desde entonces se dedicaría por entero a sus fantásticos planes, dictados únicamente por la ambición y la venganza.

El desconsuelo, según Iremashvili, tuvo profundas consecuencias al endurecer su actitud hacia el resto de la humanidad[9].

Iremashvili escribió sus memorias años después de huir de la Georgia soviética; difícilmente pudo haber recordado las palabras exactas de Iósef en el cementerio. Además, se había convertido en enemigo personal y político de Stalin y deseaba vender tantos ejemplares de su libro como pudiera. ¿Exageró la verdad? En otras memorias que hacen referencia al mismo período anterior a 1917, se presenta a un Iósef Dzhughashvili diferente: introvertido, evasivo, taciturno y desapasionado[10]. Sin embargo, aunque Iremashvili haya exagerado o inventado algo, su opinión no debería desestimarse. Conocía a Dzhughashvili desde la más temprana infancia y lo sabía todo acerca de la parte emocional de su personalidad. Ambos estaban juntos en el seminario cuando Dzhughashvili escribía poemas de tono romántico. Más aún, eran georgianos que asistían a un funeral ortodoxo y Iósef Dzhughashvili actuó según las convenciones, demostrando a la familia y a los amigos lo profundamente que sentía la muerte de su esposa.

En cualquier caso, el citado comentario sobre Dzhughashvili es una especie de cliché que muestra a un viudo más preocupado por sí mismo que por Ketevan o su hijo. Ni siquiera se había molestado en vivir con ella durante los últimos meses de su enfermedad. Sin embargo, está fuera de discusión que su muerte sacudió a Iósef. Lo que es menos plausible es que este hecho aislado fuese el que le convirtiera definitivamente en un hombre que buscara vengarse cruelmente del resto de la humanidad en general. En su larga vida se produjeron muchos acontecimientos. Sus amigos y conocidos notaban cómo cada uno de ellos le volvía más duro en su trato con el mundo. Iremashvili afirmó que incluso antes de la muerte de Ketevan era obvio que Iósef se comportaba despreciativamente con todo el mundo excepto con su madre, su esposa y su hijo[11]. La muerte de su esposa lo dejó solo con su pequeño hijo Yákob. Pero no iba a permitir que la pérdida interfiriera en su actividad política. Después de haber elegido la vida de un revolucionario absolutamente dedicado a la causa, no iba a dejar que la paternidad fuera una carga para él. Para esto precisaba de una total libertad personal, de modo que les pidió a sus parientes políticos, los Svanidze, que se hicieran cargo de Yákob. Ketevan tenía tres hermanas y un hermano. Para alivio de Iósef, estos parientes quisieron criar al chico. También ayudaban a Iósef cuando se quedaba sin dinero[12].

Debe de haber comparado con tristeza su vida con la de los emigrados bolcheviques en las pequeñas colonias de Suiza o Francia. La mayoría de los dirigentes emigrados podía vivir de sus propios ingresos. Podían frecuentar las bibliotecas, cartearse e ir de vacaciones sin preocuparse de que la Ojrana les siguiera los pasos (los agentes de policía de esos lugares no alteraron mucho los hábitos cotidianos de los emigrados, aunque todos sabían de su existencia). Tenían tiempo para escribir y oportunidades de publicar. Podían conocer a revolucionarios extranjeros. No tenían que buscarse la vida mientras iban constantemente de un lado para otro. No estaban amenazados por la cárcel o el exilio en Siberia.

Aparte de sus camaradas, Dzhughashvili estaba solo en el mundo. No sabía nada de su madre, que seguía en Gori. Hacía mucho tiempo que había perdido todo contacto con su padre. Pero esto no impidió que Iósef siguiera pensando en él. En uno de sus primeros artículos presentaba el siguiente relato[13]:

Tomemos un ejemplo simple. Imaginemos a un zapatero que poseía un pequeño taller, pero que no pudo sobrevivir ante la competencia de las grandes empresas y cerró su taller y tal vez se fue a trabajar en la fábrica de zapatos de Adejánov en Tiflis. Entró como empleado de Adejánov no para convertirse en un trabajador contratado de forma permanente, sino más bien para ahorrar algún dinero, reunir un pequeño capital y reabrir su taller. Como se ve, ese zapatero ya tiene una condición proletaria pero su conciencia no es aún proletaria: es completamente pequeñoburguesa.

Estos detalles son tan parecidos a la vida de su padre que seguramente Iósef debía de estar describiéndole. El destino de Beso fue desgraciado. Después de separarse de Keke y de Iósef se había marchado a Tbilisi a trabajar y a emborracharse, y más tardé Iósef declaró que había muerto apuñalado en un altercado en una taberna en 1909[14].

Si Iósef lloró su muerte, no dejó rastros de ello; en realidad ni siquiera se sabe con exactitud cuándo se enteró de la muerte de Beso. Durante este período, la prioridad de Dzhughashvili era evitar ser arrestado. Era experto en ardides. Pero su recurrente éxito en burlar a la policía hizo que surgiera de nuevo el rumor de que andaba en dudosos tratos con las autoridades imperiales. ¿Era un empleado de la Ojrana? En 1905 el menchevique Isidor Ramishvili lo había acusado de ser «agente del gobierno, espía y provocador»[15]. Estas historias sin fundamento se repitieron durante años. Incluso se ha argumentado que el archivo de la Ojrana sobre él había circulado en el partido en la década de los veinte y que Stalin instigó el Gran Terror a finales de la década de los treinta principalmente para eliminar a aquellos que habían tenido conocimiento de su empleo[16]. En realidad, los análisis más rigurosos de los testimonios no proporcionan un fundamento serio para la idea de que Dzhughashvili fuera un agente de policía. Esto no significa que dejara de aprovechar los lazos que tuviera con la Ojrana. Fue arrestado e interrogado muchas veces. Es bastante verosímil que dejara caer información que pudiera incriminar a los enemigos de su facción o incluso a sus rivales dentro de la facción. Hubo muchas investigaciones sobre el arresto de Stepán Shaumián y al parecer algunos compañeros bolcheviques intentaron citar a Dzhughashvili ante un tribunal del partido. El arresto y el exilio le evitaron a Dzhughashvili ese destino[17]. Shaumián era la otra figura señera del bolchevismo en el sur del Cáucaso; habría sido propio del ambicioso Dzhughashvili quitárselo de en medio.

Sin embargo la Ojrana prefería mantener a sus principales informantes fuera de prisión; y Dzhughashvili, aunque algunas veces recibió sentencias breves, estuvo encarcelado o exiliado con demasiada frecuencia y durante demasiado tiempo como para que se pueda considerar que fuera empleado de la policía. Tuvo que pasar la Gran Guerra, hasta la Revolución de febrero de 1917, en Siberia, aunque las autoridades del estado podrían haberse servido provechosamente de él si en realidad hubiese estado trabajando para ellos.

La actividad política clandestina era compleja y exigente, y la posición de dirigente de Dzhughashvili requería que conservara un amplio espectro de allegados y fuentes de información. Los camaradas estaban entre ellos; eran indispensables si se quería mantener un núcleo revolucionario sólido. Pero también tenía que buscar información en un campo más extenso. Al establecerse en zonas obreras donde los informantes abundaban y donde la cárcel era un peligro constante, un líder revolucionario tenía que vivir de su ingenio —y Dzhughashvili se destacaba por el número de contactos que tenía—. El menchevique georgiano Artiom Guío dejó un relato de las reuniones de los militantes marxistas en Tbilisi. Cuando entró de golpe en el apartamento de un amigo, Dzhughashvili se quedó perplejo al encontrar a Guío esperándole. «No esperaba esto precisamente —exclamó—. ¿Cómo ha ocurrido? ¿No le habían arrestado?»[18]. Guío estaba explicando cómo había escapado a la suerte de otros, cuando entró un extraño. Dzhughashvili tranquilizó a Guío: «Puede decir lo que tenga que decir con entera libertad (…) Es un camarada mío». El recién llegado resultó ser un georgiano que trabajaba como intérprete para la policía. Había ido corriendo para contarle a Dzhughashvili las últimas novedades: varios camaradas cercanos (incluido el futuro suegro de Dzhughashvili, Serguéi Allilúev) estaban bajo arresto. De hecho ya se había asignado a un destacamento para que arrestara a Dzhughashvili al anochecer. El intérprete, sin embargo, estaba desconcertado por la presencia de Guío, y, después de haber pasado la información, huyó[19].

Éste es un episodio oscuro pero significativo en la carrera de Dzhughashvili. Demostraba que estaba envuelto en asuntos muy poco ortodoxos, ya que el intérprete no era un militante marxista, sino —según las palabras de Dzhughashvili— «un gran nacionalista»[20]. Este hombre odiaba tanto el dominio del Imperio ruso que ayudaba voluntariamente a otros oponentes del zarismo: deliberadamente traducía mal para ahorrarles problemas a los militantes georgianos. El relato de Guío se sale de lo común. Solía presentarse a los bolcheviques como gente que no tenía ningún tipo de tratos con la policía, y no puede descartarse la posibilidad de que el libro de Guío se publicase en 1925 en Leningrado sólo porque Zinóviev, adversario de Stalin dentro de la facción bolchevique, controlaba la prensa en esa ciudad y quería enturbiar su reputación. Pese a todo, la tarea de hacer la revolución en el Imperio ruso precisaba de múltiples habilidades y de un código moral flexible. Dzhughashvili poseía estos atributos.

Sin embargo, era un juego peligroso. Otro de los contactos de Dzhughashvili era un tal Kórnev. Dzhughashvili le dijo a Guío las palabras que tenía que usar como contraseña cuando se encontrara con Kórnev. Pero Guío sospechó de Kórnev y se dijo: «¡O es un agente de la Ojrana o un gran cobarde!»[21]. Aunque trabajaba en una sastrería, Kórnev obviamente no tenía ninguna experiencia en cortar y coser. Todo en él resultaba sospechoso. De ahí había sólo un paso hasta concluir que «en sus manos estaba el hilo con el que [pensaba] infiltrarse en nuestras organizaciones»[22]. Guío se excusó y fue a esconderse; su instinto le decía que el contacto en el que Dzhughashvili confiaba era un espía de la policía y que el propio Dzhughashvili había sido engañado. Pudo haber sido así. Otra posibilidad es que Dzhughashvili fuera más dado que la mayoría de los revolucionarios a arriesgar la vida de sus camaradas. Egoísta y calculador, juzgaba las situaciones en términos de su propio interés. La gente le importaba sólo en tanto pudiera usarla para el bien de la causa o para su propio progreso político y su comodidad y placer personales. Su temeridad en el trabajo revolucionario clandestino era congruente con las demás manifestaciones de su personalidad.

Si bien la relación de Dzhughashvili con la policía conserva cierto misterio, ya no queda ninguna duda acerca de otro aspecto sombrío de sus actividades. Antes de la Gran Guerra se le acusó de estar involucrado en la organización de robos a mano armada y de que continuó con esta actividad incluso después de que el V Congreso del Partido la prohibiera. Durante mucho tiempo las pruebas siguieron siendo poco concluyentes. Sin embargo, Dzhughashvili nunca negó expresamente haber participado en estos actos delictivos. Durante años sencillamente desvió el interés público acerca del asunto; y cuando se hizo con el poder supremo, eliminó toda referencia al tema.

Sus obligaciones en Georgia en apoyo del bolchevismo abarcaban mucho más que la pura actividad política. También estaba implicado en la organización de «exes». Esta era la abreviatura del partido para designar las expropiaciones o, dicho de forma más directa, los robos. Durante la Revolución de 1905 y 1906 hubo muchos grupos marxistas en todo el Imperio ruso involucrados en intentos de financiar el partido mediante el robo de bancos. Entre ellos estaban los bolcheviques, y Georgia ocupaba un lugar primordial en estos esfuerzos. Había buenas razones para que así fuera. El bandidaje en las montañas era común y la opinión popular estaba muy lejos de considerarlo condenable. La tradición del abrek, que robaba y asesinaba mientras se burlaba de la autoridad oficial y distribuía algunas de sus mal obtenidas ganancias entre los pobres de la localidad, seguía siendo fuerte (éste era el meollo de la novela de Alexandr Qazbegi, El parricida, que tanto había admirado el joven Iósef Dzhughashvili). Los bolcheviques de Georgia se veían a sí mismos como canalizadores de este tipo de costumbres hacia un propósito altruista similar: la confiscación de las ganancias del capitalismo en beneficio de un partido dedicado a la causa del pueblo. El último congreso del partido había prohibido la organización de «exes». Pero el Centro Bolchevique seguía exigiendo que se llevasen a cabo. Lenin y sus camaradas necesitaban el dinero.

Dzhughashvili estaba a cargo de las operaciones bolcheviques en Geogia y el que las llevaba a cabo era el armenio Semión Ter-Petrosián, que se escondía bajo el seudónimo de Kamo[23]. Dzhughashvili y su amigo de la escuela Iósef Davrishevi lideraban grupos rivales de ladrones políticos desde casas del monte David, en Tbilisi. La policía estaba al tanto de lo que sucedía. Uno de los protegidos del padre de Iósef Davrishevi, el jefe de la policía Damián Davrishevi, un tal Davydov, era el encargado de patrullar la zona. Como quería llevar una vida tranquila, Davydov le pidió a Iósef Davrishevi que no causara problemas en su territorio —y Davrishevi supuso que lo mismo le habían propuesto a Dzhughashvili—. Davrishevi era hábil y atrevido y, aunque pertenecía a los social-federalistas (que eran socialistas pero también antimarxistas y marcadamente nacionalistas), Dzhughashvili intentó que se pasara a los bolcheviques. Davrishevi se negó (los bolcheviques de Georgia, desde luego, habían sospechado de la atracción de Dzhughashvili por el nacionalismo georgiano. ¿Este interés por Davrishevi era una prueba más?). En cualquier caso, Dzhughashvili y sus compañeros bolcheviques no tuvieron en cuenta la petición de Davydov. En monte David se repetían los incidentes. Los dos grupos siguieron engrosando las finanzas de sus respectivos partidos mediante la persuasión, el fraude, la extorsión y el robo a mano armada. A los propietarios de los negocios se les intimidaba fácilmente. Incluso la familia de empresarios que había construido el edificio que más tarde se convirtió en el Seminario, los Zubálov, subvencionaban a Davrishevi[24]. Dzhughashvili guardó silencio sobre los nombres de sus proveedores. Pero no es improbable que los Zubálov, una de cuyas dachas de las afueras de Moscú iba a ser ocupada por Stalin y su segunda esposa desde 1919, cedieran a las exigencias bolcheviques en el período de la eclosión revolucionaria.

Llevaron a cabo el golpe de más envergadura en la plaza Ereván de Tbilisi, casi a la vista del Seminario, el 12 de junio de 1907. Kamo llegó disfrazado de general del Imperio en un cómodo carruaje tirado por caballos. Sabían que una diligencia iba a entregar una gran cantidad de billetes. Arrojaron bombas a los guardias. Kamo y sus cómplices cogieron las bolsas de lino que contenían un cuarto de millón de rublos y el propio Kamo huyó con su carruaje a toda velocidad aprovechando que la escena era caótica y sangrienta. Llevó el fruto del robo al Centro Bolchevique situado en Kuok-kala, en Finlandia. Lenin estaba encantado.

Dzhughashvili había hecho un breve viaje a Berlín justo poco antes[25] —probablemente tuviera que consultar el asunto con la dirección bolchevique en el extranjero—. Después del robo, Lenin, Dzhughashvili y Kamo procuraron mantenerlo todo en estricto secreto. Dzhughashvili y Kamo se sentían especialmente vulnerables, ya que varios marxistas de Tbilisi sabían quiénes habían organizado los atracos. Los mencheviques, que todavía tenían más peso en Georgia que los bolcheviques, comenzaron a investigar en noviembre de 1907. Silva Dzhibladze se encargó de la comisión designada para juzgar a los sospechosos de participar en ellos. El propio Dzhibladze tenía un pasado muy poco virtuoso; había sido expulsado del Seminario de Tiflis por haber agredido físicamente al Rector[26]. Pero no estaba dispuesto a consentir desviaciones de la política oficial del partido. Dzhughashvili fue identificado, más allá de toda duda razonable, como la éminence grise que estaba tras el asunto de la plaza Ereván[27]. Por entonces, sin embargo, no se pudo encontrar a Dzhughashvili en ninguna parte. Como le preocupaba que le buscase la policía o que los mencheviques le pidiesen que rindiera cuentas, había huido a esconderse en Bakú[28]. Los mencheviques iban a reclamar que fuera expulsado del partido[29]. Lo que queda claro es que los bolcheviques, tras hacer mucho dinero con los robos, abandonaron esta actividad delictiva y que Dzhughashvili llegó a ser una figura cada vez más prominente del bolchevismo en el sur del Cáucaso. Él y Kamo siguieron siendo amigos y se vieron a menudo durante y después de 1917. Tenían razones para creer que habían seguido las instrucciones de Lenin con gran diligencia.

Dzhughashvili se consagró a la tarea de combatir al menchevismo en el sur del Cáucaso. Este enfrentamiento entre facciones le importaba tanto como la organización de actividades revolucionarias entre los obreros de Bakú y el control de las expropiaciones.

Su celo e inteligencia lo habían llevado a la primera fila del bolchevismo en la región. En Georgia era «conocido como el segundo Lenin»[30]. A menudo ridiculizaba el orgullo que mostraban los mencheviques por sus éxitos entre el campesinado georgiano en 1905-1906. Decía que la lucha de clases estaba mejor organizada en Bakú, en la costa del Caspio, con su gran concentración de habitantes de clase obrera. Mientras Zhordaniia y los mencheviques dirigían sus esfuerzos a los georgianos, Dzhughashvili se movía entre rusos, armenios y azeríes, así como entre gente de su propia nacionalidad. Era verdaderamente descarado, incluso cuando afirmaba que los mencheviques de Tbilisi eran reacios a enfrentarse en un debate con los bolcheviques. Esto era un infundio: Zhordaniia siempre estaba dispuesto a aceptar tal desafío. Pero a Dzhughashvili no le interesaba el juego limpio. Quería desacreditar a los mencheviques y estaba dispuesto a utilizar cualquier recurso que tuviera a mano. Normalmente acusaba a Zhordaniia de estar obsesionado con la actividad legal, lo que venía a ser lo mismo que acusarle de clausurar la red clandestina del partido[31].

Zhordaniia replicaba que los mencheviques no habían descuidado ni Bakú ni a la clase obrera, sino que en realidad eran más fuertes allí que los bolcheviques[32]. La verdad estaba a mitad de camino entre Zhordaniia y Dzhughashvili. Los mencheviques consideraban a Georgia como su baluarte. Sin embargo, también trabajaban en otros lugares, incluido Bakú, y a veces eran más efectivos que los bolcheviques. Pero las diferencias en cuanto a la estrategia mantenían a las facciones separadas. Mientras que los bolcheviques operaban casi exclusivamente entre los obreros, los mencheviques tomaban muy en serio a otras clases, como el campesinado. Los mencheviques estaban mucho más dispuestos que los bolcheviques a servirse de la Duma estatal como instrumento de organización y propaganda política. Los bolcheviques, a pesar del fracaso de la revolución de 1905-1906, mantenían vivo el sueño de organizar un levantamiento armado contra la monarquía imperial.

Dzhughashvili era un combatiente de primera línea del menchevismo en una de las regiones más importantes para la causa revolucionaria en el Imperio ruso. Su intransigencia era justamente lo que Lenin quería de sus seguidores. El propio Dzhughashvili había adquirido una perspectiva más amplia de la política desde que había asistido a las grandes asambleas del partido en Tampere, Estocolmo y Londres, y su elección de trabajar en Bakú y no en Tbilisi era muy significativa. Ya no se consideraba primordialmente un marxista georgiano; su papel había pasado a ser el de un marxista que podía trabajar en cualquier lugar del sur del Cáucaso o en el Imperio en su conjunto. Cuando informó acerca del V Congreso del Partido, comentó[33]:

La composición nacional del Congreso era muy interesante. Según las estadísticas, los judíos constituían la mayoría en la facción menchevique, seguidos por los georgianos y los rusos. En la facción bolchevique, en cambio, los rusos son la mayoría (…) seguidos por los judíos, los georgianos, etc. Uno de los delegados bolcheviques (creo que era el camarada Alexinski) destacó, un poco en broma, que los mencheviques son judíos mientras que los bolcheviques son una auténtica facción rusa; así que no haríamos ningún daño si nosotros, los bolcheviques, lleváramos a cabo un pequeño pogromo en el partido.

Ésta es una de las primeras señales de que Dzhughashvili se daba cuenta de la importancia de la propaganda revolucionaria, el reclutamiento y la organización entre el grupo nacional más grande del imperio, los rusos.

Posteriormente los comentarios de Dzhughashvili se usaron como prueba de su antisemitismo. Ciertamente eran muy crueles e insensibles. Pero probablemente no demostraban aversión hacia todos los judíos, o en realidad hacia todos los georgianos. Él, un georgiano, estaba repitiendo lo que un bolchevique ruso había dicho sobre los rusos y los judíos. Después sería, durante muchos años, amigo, allegado o líder de incontables judíos. Lo que contaba para Dzhughashvili era la marcha de la historia; se daba cuenta de que, si la monarquía imperial iba a ser derrocada, habría que empujar tanto a los rusos como a los judíos y los georgianos para que tomaran parte activa. Lo que es más, estaba publicando su comentario tres décadas antes de que Hitler exterminara a los judíos de Europa oriental. Antes de la Gran Guerra, Dzhughashvili puede no haber tenido una especial simpatía por los judíos en tanto judíos, pero tampoco estaba en contra de ellos. Ésta era su actitud hacia toda la humanidad. No le agradaba ni odiaba a ningún pueblo en particular; su principio rector era juzgar cómo podían ser impulsados u obligados a contribuir al logro de la clase de estado y de sociedad que él aprobaba. A pesar de estas reservas, el comentario tenía un trasfondo de insensibilidad. Un pogromo era un pogromo. Expresaba la violencia popular de las masas contra los judíos. Dzhughashvili, cuando menos, había hecho una broma políticamente incorrecta. Además estaba sugiriendo implícitamente que la influencia judía en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso debía ser contrarrestada. Su internacionalismo no era un compromiso carente de ambigüedades.

Como fuera, su propia afirmación nacional estaba declinando y empezó a escribir en ruso y no en georgiano. Su primer artículo en ruso apareció, después de su regreso de Londres, en el periódico bolchevique de Bakú Bakinski rabochi[34]. De ahí en adelante, no escribió en georgiano más que cartas a camaradas y parientes. Dejó en gran medida de escribir en su lengua natal para el público político. Era un paso que solían dar los bolcheviques georgianos. Pertenecer a las filas del bolchevismo implicaba un compromiso con el internacionalismo y con el ruso como instrumento en el marco del marxismo organizado en todo el Imperio. Durante un tiempo estudió esperanto por su cuenta. Dzhughashvili y muchos jóvenes revolucionarios creían que este lenguaje, inventado por el investigador judío polaco Ludwig Zamenhoff, sería uno de los cimientos culturales del orden socialista que deseaban crear en todo el mundo[35].

De cualquier modo, no era la sospecha de antisemitismo lo que más perturbaba a quienes estaban en contacto con Dzhugashvili por entonces. Semión Vereshchak le conoció en la prisión de Bailov, en las afueras de Bakú, y se quedó perplejo ante su crueldad. Dzhughashvili no dejaba de enfrentar a un preso contra otro. En dos ocasiones esto terminó en violencia[36]:

En el corredor del pabellón de los políticos [de la prisión] estaban pegando a un joven georgiano. Todo el que pudo se unió a la paliza con lo que tuviera a mano. Una palabra resonó en el pabellón: ¡provocador! (…) Todos pensaron que era su deber dar golpes. Finalmente llegaron los soldados y detuvieron la pelea. Llevaron el cuerpo ensangrentado en camilla al hospital de la prisión. El administrador cerró los corredores y las celdas. Llegó el ayudante del fiscal y comenzó la investigación. No se encontró ningún responsable. Los muros del corredor estaban cubiertos de sangre. Cuando todo se hubo calmado, comenzamos a preguntarnos unos a otros a quién habíamos pegado. ¿Quién dice que es un provocador? Si es un provocador, ¿por qué no le han matado? (…) Nadie sabía ni entendía nada. Y sólo mucho después quedó claro que Dzhughashvili había propagado el rumor.

En otra ocasión un criminal conocido como Mitka Grek apuñaló y mató a un joven obrero. Al parecer Dzhughashvili le había dicho a Grek que era un espía[37].

Los revolucionarios no tenían escrúpulos a la hora de eliminar a los que informaban sobre sus actividades o trataban de impedirlas. Lo peculiar de Dzhughashvili, sin embargo, era que hacía este tipo de cosas en silencio. La indagación de rigor sobre el acusado no tenía lugar. Dzhughashvili sencillamente tomaba una decisión e instigaba a la acción[38]. Ponía a sus compañeros conspiradores en peligro y se mantenía al margen del asunto. Era resuelto, inmisericorde y extremadamente seguro de sí mismo. Pero también era valiente. Los que buscan adjudicarle todos los defectos posibles normalmente lo pasan por alto. Incluso su detractor Semión Vereshchak concede que Dzhughashvili se comportaba con coraje y dignidad frente a las autoridades. En la Pascua de 1909 una unidad de soldados irrumpió en el pabellón de los presos políticos para pegar a los internos. Dzhughashvili no demostró miedo. Decidió enseñar a los soldados que su violencia nunca podría con él. Con un libro en la mano, mantuvo la cabeza bien alta mientras se abalanzaban contra él[39].

Esta conducta era lo suficientemente extraordinaria como para que Vereshchak se sobrecogiese al recordarlo. Otros aspectos del comportamiento de Dzhughashvili eran menos apreciables. Se recuperó de la muerte de su esposa con increíble rapidez y siempre que estaba fuera de la cárcel tenía líos de faldas. Delgado, silencioso y seguro, siempre había sido atractivo para las mujeres. Tuvo una novia, Tatiana Sújova, en Solvychegodsk en 1909. Había llegado allí con ropas del Sur, poco apropiadas para el crudo invierno del norte de Rusia. Sújova le ayudó en todo; hasta le dio dinero y le ayudó a escapar[40]. En otra de sus estancias en Solvychegodsk salió con una estudiante del lugar que se llamaba Pelagueia Onúfrieva. Sólo tenía 17 años en ese momento. No fue su última aventura sexual con adolescentes[41] y no todos sus camaradas las aprobaron, entonces o más tarde. Menos agradable fue el modo en que trató a María Kuzákova, que poseía una de las casas de madera más grandes de Solvychegodsk, donde le alojó. Kuzákova era una joven viuda campesina. A su debido tiempo tuvo un bebé al que bautizó con el nombre de Konstantín. No había mucha duda acerca de la paternidad de Konstantín. Todos los que lo vieron cuando ya era un adulto recordaban cuánto se parecía a Stalin en su aspecto y hasta en su forma de moverse[42].

Dzhughashvili no tenía la intención de quedarse con la madre y el hijo. Consideraba que las mujeres eran una fuente de gratificación sexual y de comodidad doméstica. Le gustaba relajarse con ellas sólo si tenían las características que encontraba agradables. Sus acompañantes tenían que apoyarle en todo y ser sumisas. Requería de una mujer que se dedicara exclusivamente a él y Kuzákova le vino bien durante un tiempo. Sin embargo, esa relación rompía un código. Como otros revolucionarios, los bolcheviques creían que tenían la misión de construir un mundo mejor sobre los principios de la colectivización de los bienes. Dzhughashvili había utilizado a Kuzákova de un modo egoísta para satisfacer su lujuria, y ni entones ni luego consideró que su actitud fuera reprobable. Así pasó agradablemente el tiempo de su sentencia junto al río Vychegda hasta el 27 de junio de 1911, cuando se le permitió trasladarse a Vólogda. Viajó hasta Kotlas y tomó el nuevo tren hacia el Oeste. Nunca volvió a Solvychegodsk.

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