Stalin

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LA CHISPA REVOLUCIONARIA

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LA CHISPA REVOLUCIONARIA

En toda Rusia la tensión entre la intelligentsia, los trabajadores, los campesinos y las nacionalidades sojuzgadas, aumentaba peligrosamente. Crímenes políticos, huelgas, violencia, incendios provocados y otros actos de sabotaje eran cada vez más frecuentes en las zonas rurales. El zar y sus ministros estaban desorientados, y también ellos compartían el sentimiento generalizado de que la nación estaba a punto de sufrir un terrible paroxismo de rebelión.

La guerra contra Japón, que comenzó en febrero de 1904, agravó el ya explosivo ambiente. Las humillantes derrotas sufridas por el ejército imperial y, en mayo del año siguiente, por la armada minaron gravemente la confianza en el régimen.

La tragedia del 9 de enero de 1905, conocida como «el domingo rojo», supuso un duro golpe para la autoridad y el prestigio del zar al abrir fuego el ejército contra una multitud que se dirigía al Palacio de Invierno para manifestar su descontento. La hostilidad contra el régimen autocrático llegó a su punto culminante. Estallidos de violencia por parte de obreros y campesinos amenazaban con la anarquía. Desconcertado por la situación, Nicolás II hizo concesiones, anunciando en marzo un plan que permitiría una limitada participación popular en el gobierno. Pero el decreto imperial que creaba una asamblea representativa (Duma), confirmó el temor general de que el zar sólo haría concesiones mínimas. Hacia finales de septiembre, una huelga de impresores en Moscú se extendió de tal manera que en menos de una semana todo el país quedó paralizado por la huelga general. Ante la perspectiva de la guerra civil, Nicolás II se vio obligado a ceder, y el 30 de octubre hizo publicar un manifiesto en el que prometía la instauración de un sistema de gobierno parlamentario y, de hecho, el comienzo de una monarquía constitucional.

Durante meses, Rusia había sido como una inmensa zona volcánica, a través de cuya superficie surgían innumerables chorros de vapor y de gas, y bajo la cual la corteza de la tierra empezaba a resquebrajarse. En la lejana Suiza, sin embargo, Lenin estaba poco preocupado por estos tumultuosos acontecimientos. A partir del II Congreso del Partido, cuando perdió el control de Iskra, había estado tratando de conseguir que el Comité Central de Rusia convocara otro congreso que le permitiera —así lo esperaba— recuperar su puesto en el partido. Sin embargo, encontró una fuerte oposición, ya que se había granjeado la enemistad de muchos de sus partidarios. Pero Lenin, sin escrúpulos ni desánimo, y ayudado por los acontecimientos que tenían lugar en Rusia, se salió con la suya.

El 12 de abril de 1905, el denominado por los bolcheviques III Congreso se inició en Londres. Los mencheviques lo denunciaron como ilegal, pero supuso un paso más en la intención de Lenin de formar un partido de revolucionarios profesionales dirigido por él.

Todos los revolucionarios, sin embargo, estaban molestos por la manera en que sus programas habían sido incumplidos en la precipitación de los acontecimientos. Los brotes de descontento popular deberían haber creado las condiciones ideales para lanzar la revolución. Pero ellos no estaban preparados, y la triste realidad era que tampoco el país lo estaba. El pueblo quería la reforma, no la revolución. Para Lenin, por supuesto, no era relevante que el pueblo no quisiera la revolución. Escribió sobre la necesidad de una organización, unas unidades de acción más poderosas y un liderazgo centralizado del partido. Iskra, bajo control menchevique, adoptó una línea diferente, defendiendo «una organización amplia, basada en las clases trabajadoras, que actuara con independencia»[XXXII].

El Soviet de Representantes de Trabajadores de San Petersburgo, creado a finales de 1905 por iniciativa de los mencheviques, también se granjeó la hostilidad de Lenin. Independiente en su composición, el Soviet desafió con éxito a las autoridades durante su breve existencia (del 13 de octubre al 2 de diciembre de 1905) en el perÓodo conocido como «los días de la libertad». Este éxito se debió principalmente a Trotski, que lo dirigía y controlaba.

Al principio, el Manifiesto de Octubre, que estipulaba las importantes concesiones del zar, no consiguió calmar la turbulencia que sacudía a la nación. Obreros, campesinos y unidades del ejército se manifestaban en contra del régimen autocrático, en tanto que la opinión de la derecha se pronunciaba airadamente contra el manifiesto por considerarlo un acto de traición a la autocracia. Los terratenientes, entre otros, organizaron bandas de criminales (Los Cien Negros) que agredían, a menudo con una brutalidad feroz, a los judíos y a otras personas consideradas como intelectuales. Conservadores y reaccionarios también formaron sociedades para defender las viejas instituciones moscovitas.

Rusia estaba sometida a fuerzas tenebrosas. Pueblos y ciudades se convirtieron en focos de crímenes y violencia. Bandas revolucionarias y reaccionarias, terroristas, anarquistas y criminales arremetían contra la sociedad y luchaban entre sí; un idealismo equivocado, crímenes brutales y un sentimiento de desesperación impulsaban el vórtice que arrastraba a la nación hacia el caos.

En medio de esta confusión, los principales partidos políticos estaban organizando su participación en las elecciones a la Duma, la nueva asamblea representativa. Los demócratas constitucionales (KDT), llamados los «Kadetes», exigían una constitución o ley fundamental, y algunos de sus miembros querían una democracia parlamentaria plena conforme al modelo británico, e incluso una república. Los «octubristas» eran menos radicales en sus demandas.

Los socialdemócratas y los socialistas revolucionarios se movían en un mar de confusiones. Todos manifestaban una completa hostilidad a los nuevos partidos liberales, a la Duma, y al Manifiesto de Octubre. Pero tenían que reconocer que los acontecimientos les habían desplazado, y que no contaban con apoyo real del pueblo. Sin embargo, el pequeño núcleo de los socialdemócratas no se descorazonaba, y con extraordinaria tenacidad miraba hacia el futuro.

Koba estaba aparentemente desligado de los dramáticos acontecimientos en estos meses. De regreso a Tiflis procedente de su breve destierro en Siberia a principios de 1904, se había encontrado con innovaciones llevadas a cabo por los socialdemócratas georgianos. Las organizaciones del partido en Transcaucasia habían celebrado un congreso constituyente en marzo de 1903 y habían creado un Comité Caucasiano de Unión Sindical, que contaba con nueve miembros y se responsabilizaba del liderazgo del movimiento. Algún tiempo después de su regreso, fue nombrado miembro del comité por votación extraordinaria[XXXIII].

Aproximadamente por las mismas fechas fue elegido también miembro del comité por el mismo procedimiento el bolchevique armenio Stefan Shaumyan. Inmediatamente se convirtió en enemigo de Koba. Shaumyan, que había estudiado ingeniería en Riga y filosofía en Alemania y que conocía a Lenin, probablemente consideraba a Koba un provinciano poco cultivado, y parece ser que se erigió en su decidido oponente. Se dice que tildaba a Koba de «víbora», y que informaba a Lenin acerca de cualquier comentario crítico que hiciera sobre él. Las rivalidades y disputas entre los revolucionarios, y especialmente entre los bolcheviques, raras veces se caracterizaban por la tolerancia, el compromiso o la cortesía, sino más bien por el ensañamiento y las críticas acerbas. La rivalidad entre ambos duró hasta 1918, cuando Shaumyan murió como uno de los «veintiséis comisarios fusilados por los británicos», que han pasado a ser considerados mártires de la historia rusa[XXXIV].

En 1904 Koba era un activo miembro del Comité Sindical Caucasiano. En junio estuvo en Bakú, creando un nuevo comité bolchevique, y durante el verano viajó a todas las regiones de Transcaucasia, dirigiendo reuniones y oponiéndose incansablemente a los mencheviques cuando surgía la ocasión. En septiembre, Proletariatis Brdzola, el periódico ilegal editado en georgiano y armenio por el Comité Sindical, incluyó su artículo «Cómo entiende la socialdemocracia la cuestión de las nacionalidades», tema sobre el que iba a escribir en sucesivas ocasiones con autoridad reconocida.

Durante 1905, año de violencia y agitación, Transcaucasia, y especialmente Georgia, sufrieron sus efectos en mayor medida que Rusia. En Bakú, la banda de Los Cien Negros fue la autora de verdaderas matanzas entre los armenios y los turcos. Los actos de sabotaje destruyeron plantas industriales. Los crímenes y la violencia ciega se hicIeron endémicos. En agosto, una semana de derramamiento de sangre en Tiflis finalizó con una batalla contra las tropas del ejército en el ayuntamiento, en la que se registró un gran número de muertos. Pero las revueltas continuaban y sólo hacia finales de aquel año se restableció el orden.

Koba probablemente estuvo implicado en muchos de estos disturbios, pero trabajando a la sombra. La cronología oficial y otras fuentes contienen escasa información. En enero de 1905 publicó en Proletariatis Brdzola un artículo sobre «La clase proletaria y el partido del proletariado», y en mayo apareció su panfleto Sobre las disensiones en el partido, en ruso, georgiano y armenio. En él defendía a ultranza la tesis básica de Lenin de que la clase trabajadora sólo alcanzaría la conciencia revolucionaria por medio de la enseñanza y del liderazgo del partido. Atacaba a Noi Zhordania por haber criticado esta tesis. Zhordania publicó una réplica, y en Proletariatis Brdzola del 15 de agosto aparecieron otros dos artículos en los que Koba argumentaba en contra de esa réplica.

En estas arduas polémicas Koba demostró poseer un profundo conocimiento del marxismo y de la tesis de Lenin, y que podía ser un formidable oponente. El hecho de que Zhordania, el más eminente social-demócrata de Transcaucasia, mantuviera un debate público con él, indicaba que ya no era un humilde principiante al que podía ignorarse. Es posible que Zhordania, que sin duda conocía su identidad, se parara a pensar sobre la conveniencia o no de replicar al joven seminarista que había ofrecido sus servicios siete años antes.

En julio publicó en Proletariatis Brdzola un artículo sobre «El levantamiento armado y nuestra táctica», en el que manifestaba que «la llama de la revolución arde cada vez más fuerte» y resaltaba la necesidad de la rebelión armada. Era un convincente alegato a favor de la necesidad que tenían los bolcheviques de organizar y entrenar «bandas armadas», y poner orden y disciplina en la lucha revolucionaria.

Los artículos de Koba llamaron la atención no sólo en Transcaucasia, sino también en el extranjero. En julio de 1905, Krupskaia escribía en nombre de Lenin, solicitando un ejemplar del panfletoSobre las disensiones del partido y el envío regular de la edición rusa de Proletariatis Brdzola. Lenin se mostró entusiasmado con el panfleto y los artículos por su acertada exposición de la política bolchevique. La respuesta de Koba a la réplica de Zhordania le agradó especialmente, y al escribir sobre el periódico hizo mención de la celebrada y espléndida formulación de «la concienciación desde fuera».

Lenin probablemente conocía la identidad del autor del panfleto y los artículos, aunque no estaban firmados. Koba había despertado su interés por primera vez en 1904 por las cartas escritas desde Kutais. La correspondencia entre ambos comenzó en mayo de 1905 con una carta escrita por Koba, como miembro del Comité Sindical Caucasiano, en la que hacía un estudio comparativo de las fuerzas mencheviques y bolcheviques en la región. Lenin buscaba partidarios de este calibre y difícilmente podía pasar por alto al activo georgiano.

Aprovechando la relajación de la censura después del Manifiesto de Octubre, Koba y Shaumyan publicaron la Hoja de Noticias de los Trabajadores. El primer número, que apareció en noviembre de 1905, incluía un breve artículo en el que Koba manifestaba en términos rotundos su hostilidad hacia liberales y mencheviques, y a la participación en las elecciones a la Duma. Como en todo lo que escribía, el artículo era un fiel reflejo de la posición bolchevique, y en este punto no se hacía eco de Lenin, sino que manifestaba sus propia ideas y puntos de vista.

Koba empezaba a ser conocido como el testarudo campeón del bolchevismo en la región en que los bolcheviques eran menos numerosos. De hecho, esta reputación, avalada por sus escritos, probablemente fue la causa del siguiente paso importante en su trayectoria revolucionaria.

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