Sorry

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Tercera parte » Kris

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KRIS

Están a punto de terminar la fosa cuando, de repente, Wolf se da cuenta de que no lo están haciendo bien. Kris y él trabajan espalda con espalda, la tierra está empapada y pesa mucho, los dos hombres sudan como nunca antes lo habían hecho.

—No está bien.

Por un momento Kris cree que Wolf ha hablado con Tamara, que está agachada al borde de la fosa alumbrándolos con la linterna. Pero entonces deja de cavar. Kris se da la vuelta y ve el resplandor en el rostro de Wolf. La suciedad se le pega a la piel sudada, y por unos segundos Kris cree reconocer el miedo en las pupilas de su hermano. Wolf levanta la mano que le queda libre para protegerse del haz de luz y le pide a Tamara que baje la linterna. Tamara dirige la luz hacia la fosa. Wolf mira fijamente el mango de la pala y repite que no está bien.

Una parte de Kris sabe muy bien lo que su hermano quiere decir, pero la otra parte no quiere saber nada de ello, pues ya es demasiado tarde para eso. Desde hace más de una hora cavan en esa maldita tierra y ya han desaparecido hasta el cuello en la fosa. Kris ha insistido en que la tumba tiene que tener por lo menos dos metros de profundidad, ya que, de lo contrario, los animales rastrearían el olor y podrían desenterrar el cadáver.

«No se puede abandonar el trabajo así sin más, a medio hacer», piensa Kris y dice:

—Creo realmente que ya es demasiado tarde para esto.

—Esa mujer todavía no está bajo tierra —afirma Wolf.

Kris tiene unas ganas enormes de pegarle una hostia a su hermano menor. Wolf se da cuenta y continúa hablando rápidamente:

—No tenemos ni idea de quién es esa mujer ni de por qué tuvo que morir. Y si somos absolutamente sinceros, tampoco tenemos ni idea de lo que estamos haciendo aquí. Si la enterramos ahora, entonces…

Sus manos se mueven impotentes por el aire.

—… entonces, va a desaparecer, y eso no está bien.

—Para mí está perfecto —dice Tamara—. No quiero poner en peligro a Jenni.

—¿Y qué dices tú? —le pregunta Wolf a su hermano.

Kris no tiene ninguna objeción moral. Una mujer ha muerto, ninguno de ellos la conocía y ninguno de ellos es culpable de su muerte. No cree que la mujer haya muerto porque ellos fundaran la agencia, es estúpido pensarlo. Esa tumba en el bosque es la solución a un problema que pueda joderles la vida para siempre. En cuanto desaparezca el cadáver, el problema desaparecerá también de sus vidas. Por lo menos eso espera Kris.

—No deberíamos hacer esto —dice Wolf mirando hacia el coche, como si el cadáver pudiera escuchar cada una de sus palabras—. Es poco ético.

Kris se acerca a su hermano.

—Wolf, este asesino le ha tomado fotos a nuestro padre.

—Lo sé.

—También le ha hecho una foto a Jenni. Ha estado cerca de ella, ¿lo entiendes? Y luego está la madre de Frauke. Nos está amenazando. ¿Eso no te da que pensar?

—Sí, claro, pero…

—Wolf, hagamos lo que hagamos, la mujer seguirá estando muerta, y nosotros estamos vivos todavía. Es a nosotros a quienes amenaza. Si no hacemos lo que ese hombre nos dice, ponemos a otras personas en peligro. Así de simples son los hechos. Nosotros solo estamos reaccionando.

—Y precisamente de eso se trata —dice Wolf—. Creo que estamos reaccionando de un modo equivocado.

—¿Y cómo deberíamos reaccionar según tu opinión?

Wolf golpea dos veces el suelo con la pala.

—No de esta manera.

«No de esta manera» no es una respuesta muy satisfactoria cuando se está dentro de una fosa recién cavada y se tiene un cadáver en el maletero de un coche. Kris se alegra de que él y Wolf no estén solos en ese momento. Tamara sirve como muro de contención.

—Hazme un favor, hermanito —dice Kris—. Contrólate y terminemos lo que estamos haciendo. En cuanto lleguemos a casa, podremos hablar acerca de todo. Pero tus lamentos no nos llevarán muy lejos ahora.

Wolf no reacciona, solo mira a Kris. Tamara interviene.

—¿Wolf? —dice, casi en un susurro, como si no quisiera asustarlo con su voz—. Oye, Wolf, ¿quién es la muerta?

—No tengo ni idea. ¿Cómo voy a saberlo?

—¿La has mirado bien?

—Por supuesto que la he mirado. ¿Por qué lo preguntas?

—¿Te recuerda a alguien?

—Tamara, deja eso ya.

—Solo pregunto.

—Y yo solo te pido que dejes eso.

—Entonces dilo.

—Esto es una estupidez.

—Aunque lo sea, quiero oírtelo decir, por favor.

—Ella no es Erin, de acuerdo. Eso ya lo sé.

—No obstante, ¿opinas que deberíamos comportarnos éticamente y no enterrarla aquí?

Wolf mantiene el contacto visual hasta que Tamara aparta la vista. Kris sabe cuánto detesta su hermano las preguntas retóricas. Sobre todo cuando dichas preguntas las formula Tamara. Eso desvela lo que ella piensa de Wolf y de lo que lo cree capaz.

—No sé lo que querrás oír, pero sí sé lo que está pasando aquí, y esto no tiene nada que ver con Erin.

Con esas palabras, Wolf apoya la pala contra el borde de la fosa y trepa para salir. Kris no puede creerlo. Se queda detrás, como un idiota en modo de pausa, con una pala en la mano. Wolf toma asiento dentro del coche. Por unos segundos, la luz interior lo ilumina, pero de inmediato la puerta del conductor se cierra y su rostro desaparece de nuevo en la oscuridad.

—Joder —exclama Tamara.

Kris aprieta con mayor firmeza las manos en torno al mango de la pala, la presión es demasiada; no sabe qué hacer con su rabia; quisiera sacársela de encima paleando tierra fuera de la fosa. Pero por supuesto que así no funciona, por lo que trepa para salir y sigue a Wolf hasta el coche. Abre de un tirón la puerta del conductor y ve el rostro asustado de su hermano. Kris lo coge por la camiseta y lo saca a empellones, como a un perro desobediente. Los golpes se suceden automáticamente. Kris no puede controlarlos, y para ser sincero, tampoco desea controlarlos. Su brazo se levanta, su brazo cae, y Wolf no tiene ninguna oportunidad. Intenta mantenerse en pie, y se tambalea, resbala con las hojas y cae. Kris lo agarra y lo arrastra con él hasta la fosa.

Lo extraño es que, durante la pelea, los hermanos no intercambian ni una sola palabra. Todo sucede en medio de un mutismo inquietante, como si fuera la retrospectiva de una retrospectiva de la que el sonido ha sido borrado con el tiempo. Así, por lo menos, lo percibe Kris. No oye los jadeos ni los golpes secos. Todo parece estar empacado en guata. Más tarde Kris se enterará de que en todo ese tiempo Wolf intentó hablar con él, y que Tamara le estaba gritando que parara.

Pero ese más tarde no es el ahora.

Kris arrastra a su hermano hasta la fosa para que continúe su trabajo; no le importa nada más. La rabia se ha apoderado de él, de modo que solo ve la sombra cuando ya es demasiado tarde. La pala le pega en la parte posterior de la cabeza, y la explosión hace que su conciencia desaparezca en una chillona nada.

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