Sophie

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Capítulo 17

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17

 

En Brasil aprendí el significado de ‘renovarse o morir’. Mi plan de jugar, de internacionalizarme con un poco de carne brasileña, quedo en eso, en plan. Desde el día uno mi rutina se enfocó plenamente en entrenar. La alarma sonaba a las cinco menos diez de la mañana, daba una pasada rápida al baño, en la puerta ya estaba mi mochila con todo lo que pudiera necesitar, al salir del elevador me esperaba Solo ―alias Dwing, ya tenía a Han, solo me faltaba Solo para tener mi propio capitán rebelde―, un “buenos días”, bastante escueto por las dos partes, un camino silencioso, sin música, sin conversación, estacionaban y me acompañaban hasta las puertas del centro acuático. Mientras Han revisaba la seguridad del lugar, Solo me acompañaba a los vestidores, me preparaba para entrar al agua y cuando lo hacía, ¡era la mujer más feliz del planeta! Mi cuerpo ya estaba acostumbrado a esa rutina desde hacía años, lo único que cambió es que mi familia no estaba; No tenía revoloteando a mi hermana en el vestidor, Kurt no molestaba en cada respiro, mis padres… ¿A quién quería engañar? Por supuesto que los extrañaba… y mucho.

Entrenar consumió mi vida; Nueve sesiones para practicar a la semana, de dos a tres horas cada práctica, sesiones de pesas los lunes, miércoles y viernes, todo esto antes de que el sol saliera por completo. Después eran seis horas de ‘escuela’, otras dos horas de entrenamiento antes de cenar, y tres horas antes de dormir para hacer tareas. “¿Y lo divertido?”, me preguntó un día mi hermana.

Todavía no lo encontraba.

Me volví una experta en manejar mis tiempos. En teoría era una estudiante antes que una atleta, la realidad era que mi carrera era ser atleta. Mi evento se volvió doscientos metros libres, rompí récord tres veces en seis meses, de algo estaba sirviendo la distancia. También formé parte de los relevos en doscientos y cuatrocientos libres, las brasileñas aparte de divertidas, eran súper cooperativas. A diferencia de lo que pensé la primera vez que las vi, resulto que eran de mente muy abierta, muy como yo. Muchas veces intentaron, sin lograrlo, enseñarme a bailar samba, ¡cómo me divertí! Obviamente mi portugués se perfecciono, ahora podía decir que manejaba tres idiomas sin problema.

Disfrutaba de la comida, el compañerismo, no le di lata ni una sola vez a Conchita, y después de que Han y Solo me rescataran de una situación bastante incomoda con un chico que insistía en intercambiar cultura corporal conmigo sin que mis padres se enteraran, decidí que Han y Solo eran el capitán perfecto de mí Halcón Milenario.

La distancia me funciono a mí, no fue lo mismo con mis hermanos. Viri desapareció del palacio un par de días, casi se vuelven locos mis padres, regresó por su propio pie arrepentidísima, el mismo día que regresó, le mandaron poner un chip, era la única de los tres que lo tenía. Me dolió perderme esa ‘huida’.

Y Kurt, Kurt estaba fuera de control. Mis padres tenían esperanzas de que su actitud cambiara a mi regreso.

Se acercaban los nacionales, la puerta antes de las olimpiadas. Alrededor del mundo la gente que competía hacia justamente lo mismo que yo, si quieres mejorar tus números, la única opción era entrenar.

 Yo tenía la ventaja de la altura, tenía años de haber rebasado a la gran mayoría de mujeres que conocía, media 1,82 y pesaba 57 kilos de puro musculo, en mi cuerpo no encontrabas un solo gramo de grasa. Me volví más fuerte, más ligera, más rápida de lo que ya era.

 

― ¿Cómo se siente el cuerpo? ―preguntó Pian, mi nuevo entrenador.

Regresar a territorio americano para el campeonato nacional requería de un nuevo entrenador, de ninguna manera iba a regresar con Doc. Luca sintió la misma necesidad de abandonar al entrenador que nos dio la bienvenida al mundo profesional, pero que nos cerró la posibilidad de estar juntos. Un par de meses después de que mi exilio en Brasil se concretara, Luca renunció a los conocimientos de Doc. Según mi hermana, no le perdono que arreglara todo para que me recibieran en otro equipo. A decir verdad, yo tampoco. Siempre iba a estar agradecida con él, pero separarme de Luca ha sido lo más tormentoso que he sentido, un corazón roto no perdona.

Solo bastaron siete meses fuera de distracciones para que me convirtiera en el número seis del país, y una de las más jóvenes de sexo femenino para ser seleccionada para el equipo americano. Con mi foco en estilo libre, llegó el momento de demostrar mi valía en el campeonato nacional donde iba a disputar seis eventos. Mi plan era ganar cuatro oros individuales, y dos en equipo. Y por supuesto, romper todos mis registros en el proceso.

―Mejor que ayer ―contesté estirando los músculos.

Tenía un par de días encerrada con él en la piscina del palacio, esa misma tarde salíamos para Miami, y necesitábamos compenetrarnos. Finalmente él era el que me iba a llevar de la mano al mundial y después a los olímpicos, era esencial que tuviéramos una buena relación.

― ¿Ya se recuperó del fin de semana?

―Por supuesto ―recalqué. Mis padres organizaron una cena para celebrar mi regreso, “solo los amigos más cercanos”, insistieron cuando me resistí. Todos los Gardner se presentaron ―al parecer, el incómodo episodio que produjo mi partida no afecto la amistad―, todos, menos el realmente importante, ese ya estaba en Miami con su equipo.  Intenté enfocarme en lo que trabajé los últimos meses con tanto ahínco y me olvidé de Luca.

Ahora lo importante era la calificación y listo. ¡Roma, allá voy! Era un excitante sentimiento el saber que podía ser la primera, aunque al mismo tiempo solo quería nadar lo más rápido que pudiera. Y si eso no era suficiente, con el hecho de que fuera suficiente para mí, con eso bastaba, eso era lo que verdaderamente importaba.

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