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Octava parte » Tamara

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TAMARA

Yace allí sin moverse. Ella revuelve sus bolsillos. Vacíos. Va hasta el recibidor y revuelve los abrigos y chaquetas del ropero. La cuarta chaqueta es la suya. Su nombre de pila verdadero es Samuel. En el bolsillo derecho hay un mazo de llaves, los papeles del coche están en la cartera.

Tamara se lo guarda todo.

La marca del coche está en una de las llaves. Tamara no necesita ni dos minutos para encontrar el vehículo. Mete el coche de marcha atrás en la entrada de los Belzen. En el maletero hay dos cajas con botellas de agua mineral vacías, un paraguas y una manta. Pone las cosas junto al coche y deja el maletero abierto. Tamara tiene activado el piloto automático, le da la vuelta a la casa y de repente siente la seguridad de que Samuel habrá desaparecido.

«Si se ha marchado, lo buscaré. Lo…».

El hombre yace todavía sobre la alfombra. Tamara lo agarra por debajo de los brazos y lo arrastra a través de la terraza y del jardín en dirección al auto. Le da igual que la vean. Mete el cuerpo del hombre a través de la abertura. El maletero se cierra con un intenso sonido. Tamara sube al coche y se va.

Su primera parada es la villa. Recoge sus documentos y un gran rollo de cinta adhesiva. Mete ropa en un maletín. En el cobertizo se encuentra unos cojines y unas mantas de lana.

Regresa al coche y abre el maletero.

Él sigue inconsciente.

«Podría enterrarlo. Podría enterrarlo aquí y ahora. La fosa sigue abierta, de modo que sería bastante fácil».

Tamara niega con la cabeza, no quiere tenerlo cerca.

Lo ata con la cinta adhesiva. Primero los brazos, después las piernas. Hace un paquete con él. Para concluir, le tapa la boca y asegura la manta y los cojines a su alrededor. Lo sacude por el hombro, pero el hombre no se mueve ni un centímetro de su sitio.

«Empaquetado».

En la villa, Tamara vacila un momento. Quiere dejarle una nota a Kris y se pregunta qué debe escribir. «Eh, tengo un viejo en el maletero, y con un poco de mala suerte, no volverás a verme». Encuentra algo con que escribir y busca un papel. Su mirada se posa en el papel que cuelga sobre el fregadero. «En la oscuridad de tus pensamientos…». No sabe quién ha escrito esa estupidez ni por qué no lo ha visto hasta ahora.

Tamara arranca el papelito, tacha las palabras e intenta escribir, pero su letra es un caos, le tiembla la mano. «¡Contrólate!». Finalmente, logra garabatear en letras mayúsculas:

NO TE PREOCUPES. SÉ LO QUE HAGO. TAMMI.

No es necesario nada más. Deja el papel sobre la mesa de la cocina y sale. Cuando llega al coche, oye un sordo golpeteo que sale del maletero. No quiere ir a mirar. Entonces sube al coche y arranca.

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