Sophie

Sophie


Capítulo 30

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30

 

Bruno

Había estado en el loft de Sophie muchas veces, pero esta vez era diferente, la energía se sentía diferente. Cuando empezó a balbucear, descubrí el por qué.

―Mi abuelo… ¿Te acuerdas de mi abuelo?

―Un poco.

Tomé su mano y la noté húmeda. La detuve con la misma mano e hice la pregunta muda, ¿qué le pasaba? Bajó la mirada por un segundo, un solo segundo que me supo a gloria. Sophie Northman―Carter Jones estaba nerviosa, ¡yo la ponía nerviosa! Eso contó como el logro del día.

―Te voy a preparar un té ―susurró con la vista directa en mis labios. El logro del día se iba a convertir en la vergüenza del día, si no dejaba de verme así, iba a lechar mis pantalones. Me tenía muy duro.

― ¿Té? ―Sonrió y los hoyuelos aparecieron, cada vez que los veía me entraban unas ganas locas de hundir la lengua en ellos―. Mi abuelo decía que solo los caballeros toman té. Y yo tengo la mezcla perfecta.

No lo dudé por un segundo. Hizo un guiño y siguió por el lujoso corredor hasta llegar a las puertas de cristal. Recargó la mano derecha en el panel que se encontraba al lado de las puertas para que después de un escaneo rápido y un ‘bip’, las puertas se abrieran automáticamente para su majestad. Sophie era una princesa y su familia la trataba como tal.

― ¿Tienes algún tipo de preferencia?

Se movía con una elegancia innata, sus piernas largas y bien torneadas no tropezaban, de hecho, creo que nunca la había visto caer. Se quitó los zapatos en un movimiento y acarició la alfombra con sus cuidados pies. Quise convertirme en hebra para recorrer la piel entre sus dedos, está mujer me tenía a punto de turrón, lo más grave, es que seguramente solo deseaba hablar sobre mi hermano.

― ¿Preferencias? Si, si tengo ciertas preferencias ―balbuceé. No había duda, un extraño suceso estaba ocurriendo, yo no balbuceaba. Aunque era imposible no hacerlo si la imaginaba haciendo alguna de mis preferencias. Hizo una mueca como si pudiera leer mis pensamientos. Después de negar un poquito se dirigió a la cocina, si de por si me tenía embobado, tener un panorama completo de la parte trasera de su cuerpo me anuló por completo. Tenía un trasero firme y acorazonado, esponjoso, y seguramente muy sabroso. ¡Uf, e iniciaba la obsesión! Ya me veía soñando con su trasero por los próximos días.

Dejé de ver mi próxima droga para concentrarme en la vista, siempre era imponente ver la ciudad desde las alturas, sobre todo si podías disfrutar de un primer plano del Empire State. Alguna vez visite el penthouse de sus padres en Chicago, también tenía una gran vista, pero Nueva York era Nueva York, pocas ciudades en el mundo se le asemejan a la gran manzana. Siguiendo el ejemplo de sus padres, no había una sola persiana que diera intimidad al loft, eso era algo que me gustaba de su familia, no se escondían. Que poco había que esconder en un piso cincuenta y siete, si querías espiarla, tenías que usar la última tecnología en lentes y una demanda de parte del Grupo Carter. En eso si era muy cuidadosa su familia, en la seguridad.

Llegué a la cocina guiado por su acorazonado trasero, para que negarlo, yo era un hombre de traseros.

― ¿Está ocupado? ―pregunté con la voz que nunca fallaba; Grave, lasciva, las chicas no tenían defensas para esa voz.

―No seas tonto ―contestó sin siquiera voltear a verme. ¡Joder con esta mujer! ¿Cómo se supone que la iba a conquistar si no caía en los trucos que tan bien había practicado hasta la perfección?

Me senté en uno de los bancos y recargué los codos en la encimera mientras la veía trabajar con mi té. Un té, ¡qué ocurrencias! Yo necesitaba algo más fuerte para lidiar con ella.

Guardé silencio admirando las delicadas manos, su piel era aterciopelada, fui subiendo la mirada hasta el cuello fino y elegante. Incluso su rostro se veía frágil, una trampa de la naturaleza, Sophie no tenía una sola célula frágil en su sistema, al contrario, pocas eran las mujeres que conocía que fueran tan competitivas e inquebrantables como ella. Levantó la mirada y me encontré con sus maravillosos ojos azules, oscuros aun cuando eran de un azul muy claro. Me mojé los labios y fui testigo de cómo se dilataban sus pupilas. Vaya, ¡finalmente!

―Por qué… ―Tuvo que aclararse la garganta, y mi temperatura subió varios grados―. ¿Por qué estás tan callado?

―Te estoy admirando. Eres una belleza.

Aun cuando sus ojos no se movieron, tuve la sensación de que no me estaba dejando entrar, tenía que usar otro método si quería una probadita de Sophie.

Al fin, ya tenía el buen visto de mi hermano.

<< “Voy a salir con Sophie”. “Buena suerte”, fue su respuesta. Yo pensé que iba a poner más trabas, pero al parecer su relación era más abierta de lo que yo creía>>. Me engañé por millonésima vez. ¡Por supuesto que no era abierta! Ni siquiera sabía cómo etiquetarla, solo sabía que ninguno de los dejaba entrar a nadie más a su corazón, y que Luca creyó que estaba bromeando. Pues no, no estaba bromeando, no es que se lo fuera a aclarar, pero tenía años, y años obsesionado con esta mujer. Algo en la manera en cómo se movía, su sonrisa, los hoyuelos. Nunca lo iba a aceptar, pero estaba en Nueva York por ella, cuando supe que venía a estudiar acá, deserté la idea de ir a Boston, donde verdaderamente esta mi trabajo. No es que la fuera acosar, solo que había algo… algo que no me dejaba alejarme de ella. Me tenía encadenado a ella, y ni siquiera lo sabía. Esta era mi oportunidad de romper la cadena. Ahora era mi tiempo de acabar con la obsesión.

 Suspiré al ver que sus pupilas seguían dilatadas, su respiración se aceleró, su piel se tornó rosada, sin hablar, su cuerpo se estaba comunicando conmigo. Ella se resistía a dejarme entrar, pero su cuerpo me quería, me deseaba, lo podía sentir.

―Oh ―Su cabeza estaba en cortocircuito, ella no era de monosílabos. Acerqué mi mano para tocarla, pero la muy cobarde bajo la mirada y siguió trabajando con la tetera. Pasaron varios minutos en la que solo se escuchó la porcelana, el abrir y cerrar de cajones, siguió distrayéndose hasta que la tetera chilló pidiendo clemencia. Cuando finalmente tuve el té enfrente de mí, estaba igual que la tetera, pidiendo clemencia para que acabara con esta tortura, ¿qué quería de mí?

―Pruébalo, te va a gustar ―ordenó mirándome a los ojos. La complací tomando un pequeño trago del té, era cierto, sabía bien, sin embargo, lo que yo realmente quería beber lo tenía ella entre las piernas.

― ¿Por qué estoy aquí, Sophie? ―Ignoró mi pregunta, levantó la mano y tocó mi manzana de Adam. Su tacto quemaba.

―Las manzanas son para morder... ―susurró de la manera más sensual que alguna vez haya presenciado. ¡Demonios! Me levanté, rodeé la encimera, estaba a punto de tomarla cuando salió del trance y huyó―: Tengo que ir al tocador… regresando hablamos.

 

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