Sophie

Sophie


Capítulo 4

Página 6 de 61

 

4

Junto con todos los indudables beneficios del deporte y las experiencias que estaba viviendo, el compañerismo que se creaba en los viajes y entrenamientos era una de las cosas que más me divertían. Las vivencias que adquiríamos evitaban que cayéramos en la obsesión, aunque “normal”, decía Doc ―el mejor entrenador del estado y mío desde hacía un par de años―, el camino para convertirse en un deportista de alto rendimiento es duro y se puede correr el riesgo de que el placer de jugar se convierta en una obsesión. Yo estaba salvada por la constante comunicación que mantenía con mis hermanos y mis padres. El que estaba perdido era Luca, ese hombre perdía el eje de la vida con las excesivas horas de entrenamiento, renunció incluso a sus amigos, el único que se salvó fue mi hermano y eso porque Kurt era una presencia constante en su vida. Su madre y padres ―los Gardner también eran una familia diferente―, confiaban ciegamente en lo que él les decía, muchas veces escuché: “estoy bien”, cuando hablaba con ellos, para mí era obvio que no lo estaba, nadie puede estar bien en esa soledad. Escuela y entrenamientos, esa era la vida de Luca. A mí me parecía de lo más aburrido, aunque qué podía decir yo, que nunca perdía un entrenamiento.

La mayor diferencia entre su carrera y la mía, era la familia, la mía era una pieza clave, cumplían su palabra y me apoyaban al mil por ciento, sobre todo, cuando dejé de ser una aficionada y empecé a entrenar en serio. El apoyo que me dieron la primera vez que perdí una competencia fue fundamental para que siguiera entrenando y no siguiera el camino fácil y renunciara. Me animaron, me vitorearon, mi mueca de amargura al ver los resultados fue reemplazada con una gran sonrisa al escuchar a Kaira gritar como posesa, Alex me abrazo, Owen me cargó en hombros, Viri gritaba “¡Es mi hermana! ¡Es mi hermana!”. Incluso Kurt palmeó mi hombro, sin decirlo, me dijo que estaba orgulloso de mí. Entre mi familia, el personal que siempre nos acompañaba, y los Gardner, hicieron que el quinto lugar supiera a primero. La pobre chica que ganó se fue a los vestidores sin pena ni gloria, mientras yo seguía festejando.

La suya no era así, mentira, el padre de Luca no era así. Frank no sujetaba el entusiasmo, lo dejaba libre hasta que la ilusión de ver a su hijo triunfar se volvió insoportable. Diana y Jasón no tenían autorización de palmear su hombro cuando fallaba, es difícil superar una derrota cuando solo ves desilusión en los ojos de quien se supone debe apoyarte incondicionalmente.

Eso estaba destruyendo a su familia, y creo que Luca se sentía responsable. Los Gardner siempre nos habían acompañado en los eventos importantes, últimamente solo iban a casa Diana y Jasón, Bruno por ser el menor no tenía opción y Luca, que con el pretexto de ver a Kurt se soltaba del lazo que su padre le imponía. Frank lo estaba ahogando, no sé si no se daba cuenta, o estaba ciego por el talento de su hijo.

Volví a guiar mi mirada hacia su asiento, miraba a la nada con mucho detenimiento, sus inseparables audífonos mantenían el bullicio del autobús fuera de su burbuja. Todos sabían que nadie era digno de molestar al gran Luca, pero yo era Sophie, yo hacía lo que me decía el instinto.

Saqué una manzana de mi mochila, y seguí a mi instinto.

― ¿En qué piensas? ―No se inmutó. Era obvio que le hablaba a él, aun con los audífonos el movimiento del asiento tuvo que anunciar mi presencia―. Si no me contestas, no voy a parar de hablar hasta que lleguemos a la villa.

Faltaba cerca de una hora para llegar a la villa, la pequeña diablilla que bailaba en mi cabeza empezó a contar, al llegar a tres, Luca volteó. Nunca fallaba, había compartido vientre con Kurt, yo sabía cómo manejar a los hombres que se creen dioses.

― ¿Qué quieres, Sophie?

―Que me digas en qué piensas ―Puso los ojos en blanco y mi diablilla sonrió.

―En nada, Sophie. No pienso en nada… tengo prohibido pensar.

Lo último lo dijo en un susurro. No me gustó verlo cabizbajo, Luca no era así, Luca era un triunfador. Le di una mordida a la manzana y analicé su perfil, tenía unos ojos dorados muy bonitos, aunque un tanto tristes.

― ¿Es por Frank? ―cerró los ojos y respiró profundo. Mmm, había dos opciones; Huía de ahí lo más rápido que mis piernas de garza daban, o me enfrentaba a mi destino con la frente en alto. Me recordé que seguía a mi instinto, aunque normalmente eso significaba problemas. Me acomodé en el asiento y le di otra mordida a mi manzana.

―No le hagas caso. Recuerda que: “el placer de jugar nunca debe dejar paso a la obsesión”. El que Frank este obsesionado, no significa que debes dejar de jugar por placer. Si no le gustan tus números, que los haga él. Te aseguro que no lo logra ―afirmé. Luca tenía los números más prometedores de la temporada, y ni así tenia satisfecho a Frank. Su padre no se reprimió al amonestarlo justo antes de subir al autobús, y enfrente de cuarenta adolecentes, si Luca no fuera el mejor, las burlas ya lo hubieran acabado.

 Uno de los mayores problemas según Doc, es cuando los padres ponen en sus hijos unas expectativas tan elevadas que los terminan ahogando, Frank tenía expectativas que Luca nunca iba a lograr, ningún humano las lograría. Su padre creía que nadar cien metros estilo libre en 52.22 segundos era poca cosa, la mayoría de los que viajaban en el autobús no lo lograban. ¡Frank era un cretino! Por eso siempre preferí a Jasón. Además, los padres deben limitarse a ser eso, padres, y no intentar suplir a los entrenadores. “Igual que un padre no suele ir a ver al profesor de matemáticas de su hijo para decirle como debe dar la clase, en el deporte tampoco debe cuestionar la metodología y las decisiones del entrenador, aunque le parezcan equivocadas”, le repetía Doc a Frank enfrente de todo el equipo cada vez que quería “ayudarlo”. Frank creía saber todo, y su necedad lo único que iba a lograr, es que Luca renunciara. Incluso había propuesto que Luca dejara la escuela para que se dedicara 100% a entrenar, Diana y Jasón se estaban volviendo locos tratando de que Frank no perdiera la cabeza. Mi Ami decía que ya la había perdido.

―Tú eres una princesa, Sophie. A ti todavía te cargan la mochila ―Fue la contestación a mi intento de consolarlo. Odiaba que me llamaran así, los únicos que tenían derecho a llamarme así eran mis padres, y solo en la intimidad de casa.

―Si alguien te escucha llamarme así, te juro que te vas a arrepentir ―Lo amenacé susurrando. El muy cretino bufó y dejó salir una mueca de suficiencia. Por alguna extraña razón no me importo que se burlara de mí, mi objetivo es que dejara de ver a la nada y lo había logrado.

Nunca imaginé el costo de mis instintos.

A partir de ese día, Luca Gardner se unió a la lista de las personas que me llamaban Princesa. Y en esa lista, solo estaban las personas que más me querían.

Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos hablara. Me sorprendió cuando agarró mi mano con la que sostenía la manzana y se la llevó a los labios. La mordió mirándome a los ojos, una flamita, algo que nunca había sentido antes, se prendió.

―Cuéntame tu versión de la fiesta ―ordenó.

―No hay nada que contar ―Levantó una ceja, un gesto muy característico de él, no hablaba, todo parecía comunicarlo con la ceja. Y si, tenía razón, estaba mintiendo. Sin resistencia me vi contándole todo el episodio.

―No entiendo qué diablos hacías ahí. Pudiste haber perdido esta competencia, si sabes que es importante, ¿verdad?

¡Por supuesto que lo sabía!

―Yo… acompañaba a mi hermana ―bufó con mi pobre excusa. En eso también tenía razón, era una pobre excusa―. Ya no importa, lo importante es que aquí estoy, lista para patearle el trasero a tu noviecita.

Fue la primera sonrisa abierta que le veía en mucho tiempo, Luca era precioso. Su noviecita, Jane, nos miraba detenidamente. Era una chica muy intrépida, de esas que siempre consiguen lo que quieren, para ella Luca era un trofeo, un trofeo que colgaba en su escaparate desde hacía un par de meses.

―No es mi noviecita… ―dijo imitándome―, es más bien mi amiga ―afirmó sin mirarla. ¡Ja! Y yo era cenicienta.

―Según tú. Tendrías que avisarle a ella.

Antes de que hurgará en ese territorio, me detuvo―: ¿Estas nerviosa?

Esta competencia era importante para finalmente establecer mi nombre en la lista top de atletas con miras a los olímpicos. 

―No ―afirmé―, estoy lista ―Luca era el mejor en su categoría, yo lo era en la mía―. ¿Y tú?

―Igual por aquí ―Me hizo un guiño y casi exploto, la flamita se convirtió en llamarada.

― ¿Te gusta, Luca?

No sabía a ciencia cierta qué le preguntaba, le gustaba nadar, Jane, o yo.

―No es que me guste, es que soy bueno en eso. Si, él era el bueno.

Ir a la siguiente página

Report Page