Sorry

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Cuarta parte » Tú

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Frauke Lewin es la única que te ha conmovido realmente. Cuando empezaste a averiguar detalles sobre la agencia, ella te llamó de inmediato la atención. Algo en ella te fascinó. Parecía muy distinta a Tamara Berger, que a ti te pareció frágil y temerosa, demasiado débil para vivir como es debido. Ella también era diferente a Kris Marrer, quien por lo visto solo parecía tener ciertos rincones y aristas. Y era también muy distinta del hermano menor, de Wolf, que aunque parecía predecible, sabías muy bien que era solo una cuestión de camuflaje. Nosotros, los seres humanos con sentimientos de culpabilidad, somos los seres más impredecibles.

Por eso te concentraste en Frauke Lewin. Durante dos días seguidos estuviste tan cerca de ella que ahora, a posteriori, te asombra que no notase tu presencia. Había proximidad, había un vínculo, había… Todavía no puedes entenderlo muy bien. Solo sabes que quisiste conocer más cosas acerca de ella.

Su padre te cayó antipático desde el primer momento. Su madre, en cambio, te fascinó. Su historial médico, su vida antes y después del internamiento en la clínica, su relación con Frauke. Entonces viste de dónde provenía la culpa, y fue cuando decidiste hacerle esa visita a Tanja Lewin. Fue una idea estúpida. Fue un acto irresponsable y peligroso de tu parte. Además, te dijo que te marcharas y no te contó nada. De todos modos, la visita valió la pena. No solo te acercaste un trecho más a Frauke, sino que ella te llamó y mostró su deseo de verte. Y ahora que ha estado separada de ti solo por el Krumme Lanke, lamentas mucho que exista ese problema entre vosotros. Deseas habértela encontrado en la vida normal. Y deseas también que ella reflexione sobre todo esto tranquilamente, con la cabeza fría. Ella te entendería. Con un poco más de comprensión, te entendería. Pero así…

—En realidad no formas tanto parte de ella —dices e intentas leer la expresión de su rostro desde la distancia—. Deberías perdonarte a ti misma, Frauke, ese es el primer paso, y nadie puede darlo por ti…

—¡CÓMO TE ATREVES A INMISCUIRTE EN MI VIDA! —resuena su voz por encima del hielo.

Por un momento te quedas sin habla, luego dices con cautela:

—Con eso, por lo visto, he tocado una herida abierta.

Son las palabras equivocadas, la conversación termina. Frauke guarda su móvil, se agacha y, de repente, echa a correr hacia ti. «¿Cómo puede ser tan valiente?». A los diez metros, el gorro de lana sale volando de su cabeza y cae sobre el hielo; el abrigo se abre como una flor negra. Reconoces esa resuelta expresión del rostro, sus brazos se mueven como pistones al compás de sus pasos, algo metálico brilla en su mano.

«Me está atacando —piensas, y no puedes creerlo—, me está atacando en serio». La pregunta ahora es qué vas a hacer si consigue llegar hasta la orilla donde estás. ¿Vas a ponerte a luchar con ella? Mira su rostro, está hecha una furia. Tú podrías echar a correr y…

«No voy a hacer el ridículo».

Frauke ha cruzado la mitad del lago. No muestra ningún signo de vacilación, solo tiene una meta a la vista. Metro a metro se va acercando a ti, sus pasos resuenan secos sobre la superficie de hielo, y tú crees escuchar su sonora respiración; entonces se escucha un estampido y el suelo se abre bajo los pies de Frauke. El cuchillo se le cae de la mano y resbala por el hielo hacia donde tú estás. Frauke intenta aferrarse al borde del agujero abierto en el hielo, pero este se parte, el agua salpica fuera del agujero y tiñe la nieve de gris antes de volverla transparente. Estás allí de pie y eres testigo de todo. No puedes negar que te sientes aliviado. Algo parecido a la compasión asoma dentro de ti, algo parecido a la decepción. Te preguntas cómo ha podido ser tan estúpida.

«Estúpida no, valiente».

Bueno, como prefieras. Pero tal vez sepas que los valientes son casi siempre los primeros en morir. ¿O no?

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