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Grant hizo una mueca cuando sonó el teléfono. De mala gana, se apartó de Amanda y se dirigió hacia el sonido del móvil que provenía del bolsillo de su chaqueta, que estaba en el colgador.

«Odio ese sonido.»

- Wilson -contestó en voz baja.

- Grant, soy Mike.

Sabía que sería él.

- ¿Qué ha ocurrido? -quiso saber-. ¿Otro cuerpo?

- No, otro no. Algo peor.

- ¿Peor? -Llamó la atención de Amanda y le sugirió con un dedo en alto que se ausentaría tan solo un minuto. Ella le sonrió con aquellos ojos de color miel como respuesta. Se dio cuenta de que estaba cansada-. Espera un segundo…

Se fue al pasillo y cerró la puerta de la habitación detrás de él. Cherrie seguía fuera con su novio y la casa estaba tranquila y oscura.

- ¿Peor?, ¿qué puede ser peor?

- Bueno, no exactamente peor… -empezó a decir Mike.

Grant respiró profundamente. Aún le irritaba que Mike hubiera dejado que su hermano los acompañara en la última sesión de gimnasio. Era otra cosa que añadir a su estrés y no le hacía ninguna falta.

- Mike, no te andes por las ramas y cuéntame de qué se trata.

- He recibido una llamada de mi hermano…

«Hablando del rey de Roma…»

- Está disgustado porque uno de nuestros chicos lo ha interrogado.

- ¿Uno de nuestros chicos ha interrogado a Evan?, ¿sobre qué?

- Estaba en Nahatlatch. No muy lejos de donde se encontraron los cadáveres.

Grant se sostuvo la frente con la palma de la mano.

- Idiota. ¿Pero qué narices se cree que está haciendo?

- No lo sé. A lo mejor es solo curiosidad.

- ¿Curiosidad?

Aquel hombre era definitivamente un bala perdida. Grant encontró inquietante que el hermano de Mike decidiera asistir a una conferencia sobre psicopatía y quisiera ver la presentación de un criminalista que los estaba ayudando en el caso. Aquello le olía a chamusquina. «¿Desde cuándo asistía Evan a conferencias?» En principio era abierta al público, aunque estaba seguro de que los organizadores pensaban en estudiantes de psicología cuando la programaron más que en camareros de bares de striptease. ¿A qué jugaba?

- ¿Curiosidad? -repitió Grant incrédulo.

- Bueno, ya sabes cómo es Evan -le dijo Mike.

- No, sabes cómo es Evan. Yo intento saber lo menos posible de él.

Grant se inclinó en la pared y se colocó la mano en la cara. Probó a imaginarse a Evan fisgoneando en el bosque con una linterna o con algo similar. ¿Por qué? Intentó imaginárselo cuando lo detuvo la policía y le preguntó por las razones que le habían llevado hasta allí.

- Cree que se ha metido en algún lío -le contó Mike sobre su hermano.

- ¿Qué quieres decir?

- Nada. Solo que sabe que ahora sospechan de él por alguna razón… Ya sabes, solo por el hecho de haber estado allí.

- ¿Estaba haciendo algo sospechoso? Quiero decir, ¿más sospechoso de lo habitual?

- Grant…

- Ha sido una tontería por su parte, Mike, pero si no ha hecho nada malo, dile que no tiene por qué preocuparse. Así de simple.

- ¿Podrías llamar al agente del FBI por mí, Grant? Y preguntarle por el historial, ya sabes… preguntarle si mi hermano es sospechoso.

«Genial.» Se lo temía. No le gustaba la razón de aquella llamada. ¿Y qué pasaba si Evan era realmente culpable? ¿Se vería Mike obligado a encubrirlo?

- Haré esa llamada, pero no te prometo nada, ¿de acuerdo?

- De acuerdo, Grant, gracias.

«Esto no me gusta -pensó-, no me gusta un pelo.»

Mike cambió de tema.

- ¿Cómo está Cherrie?

- Aún no ha llegado a casa.

- ¿Y Amanda?

- Igual que siempre. Hablamos luego, Mike. Haré algunas averiguaciones.

- Gracias, Grant.

Volvió a la habitación y Amanda estaba allí, esperándolo. Para él, era la mujer más hermosa del mundo, incluso en aquellos momentos, en aquel estado. Había sufrido una parálisis de miembros, y cada vez era más difícil para ella hablar o tragar. Le habían tenido que succionar el exceso de saliva de la garganta, para que no muriera al aspirarla.

La enfermedad de Lou Gehrig era más común entre los hombres mayores, pero ella, aun sin llegar a los cincuenta, había sufrido los estragos de la dolencia, que le estaba destrozando las neuronas motoras a una velocidad alarmante. Sus músculos se deterioraban con rapidez y, a pesar de todo, su maravillosa mente había quedado intacta, como siempre. Le habían diagnosticado la enfermedad solo un año antes, y los médicos le habían dicho que a lo sumo le quedaban unos meses de vida.

- Cariño, lo siento, tengo que hacer una llamada. Vuelvo contigo dentro de un segundo -le dijo.

Ella no contestó, pero sabía que lo había entendido.

Se llevó la cartera, que estaba encima de la mesa, y volvió al pasillo después de cerrar con cuidado la puerta detrás de él. Sacó la tarjeta del doctor Harris con el número de la habitación del hotel Renaissance apuntado en la parte trasera. Mike ya había grabado el número de teléfono en su móvil, pero no tenía ni idea de cómo recuperarlo.

El doctor Harris descolgó casi de inmediato.

- Dígame.

- Doctor Harris, soy el sargento Wilson.

- Grant, ¿cómo está?

- Bien, Bob, solo que… Bueno, a decir verdad, lo llamo porque… mmm. ¿Se encuentra Evan Rose en la lista de posibles sospechosos en el caso de los asesinatos de Nahatlatch?

- Ah… Es el hermano de su compañero, ¿verdad?

- Sí, exacto. Mire, no me malinterprete, sé que es problemático, pero no de ese tipo.

- ¿A qué se refiere exactamente?

Grant intentó dar marcha atrás, al darse cuenta de lo que había dicho.

- A nada, solo que…

- Es un asunto delicado -lo cortó el doctor Harris-. A lo mejor deberíamos vernos para hablar de ello. Y no creo que sea buena idea conversar sobre el tema con su compañero, si es que no lo ha hecho ya.

- ¿Por qué le interesa Evan? -quiso saber Grant.

- Estaba merodeando en el lugar donde se dejaron los cuerpos. Posee una licencia de armas en vigor -dijo Bob-, y abandonó los estudios en la Universidad de British Columbia.

- Lo sé… pero ¿por qué es importante eso?

- Es algo rutinario -le aseguró-. Estaba por la zona, y necesitamos eliminarlo como sospechoso. Estoy seguro de que estará de acuerdo conmigo en eso. Hablaremos de ello mañana. Mientras, le agradecería que tranquilizara a su compañero.

El doctor Harris colgó el teléfono.

- Esto se podría llegar a complicar.

Andy hizo un movimiento de cabeza.

- No te ganarás la popularidad entre los polis canadienses.

Bob no parecía muy preocupado.

- No se trata de un concurso de popularidad. Si este tipo encaja con el perfil, como efectivamente ocurre, entonces tenemos que investigarlo. Es una suerte que sea un familiar y no un miembro de la Policía Montada. El agente Rose no me importa demasiado, pero me gustaría mantener a Wilson aparte, si puedo. Es buen policía y podría necesitar su ayuda.

Andy cerró el archivo que estaba revisando. Las fotografías de la escena del crimen eran horribles. Habían pasado algún tiempo en el lugar donde habían encontrado los cuerpos con Wilson y Rose, que ya parecía estar algo más relajado con su presencia. Andy no había trabajado en muchos casos de crímenes en serie aparte del caso del asesino de los tacones, pero su formación le indicaba que se encontraban ante una personalidad muy diferente en esta ocasión. Este tipo no andaba jugueteando con los cuerpos. No presentaban mutilaciones aparentes. Disparar era algo menos íntimo que lo que el asesino de los tacones había hecho.

El doctor Harris y él decidieron trabajar juntos en el caso. Sería un trabajo como aprendiz muy bueno, y quedaría fenomenal en el curriculum de Andy. Pero más que en aquello, estaba interesado en avisar del posible peligro a Makedde mientras el asesino anduviera suelto. Sospechaba que Bob conocía su motivo ulterior, pero de todas formas le seguía la corriente.

- ¿Qué tenemos con este tío?

- La verdad es que no existe ninguna prueba concluyente, pero encaja perfectamente en el perfil, y necesitamos investigarlo. -Bob caminó hacia la ventana y cruzó los brazos. Su postura hizo que Andy recordara al inspector Kelley, de Australia, otro hombre al que respetaba profundamente-. Evan Rose, veintiocho años, sin trabajo fijo, vive solo. Se lo conoce por su comportamiento antisocial. Se lo ha arrestado durante peleas en bares y ese tipo de cosas. Aunque nunca se lo ha castigado por ello. Dejó los estudios en la Universidad de British Columbia y puede guardar rencillas contra profesores o buenos estudiantes. A lo mejor su novia, en los tiempos en los que estudiaba, lo dejó plantado… Recuérdame que investiguemos eso.

- No parece demasiado bueno, ¿no?

«Las víctimas eran brillantes y atractivas…»

- Se nos pone de cara si él resulta ser nuestro hombre. No me importa de quién sea hermano. Evan Rose es uno de nuestros principales sospechosos.

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