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Octava parte » Tamara

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TAMARA

Se detiene en la escalera del sótano y mira a través de la puerta entreabierta para ver si Kronauer ya no está sentado en el suelo. Está cansada. Lleva en la mano una pistola de gas sin municiones y está hecha polvo. Se agacha en la escalera y aguarda. Al comprobar que no le llega ningún ruido desde el sótano, dice al cabo de un rato:

—¿Hola?

Una sombra se mueve por el recinto, entonces Kronauer aparece en la rendija de la puerta. Las manos atadas ya no están a la espalda. Las sostiene hacia delante como una dádiva.

—Me he decidido —dice Tamara.

—¿Y qué fue lo que la convenció?

Ella se encoge de hombros. Aunque siente deseos de llorar, no se mostrará débil delante de Kronauer.

—No me caía bien.

—Razón suficiente —dice Kronauer y abre un poco más la puerta con el pie.

Tamara sigue agachada en la escalera. Kronauer no significa un peligro para ella, ya nadie significa un peligro para ella.

«Dormir, qué bonito sería poder quedarse dormida sobre estos peldaños».

—¿… muerto?

Tamara se sobresalta, por unos segundos ha estado ausente, inmersa.

—¿Qué?

—¿Está muerto?

Tamara niega con la cabeza.

—No lo creo.

Kronauer le muestra a Tamara sus ataduras.

—¿Podría…?

—¿Qué pasará ahora con él?

—¿Es esa una pregunta capciosa?

—No, no es ninguna pregunta capciosa.

—Lo detendrán, lo condenarán, terminará en prisión.

—¿Y fin de la historia?

—Fin de la historia.

Tamara se incorpora.

«Error, es un error».

—Creo que no sería lo correcto —dice y apunta a Kronauer con la pistola—. Camine dos pasos hacia atrás.

—Eso ya no es necesario —dice Kronauer.

—No quiero que vaya a prisión.

—No puede dejarlo ir. ¡No haga ninguna tontería!

—Dos pasos atrás —le ordena Tamara.

Kronauer retrocede, no entiende qué significa aquello. «Tampoco tiene por qué entenderlo», piensa Tamara y señala hacia la ventana del sótano con la mano libre.

—¿Ve esa ventana? Usted lo conseguirá.

Entonces agarra la puerta del sótano y la cierra con un fuerte estampido. Gira la llave en la cerradura y deja a Kronauer allí encerrado. Luego se sienta de nuevo en la escalera y no espera que Kronauer golpee la puerta. Para ser sincera, no espera mucho de la policía.

«Lo detendrán, lo condenarán, terminará en prisión. Fin de la historia».

Tamara está sentada en la oscuridad de la escalera y reflexiona.

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