Sophie

Sophie


Capítulo 47

Página 44 de 61

 

47

 

‘Luca Gardner finalmente se compromete con Jane Convoy’, fue el encabezado. El mundo paró, por un momento sentí que mis entrañas eran separadas de mi cuerpo, empuñada con un dolor que casi me tiro. Podía ver a Jane burlándose, disfrutando de su victoria mientras leía la nota completa.

“A pesar de que son pareja desde la niñez, hasta ahora es que decidieron pasar por el altar para reforzar su unión.

Sí, Jane Convoy y Luca Gardner se comprometieron, el representante de la Atleta se ha encargado de confirmar la noticia. Además, Convoy no aguantó las ansias de comunicar la primicia en su cuenta personal de Twitter. ‘Son el uno para el otro’ dijo el hermano menor de Gardner. Lee la exclusiva historia en nuestra próxima edición.”

Si no fuera por el hecho de que la abuela estaba parada junto a mí, hubiera caído de rodillas a llorar. Con un profundo respiro cerré el periódico. No recuerdo haber terminado el desayuno, operé en automático hasta que llegué a mi baño, cerré la puerta y encarcelada en un mundo de mierda me dejé caer bajo la regadera. Con silenciosos gritos absorbí el indescriptible dolor de mi pecho. Cada gota que caía en mi cuerpo era un cuchillo apuñaleando fuerte, profundo. Yo sabía lo que era el dolor, pero esta angustia era un nuevo nivel. Nunca había experimentado nada que se asemejara a este cruel, crudo, brutal tormento, fragmentaba mi espíritu, mi cuerpo. Esta vez era más profundo, sombrío, no dejaba esperanzas, ilusiones por que pelear.

Luca se comprometió. Bruno lo felicitó. La evidencia era irrefutable, claro como el blanco y el negro, yo ya no importaba, yo ya no existía para ellos.

Ni siquiera noté su presencia; Sus brazos envolviendo mi cuerpo, el murmullo de sus palabras bajo la fuerte tormenta de la regadera. No entendía lo que decía y no me importaba, consumida por el vacío mi cuerpo fue levantado del piso. No tenía energía o la habilidad para discutir, a duras penas podía respirar bajo los intensos hipidos de mi llanto. Me llevó junto a la cama, me desnudó, me envolvió en una toalla, y yo seguía sin poderme controlar. La bruma en mis ojos no permitía que viera su expresión, solo podía sentir el confort que intentaba darme.

Él también estaba mojado, su largo cabello rubio provocaba que el escalofrío en mi desnuda piel aumentara, el frio era tan intenso que ni los rayos de cien soles iban a detener los temblores. Después de desnudarme lo hizo él, acercó su cuerpo al mío y nos metió a la cama. Yo seguía llorando, no podía parar. Con una mano acariciando mi espalda esperó a que pasaran olas y olas de silenciosas lágrimas.

―Shsss, no pasa nada, shsss, todo va a estar bien ―repitió una y otra vez hasta que logré contenerme. Mis ojos se cerraron mientras sentía sus brazos acercándome a su pecho.

―No puedo, Yaco, no soporto sentir esto.

―Estás actuando como víctima, Sophie ―Las duras palabras terminaron con los hipidos que quedaban―. ¿Dónde está mi Sophie? ―No era con él, pero emergió en mi un incontrolable enojo. Le di un puñetazo, dos, tres―. No solo pegues por pegar. Canaliza la rabia ―ordenó acrecentando el enojo y la furia―. Toma todo el dolor, todo el resentimiento y llévalo a tu cabeza, mándalo a tu mano, a tu puño, sostenlo ahí. Siente la mezcla, has que crezca como un puñetero tsunami de odio. ¿Lo sientes? ―Asentí tomando pequeños respiros e imaginando la línea de dolor que flotaba de mi corazón al puño, envuelto con veneno, presión, alivio.

―Ahora… ―dijo bajando su cuerpo hasta que su cara quedo al mismo nivel que la mía― déjalo ir.

El puñetazo fue directo a su quijada, la intensidad de emociones manifestadas en un solo y vicioso golpe.

Un destello de incredulidad cruzó por su cara antes de levantar la mano y llevarla a donde empezaba a hincharse la piel.

― ¡Ahí está mi prima! ―Empezó a reír dejándome más aturdida, poco después yo sonreía también.

― ¿Dolió? ―pregunté mientras él reía más fuerte.

―Me diste un puto puñetazo, Sophie. Si, si duele ―bufó antes de regresarme a su pecho―. El cuerpo humano es increíble, Sophie, incluso cuando te sientes tan mierda, que sientes el dolor en cada una de las partes rotas, puedes encontrar la fuerza para levantarte y dar un puñetero golpe.

Me acerqué todavía más a él, no podía negar que me sentía un poco mejor.

―No voy a volver a amar, Yaco. Pelear tal vez, amar, sentir placer… nunca más.

El dolor me partía.

―Déjame mostrarte ―murmuró antes de empujar mi cuerpo desnudo sobre la suave sabana.

― ¿Qué haces? ―No pude dejar de ver la rigidez de su abdomen y la sólida erección, era imposible de ignorar.

―Te voy a enseñar un poco sobre placer, Sophie Northman―Carter Jones.

― ¿Me vas a coger? ―jadeé viendo como movía su estupendo cuerpo para sentarse a mi lado. Mi respiración cesó cuando con un solo dedo formó un camino del cuello al estómago.

―No. Dices que no vas a volver a sentir, te voy a enseñar que todo está en tu cabeza, que tu cuerpo si puede sentir.

Si podía sentir, las lágrimas que corrieron nuevamente eran el ejemplo de que el dolor ahí estaba.

―Se comprometió, Yaco.

Las palabras se ahogaron en mi pecho mientras el dolor volvía a tomar el control.

―Lo sé ―susurró con ternura―. Cierra los ojos, vacía tu cabeza, solo se consiente de lo que tu cuerpo siente.

Mis parpados se cerraron, su voz era tan calmada, tan hipnótica. Volví a abrir los parpados cuando recordé―: Yaco, no me puedes coger, somos primos.

―Shsss, estás sufriendo por un par de hermanos, dejemos el vínculo de sangre a un lado, ¿te parece?

Su argumento era bueno.

Cerré los ojos cuando sus labios presionaron contra mi piel a la altura baja de mi oído, me besó repetidamente recorriendo todo el cuello.

― ¿Cómo se siente? ―No quería ser infame, sabía que lo hacía con buena intención, pero la imagen de Luca y Bruno no salía de mi cabeza―. Apaga la cabeza, Sophie. Olvídate de los besos, de la piel compartida, del vínculo de sangre. Solo visualiza tu cuerpo aquí y ahora. Nada más importa ―volvió a mi cuello, a mis hombros, rodeó la curva de mi pecho―. Relájate, deja que la tensión fluya y se aleje.

Su voz era suave cobijándome en un capullo de cariño. Regresó a mi cuello, se enfocó en donde temblaba y atacó con todo.

Un gemido se escapó de mi boca con el cosquilleo que inició dentro de mí, iba prendiendo las células, lo sentía avanzando por mis dedos.

Su atención paso a mi pecho, despacio, con besos suaves. Mis pezones se endurecieron con el contacto de sus manos sobre mis senos, acariciaba la piel evitando deliberadamente las sensibles cimas. Rozaba por abajo, por arriba, por todos lados menos en los dolorosos picos que demandaban su atención. Jadeé fuerte cuando una de sus palmas rozó ‘accidentalmente’ la cima derecha.

― ¿Quieres que toque tus pezones? ―Él sabía lo que necesitaba, con un gemido bajo le pedí que lo hiciera. Capturó la cima entre sus dedos y con un rudo apretón creo un rayo de pura energía sexual a través de mi cuerpo―. ¿Dime qué se siente? ―gruñó pinchando más fuerte.

―Lo siento entre mis piernas, Yaco. Es como un rayo caliente ―susurré. Con dedos firmes torturó cada una de las cimas antes de que su húmeda boca las succionase―. ¡Oh, dioses! ―gemí mientras se sentaba encima de mí. Con perfectos besos bajó hasta al abdomen. La imagen de Bruno cruzó por mi mente y otra ola de lágrimas corrió por mis ojos, mi embrollada mente temblaba con el caos de sensaciones que flotaban por mi cuerpo.

―No pienses, solo siente ―dijo mientras sus manos limpiaban las lágrimas y recorrían el contorno de mi cuerpo.

Se creó una batalla entre mente y cuerpo, y por el momento la tentación de la carne ganó. Necesitaba un respiro, un alivio para mi corazón.

― ¿Qué sientes? ―Me quería distraer, que me perdiera en la sensación que creaba bajo sus dedos y me olvidara del corazón roto.

―Necesito esto, mi cuerpo necesita esto ―acepté en el momento que apretó un pezón y succionaba el otro―. Me calienta… puedo sentirlo entre mis piernas… quiero que me toques ahí.

Un asalto de humedad calentó mi coño, su lengua y dientes mordisquearon mis pezones antes de bajar y estremecer el estómago. Jadeaba debajo de él abriendo las piernas, el dolor entre ellas era profundo, demandaba la atención de sus labios, de su lengua.

Con besos muy húmedos recorrió la parte interna de mis piernas y la necesidad crecía.

― ¿Quieres que te bese ahí? ―Fue una mezcla de jadeo y grito el que lo obligo a hacer delicados círculos con su lengua en mi piel, cerca, cada vez más cerca de mi centro. Mi cadera se levantó, mis dedos encontraron su rubio cabello y con pequeños jalones lo insté a ir donde lo necesitaba―. No seas desesperada ―rio antes de recargarse en un codo y rozar con sus labios mi empapada mejilla. Lamia las lágrimas al mismo tiempo que sus dedos rozaban cada rincón de mi cuerpo. La necesidad crecía, se hacía fuerte, prendía células hasta que el cuerpo entero se intoxico de deseo.

―Por favor.

No podía creer que rogara, pero estaba desesperada por terminar. Deseché la memoria de Bruno y Luca, y me centré en sus palabras.

―Tu coño esta hinchado, mojado, está listo para mí.

Abrí los ojos para encontrarme con una mirada llena de deseo, su verga quemaba como el acero caliente entre mis piernas que se abrieron todavía más. Me retorcí al toque de sus dedos recorriendo, saturando la humedad antes de llevarlos al centro hinchado.

―Joder ―gemí abandonada en la sensación.

―Describe lo que sientes ―cerré los ojos, y sentí.

―Se siente increíble… como si toda la energía estuviera centrada ahí… no quiero que pares. ―Bajó su boca y la llenó de un adolorido pezón mientras sus dedos acrecentaban la presión.

― ¡Yaco!

―Eres una chica muy buena, sigue ―demandó, el firme tono de su voz era un contraste con la suavidad de su lengua.

―Está creciendo… es más intenso… concentrado ―Sus dedos aumentaron el movimiento en mi adolorido centro creando espirales y espirales de alegría―. Yaco… ¡Oh, dioses!

―Te voy a coger ― gruñó al mismo tiempo que entraba en mi con un profundo y agresivo movimiento. El poder de su cuerpo fue lo que necesitaba para partirme en pedazos. Un explosivo orgasmo fragmento mi cuerpo dejando una especie de energía cosquilleando por toda mi piel.

― ¡Puta madre de mi madre! ―jadeó mientras entraba y salía de mi pulsante coño―. No aprietas, succionas ―discutió con poderoso deseo.

Levanté mi cadera al mismo tiempo que empujaba más profundo, encontró el punto mágico y regresé a la tierra. La presión era diferente, más sensitiva. Mordisqueó mi pezón con desesperación, puñaleaba mi coño con movimientos fuertes. Bombardeaba todos mis sentidos, cada poro, cada neurona. Levantó mi pierna la recargó en su hombro y volvió a entrar con un profundo movimiento. Grité aceptando cada uno de sus empujes, cada vez que entraba tocaba el punto mágico enviando olas, espasmos por todo mi cuerpo.

― ¡Puta chiquilla de mierda! ―gritó cuando apreté mis paredes, dio una última puñalada llegando hasta el fondo de mi ser y disparó su caliente fluido dentro de mí. La pulsación de su verga hizo que volviera a caer desintegrándome en olas de puro estasis.

Jadeando, tratando de reestablecer el aliento, alardeó―: ¿Ves como si puedes sentir?

Sí, sí podía sentir.

Ese mismo día regresé a Chicago.

Ir a la siguiente página

Report Page