Sorry

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Octava parte » Tamara

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TAMARA

—¡Quédate en el suelo! ¿Me oyes? ¡Quédate en el suelo!

El hombre del chándal está tan agotado que apenas puede moverse. Permanece en el suelo y levanta los brazos en un gesto defensivo. Hay sangre en las palmas de sus manos, hay sangre en su boca. Un segundo hombre yace entre estertores delante de él, y se aprieta las manos contra el cuello. Tamara no sabe hacia dónde debe mirar primero. Reconoce al hombre que cuida la casa de los Belzen. Recuerda su nombre: Samuel. Tamara se siente aliviada de que todavía esté con vida, y vuelve a dirigir el revólver hacia el hombre del chándal.

«A ese también lo conozco. ¿De dónde…?».

Y de pronto lo tiene. Hace una semana. En la cocina. Uno de los dos policías; aquel que le pidió que se sentara.

«Aquel tan joven que yo ni siquiera pude tomarlo en serio».

—Usted es policía —dice Tamara, sorprendida.

—Policía Criminal —dice el hombre.

—Usted… Usted estuvo allí con Gerald.

—En efecto. Gerald es mi jefe. Soy Jonas. Jonas Kronauer.

Tamara no entiende nada.

—¿Qué… qué hace usted aquí?

—Es una larga historia —dice Kronauer haciendo ademán de levantarse.

—No lo haga —dice Tamara.

—¿Qué?

—¿Me considera tan estúpida? Quédese sentado. Primero quiero que me diga lo que ha sucedido aquí.

Tamara nota que el policía está mirando su pistola.

—Esto no es un juguete —dice ella.

—Lo sé —responde Kronauer—. Jamás pensé que estaría usted apuntándome con un juguete.

Tamara espera a ver si Kronauer tiene algo más que decir. El hombre guarda silencio y permanece sentado.

«Bien».

Tamara se agacha junto a Samuel.

—¿Todo bien?

—Apenas puedo… respirar… Él me… golpeó… en la garganta… Pero ya va mejoran…

El hombre tose, carraspea y pregunta:

—¿Ha encontrado ya a… Helena y Joachim…?

Tamara asiente.

—Gracias a Dios —dice Samuel y tose de nuevo—. Ya pensé que…

—Lo siento —lo interrumpe Tamara—, pero Helena y Joachim están muertos.

Samuel baja la cabeza, la sacude lentamente y con incredulidad; cuando vuelve a levantar la vista, unas lágrimas destellan en sus ojos. Mira a Kronauer.

—¿Qué ha pasado aquí? —pregunta Tamara.

Samuel habla sin quitarle la vista de encima a Kronauer.

—Helena y Joachim regresaron de su viaje hace dos días, y esa misma noche apareció este hombre. Se identificó como policía y contó que la Policía Criminal estaría observando la villa. A mí me redujo y me encerró en el sótano. Llevo dos días sentado aquí abajo, sin saber lo que les había hecho a Helena y a Joachim. Y ahora, al bajar, lo sorprendí.

Entonces el hombre mira a Tamara.

—Me alegra que nos haya encontrado, pero no creí que saldría vivo de aquí.

—Le está mintiendo —dice Kronauer—. Le está mintiendo de cabo a rabo.

—¿Me ayuda a levantarme, por favor? —dice Samuel, tendiéndole una mano. Tamara se la coge y lo ayuda a ponerse en pie.

—Deberíamos llamar a la policía —dice Samuel.

—¡YO SOY LA POLICÍA! —vocifera Kronauer de repente, luego se vuelve tranquilamente hacia Tamara—. Llame a mi jefe, Gerald le dirá quién soy. Este anciano me estaba acechando en el parque…

—Eso es ridículo —dice Samuel.

—… y me trajo hasta aquí. Ni siquiera sé dónde estoy. Por favor, llame a Gerald.

Samuel se apoya contra la pared. Está pálido y tiembla.

—Míreme —le pide a Tamara—. ¿Parezco alguien que puede andar cargando a gente por ahí?

—No lo escuche —le dice Kronauer.

—Deberíamos atarlo hasta que todo se aclare —dice Samuel.

—Escúcheme a mí, yo soy policía. Este hombre es un pederasta, y no esperará ni un solo segundo para…

—¿Cómo se atreve? —lo interrumpe Samuel—. ¿Es que no tiene usted ninguna decencia?

—¡Tranquilos!

Los hombres enmudecen. Tamara sostiene el arma entre los dos. Siente cómo va perdiendo el equilibrio. Se ha ido apartando de los dos hombres y ahora tiene la pared a sus espaldas. Nada está funcionando como debería. Estaba segura de que irrumpiría abajo para salvar a Kris. «¿Dónde está él?». Ahora preferiría rebobinar y pensarse de nuevo su decisión. Y llamar a la policía.

«Tengo que llamar a la policía, tengo que…».

Como si proviniera de un sitio muy distante, escucha una voz que le dice:

—Tiene que decidirse.

Tamara se concentra en Kronauer. Hay ahí un recuerdo que ella no acaba de captar. Kronauer inclina hacia un lado la cabeza y espera su decisión. «Él estuvo en la villa, es de la policía». Samuel tose. Los tubos de la calefacción rumorean. «Desearía estar en otra parte», piensa Tamara y se decide. Le dice a Kronauer que debe permanecer sentado y darse la vuelta. Por su parte, le indica a Samuel que lo ate. Kronauer maldice. Samuel rebusca en uno de los armarios y baja un rollo de cinta de plástico. Le ata las manos a Kronauer a la espalda y da un paso atrás.

—Gracias —le dice a Tamara.

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