Sophie

Sophie


Capítulo 63

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Luca

No es que los siguiera <<solo quiero cruzar dos palabras con mi hermano>>, me mentí a mí mismo. La verdad era que una pequeña llama de esperanza se prendió cuando vi como Bruno la acorralaba hasta encerrarla en la cava de la finca. Un lugar que pocas veces era visitada por Sophie, era la única persona que conocía que no disfrutaba de un buen vino. Solo por educación vigile la entrada, por adentro, no quería que se vieran interrumpidos, algo me decía que Bruno podía hacerla entrar en razón.

― ¿Por qué me haces esto?…

Los gritos fueron reemplazados por jadeos, ruegos de deseo, Bruno amaba a Sophie sin duda, nunca había escuchado a mi hermano tan cansado de luchar.

Su corazón estaba cansado de negarse, era suficiente, se escuchaba en la súplica.

Con un voyerismo muy impropio de mí, me fui acercando hasta el centro de la cava donde se encontraban, me escondí como un cobarde atrás de uno de los finos gabinetes y respiré el polvo añejo del vino mientras veía a Bruno lamer con sangre los pies, las piernas, la cadera, el pecho, el sexo de la mujer que amaba. Con envidia vi el ruego de Sophie en sus ojos para que Bruno la poseyera.

Ahí se agotó mi dominio. La perdí.

― ¡Maldita sea! ¡Maldita isla! ¡Maldita mujer! ―siseé con el corazón a punto de estallar. Di la media vuelta, y me dirigí a despedirme de mi madre. No podía estar un minuto más en esta tierra. Me hacía daño estar cerca de ella.

―Madre.

A mi madre se le desencajo la sonrisa al ver mi expresión. No solo nos hacíamos daño entre nosotros, también se lo hacíamos a nuestros seres queridos.

― ¡Oh, cariño!

―Lo mejor es que me vaya.

 ―Pero… es…

―Mujer, si se quiere ir, se va ―Jasón palmeó mi hombro con comprensión―. Owen tiene un helicóptero listo para usar, o puedes usar una de las lanchas. Como tú decidas. No te preocupes por tu equipaje, yo te lo hago llegar.

Me dolía dejar a mis padres, nunca lográbamos estar los siete juntos, esta era la primera vez en muchos meses que tenían a sus cuatro hijos juntos.

―Lo siento, madre.

Le di un beso en la mejilla a Diana, agradecí en un murmullo la comprensión de Jasón, y me dirigí al helipuerto.

~~§~~

―Luca.

Alexander Northman, uno de los pocos hombres que verdaderamente odiaba, me esperaba recargado en la puerta trasera de la finca.

―Alex. ― ¡Al diablo con ese hombre! ¡Él y toda su familia se podían ir al infierno! Pasé de largo sin detenerme a su lado―. ¿A dónde vas? La habitación de Sophie está subiendo las escaleras.

¡Ya basta! Ya no era un mocoso para aceptar sus perradas.

―Sabes qué, Alex. ¡Vete a la mierda!

No se inmuto por mis palabras, ni falta que hacía. Él sabía bien que lo odiaba.

Asintió con una mueca antes de decir―: Vaya, el niño ya creció. ―Mis puños se cerraron, mis padres se iban a morir de vergüenza, pero no tenía otra opción, ¡le iba romper la cara! Mi sangre bullía por la necesidad de matarlo. Justo antes de que me fuera contra él, dijo algo que congeló mi sangre―: Antes de que te vayas, ve a despedirte de Sophie. No es de buena educación dejar a la mujer que amas, en los brazos de otro hombre.

Dio un paso en mi dirección. Si a mí me costaba respirar, a él le estaba costando el doble.

―Si te vas, Sophie se va a casar con ese pobre infeliz. Vas a ser el causante de que mi hija sea una mujer infeliz. Sube, y hazla entrar en razón… Por favor.

―No entiendo, Alex. ¿Por qué ahora? ―Esa familia me iba a volver loco―. ¿Por qué no me dejaste estar con ella cuando paso aquello?

Me pudo evitar mucho dolor, y a su propia hija.

―Porque en ese tiempo eran unos niños. Ahora son un trío de adultos a punto de cometer un gran error.

Llegué a la habitación de Sophie antes de que mi corazón volviera a latir. No sé qué mosco tropical le había picado a Alex, pero no iba a dejar pasar la oportunidad de estar cinco minutos a solas con ella. Bruno ya la tenía, yo también la quería tener, perderla para siempre era… ¡No, no la podía perder!

Pegué la frente a su puerta. Necesitaba un plan, con Sophie siempre era mejor llegar con un plan. No hubo oportunidad de pensar nada, la puerta se abrió de repente.

―Vaya, vaya, vaya… la fiesta se está poniendo interesante. ―Viri sonrió e hizo un guiño antes de cerrar la puerta de la habitación―. Escúchame bien, Luca Gardner. No me gusta ver sufrir a mi hermana, te amarras las pelotas y haces que te acepte, o mejor te vas por donde viniste y dejas que solo Bruno la haga feliz.

―Dame permiso, Viridiana.

Una chispa de diversión brillo en sus ojos, esa mujer era rara. Acercó sus labios a los míos y dejó un beso fraternal en ellos.

―Ve por ella, tiburoncin.

 

~~§~~

 

―Viri, ya te dije que estoy bien. Déjame sola por favor.

Se dejó caer en la cama usando solo ropa interior, ya no usaba el vestido blanco, la intervención de mi hermano hizo efecto. Era un hecho que no se casaba, ahora era mi turno de convencerla para que me aceptara.

Mi peso al subir a la cama la hundió en el colchón. Besé uno de sus hombros, su cuello…

―Bruno, tengo que ir con Yaco, tengo que hablar con él.

Le di una mordida ahí donde mis dientes la marcaron de por vida. ¡Ella era mía!  Inmediatamente supo quién era, salió de mi abrazo y se levantó furiosa. Ni así se desvaneció la satisfacción que Bruno dejo en ella.

― ¿Qué haces? ¿Ahora qué? ¡Eres un maldito infeliz!

Como ametralladora, esto no pintaba bien. Tal vez con Bruno creía tener suficiente, pero no, no era suficiente.

―Tú tienes la culpa.

― ¡Yo! ¡¿Yo?!

― ¡Si, tu! Tu eres la que me dejó sin corazón, la que me da la vida y me la quita ¿Qué se supone que voy a hacer?

No había otro camino que el de la verdad.

― No sé, ir con la desamparada Jane ― ¡Mierda! La princesa podía ser cruel―. Ella te necesita, yo no, yo soy autosuficiente y no necesito de nadie, ¿recuerdas?

¡Putas paredes de papel!

―Te amo, Sophie.

―No, Luca. Tu amas la idea de una mujer que necesite de ti, que te regrese a la década de los cincuentas y te espere con un Martini cuando llegues a casa. Yo estoy tan lejos de eso, Luca, que lo único que tenemos en común esa mujer imaginaria y yo, es el infierno entre las piernas.

―No digas tonteras.

― ¡Ah, y ahora también soy tonta!

Bruno la dejo satisfecha, pero no de buen humor.

―Yo nunca he sido nada por ti, Luca, solo he sido la Princesa con la que coger de vez en cuando.

― ¡Por supuesto que no! Tú eres todo para mí. Tengo todos estos sentimientos revoloteando en mi pecho desde que éramos unos niños… Destruyéndome, matándome poco a poco. Y tú nunca hiciste nada, solo disfrutar de mi sufrimiento.

― ¡Yo no disfrute nada, idiota! ¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿Ponerme un cartel en la frente pidiendo tu auxilio?

―Una palabra, Sophie. Solo necesitaba un par de palabras tuyas… algo.

― ¡Idiota!

Nuestras respiraciones eran dolorosas… Hasta que me dejo acercar y me vio directamente a los ojos. Pude ver a mis hijos, a mis nietos.

―Te he amado por siempre, Luca. Te amé cuándo estaba sola, cuando estaba con alguien, cuando estoy con Bruno. Te he amado cada segundo de cada día, desde el día que me abrazaste y me besaste por primera vez. ¡Eres un imbécil!

―Princesa ―poco a poco se dejó ir, me permitió tocarla, abrazarla, acariciarla―. Te amo. Nunca he amado a nadie más. Eres mi Princesa.

―Estoy con Bruno ―aseguró con mirada fuerte y firme. Nadie tenía la mirada como Sophie, era penetrante, era ganadora.

―Lo sé.

―Y no me voy a casar con nadie.

―Por supuesto que no. ¿Quién se querría casar contigo? ―Sus brazos me abrazaron poco a poco, aunque firmes como pocos―. Sophie, jura que siempre me vas a querer.

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