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- Vamos, panda de gallinas. Cinco más.
El sargento Grant Wilson miró, en su forzada posición, por debajo de la haltera, cargada con cien kilos, y torció la vista en dirección a la voz.
«Gilipollas.»
Se encontraban inmersos en su habitual sesión de pesas en el gimnasio local, y el agente Michael Rose estaba contando el progreso de Grant.
- … Ocho… nueve… Buen trabajo.
- Yo podría levantar ciento veinte kilos y prácticamente doblar tus repeticiones -escupió el hermano de Mike.
- Jesús, Evan, ¿por qué no cierras la boca? -le dijo Mike. No solían tener compañía y esta no les estaba yendo muy bien.
Cuando Grant acabó su ejercicio, Mike lo ayudó a colocar la barra en el soporte. La frente le chorreaba sudor y la camiseta gris que llevaba estaba marcada con cercos de un color más oscuro a causa de la transpiración. Se levantó y fulminó con la mirada al hermano de Mike.
Evan era un tipo alto y se notaba que era un aficionado. Levantaba mucho peso y Grant sospechaba que abusaba de los esteroides. Tenía demasiados tatuajes y para el gusto de Grant le sobraba ego. La verdad era que no lo habían invitado a aquella sesión de ejercicios. De hecho, dudaba que alguien pudiera haberlo invitado jamás a alguna.
«Ojalá fuera más alto. Una mirada de desafío tiene más efecto con un poco de ventaja en la altura.»
- ¡Adelante! El banco es todo tuyo -dijo Grant con un amplio movimiento de su mano, y se echó a un lado.
- Yo ya he hecho mis ejercicios esta mañana.
Grant se rió. Hubo un tiempo en que habría aplastado a un tipo como aquel, pero había aprendido a controlarse. Además, era el hermano de su mejor amigo, después de todo.
- Te estaba tocando las narices, Grant. No te lo tomes en serio -prosiguió Evan-. Lo haces muy bien.
«Para ser un tío mayor», casi pudo oírle decir Grant.
- ¿Qué haces viniendo al gimnasio por la mañana? ¿Ya no trabajas como reponedor en el K-Mart?
Evan frunció el ceño. Parecía que estuviera evitando hacer una mueca.
- Acabé antes de que abriera la tienda. Pero no, ahora estoy trabajando en el Fox.
- Vaya, en el Blue Fox.
Mike no se metió en la conversación. Se podría decir que estaba deseando que la charla fuera por otros derroteros.
- ¿Y qué haces allí? ¿Estás de camarero o de bailarina? -le preguntó Grant. El Blue Fox era un bar de striptease.
- Soy camarero. Deberías pasarte alguna vez, te gustaría el ambiente -le contestó Evan.
Mike se había cambiado al press de pierna y Grant se le unió. Lo ayudó a colocar algunos pesos de veinticinco kilos en la barra. Por supuesto, Evan no tardó en acercarse a ellos. No iba a aceptar su invitación.
- ¿Así que es verdad que le habéis pasado el gran caso al FBI?
«¿Qué?»
Esta vez Mike interrumpió.
- Como te dije, Evan, estamos consultando con un criminalista del FBI. Eso no significa que el FBI tenga jurisdicción sobre el caso.
- ¿Ah, no?
- No.
Mike empezó su serie y Grant lo observaba, ignorando a la tercera parte, que no estaba invitada.
- Hoy lo he visto.
Los dos se dieron la vuelta.
- ¿A quién has visto?
- A vuestro agente del FBI.
Grant hizo una pausa y Mike lo miró atónito.
- Ha dado una charla en la universidad. Había miles de folletos en el campus. Forma parte de una gran conferencia sobre los psicópatas. -Entornó los ojos haciendo gestos mientras lo decía.
- Sí -dijo Grant-. Ojalá hubiéramos podido asistir, pero algunos teníamos que trabajar. Algunos de nuestros compañeros han ido. ¿Has aprendido algo?
- Sí.
- ¿Algo que te gustaría compartir?
- No.
Grant estaba a punto de explotar.
- Tengo que irme a casa. Amanda me está esperando.
- Sí, ¿cómo está? Qué plomazo…
- Gracias. Estaremos bien. -Lanzó la toalla sobre la máquina de pesas y se fue. Era todo lo que podía hacer para controlar su ira.
Lo último que quería era escuchar a un ignorante gilipollas como Evan Rose soltando sandeces que sonaran simpáticas sobre Amanda. ¿Qué sabría él de cuidar a un ser querido? ¿Qué sabría sobre la esclerosis lateral amiotrófica?
Grant acababa de marcar la combinación del candado de su taquilla cuando entró Mike, disculpándose.
- Lo siento mucho, Grant. No sé qué narices le pasa últimamente.
- Olvídalo. Necesito irme a casa.
- Normalmente no es tan malo.
- ¿Para qué lo invitas, entonces? ¿Y para qué le cuentas lo del caso?
- Yo…
- Mantenlo alejado de mí.
- Lo siento…
Grant recogió sus cosas de la taquilla y las metió en la bolsa. No le importaba no ducharse o no cambiarse.
- No lo sientas, Mike -dijo-. No soy yo quien tiene que aguantarlo solo por ser de la familia.
Mike parecía herido con el comentario.
- Olvídalo, tengo mucha presión.
Grant apenas alzó el brazo para saludar cuando se marchó, sin molestarse en decirle adiós a Evan al salir.