Sorry

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Cuarta parte » Frauke

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FRAUKE

El shock no solo lo provoca la fría temperatura del agua, el mayor shock lo provoca el haber fracasado.

«Estaba tan segura de que lo conseguiría».

Frauke sabe por instinto que debe mantener la cabeza fuera del agua, de lo contrario todo habrá acabado. Intenta agarrarse al borde del hielo, pero este se quiebra entre sus dedos. Patea para mantenerse a flote, y un anillo de hierro se deposita alrededor de su pecho y le atenaza la respiración.

«Tranquila, tranquila, saldré de aquí, y entonces…».

Por unos segundos, olvida patear el agua. Ve clara y nítidamente a Meybach parado en la otra orilla. No ha retrocedido ni un paso. No ha intentado salir corriendo. El Fata Morgana tiene un rostro.

«Yo… Yo lo conozco, yo…».

Frauke desaparece bajo el agua, emerge de nuevo, las uñas de sus dedos escarban el borde de hielo. Entonces consigue apoyar arriba el brazo izquierdo. «Cansada». El frío la va cansando lentamente. Siente como si su nuca hubiera caído en una trampa para osos. El dolor es paralizante y le va bajando por la columna, vértebra tras vértebra. Ahora el cansancio se manifiesta por todas partes, hace más lentos sus movimientos y hace que el dolor quede en un segundo plano, mientras que el abrigo ensopado tira de ella hacia el fondo. Frauke consigue sacar entonces el brazo derecho del agua y se apoya en el borde.

El hielo aguanta.

«Descansar, solo descansar un momento…».

Entonces ve cómo Meybach se da la vuelta.

—Eh, ¿adónde vas?

Él no le responde, no la escucha, y continúa subiendo la cuesta.

—Para ahí. Oye… ¿Es que tienes miedo? ¿Acaso te he…?

El borde de hielo se parte; por un instante, Frauke se ha descuidado y ha apoyado todo su peso sobre el borde. Su cabeza desaparece bajo el agua, la nariz se le inunda, y entonces la joven reaparece en la superficie, tosiendo y tratando de tomar aire. Algo afilado se mueve dentro de su cabeza y atraviesa sus nervios. Todo se vuelve sordo e insensible. El agua se le congela en el rostro, y cuando intenta aferrarse a algo a su alrededor, ya no hay borde alguno. Sus manos golpean el agua y la hacen salpicar. Los cuervos empiezan a armar jaleo. El lago, hambriento, tira de ella hacia abajo, el cansancio está en todas partes, la pesadez, el frío y, por si fuera poco, la falta de sensibilidad, que se va depositando como una crisálida por todo su cuerpo y todo su ser.

«Tranquilidad, aquí reina la tranquilidad».

Ya no hay nadie en la orilla. No se escuchan pasos en el hielo. Solo el sol la mira a través de las nubes y hace centellear el hielo. Es como una esperanza.

«Pronto…».

El calor se deposita sobre el rostro de Frauke. Sus manos se cierran en el vacío. Los movimientos se vuelven más lentos.

«Pronto…».

Una pared de nubes se planta delante del sol, retorna el viento, los cuervos enmudecen. Reina el silencio. El silencio. Lentamente, el agujero en el hielo va cerrándose de nuevo.

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