Sophie

Sophie


Capítulo 54

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54

 

Luca

Toda la noche la pude escuchar; El movimiento de las sabanas, el de su frustración por no poder coincidir con Morfeo. Pasé la noche imaginando entrar en su habitación, en su cama, en su cuerpo.

Mala noche y mala mañana, entró a la estancia luciendo como una súper modelo con toda tranquilidad después de martirizarnos con azotes en forma de gemidos, con deseo frustrado, escucharla satisfacerse mientras nosotros anhelábamos estar con ella, fue casi demasiado. Estaba desesperado por tenerla en mis manos, por apretarla, por morderla, por dañarla.

―A Luca se le ocurrió la fantástica idea de ir a explorar los alrededores, ya está listo para salir.

―No, Bruno, acabamos de despertar. A estas horas del día no se camina, se nada. ¿Ya no nada? ―Le preguntó a Bruno un poco enojada. Por supuesto que seguía nadando, pero ya no como obligación.

―Yo no sé, Méri, arréglate con él.

Esperé que salieran, era una ventaja y desventaja esto de las paredes de papel, era una ventaja porque podía escucharla todo el tiempo, desventaja, si se ponían a hacer algo más aparte de platicar, solo con escuchar no me iba a conformar.

La energía sexual se respiraba en la cabaña. Por eso mandé a mi hermano a avisarle, si me volvía a ver con la misma añoranza que yo sentía, no me iba a controlar.

―Bruno, vete, necesito cambiarme.

Escuché los pasos de mi hermano caminando hacia la puerta, antes de cerrarla, jugueteó.

― Estás consiente que no hay nada que no haya visto antes, ¿verdad, Méri?

Mi Princesa le aventó una almohada antes de que pudiera terminar.

La neurociencia dice que el amor activa las mismas partes del cerebro que ‘producen’ los hábitos o que forman las adicciones. Nos hace sentir como si pudiéramos hacer todo, ser lo que quisiéramos, incluso, ganar lo que quisiéramos. Una vez que lo probamos, como cualquier droga, queremos más.

A mí me funciono, probé a Sophie y esa adicción me hizo un campeón. Fue imposible fallar porque no lo hacía por mí, lo hacía por ella.

A Bruno le sucedió lo mismo, la siguió durante años en silencio, pero ya que la tuvo, no se pudo deshacer de ella. Bruno dejó la vida insoluta que llevaba, se centró en ayudar, en luchar por causas perdidas, y lo hacía con mucho éxito.

La adicción llamada Princesa Méri, era mortal para nosotros.

―Es sábado ―expliqué antes de que me matara con la mirada al subir al carro. Kurt estuvo de acuerdo en dejarnos solos dentro de la propiedad, pero si salíamos había que llevar escolta. No me negué por el inconveniente con su papá, que oportuno del señor aparecer cuando los hijos están a punto de formar parte de la directiva del Grupo Carter, eso hablaba muy bien de sus intenciones.

Sophie se arrulló con el camino, recargó su cabeza en mi hombro y se quedó dormida. Sophie nunca durmió conmigo, ese simple gesto me recordó el anhelo tan fuerte que sentía por despertar junto a ella sin que su hermano nos pateara o que alguno de sus novios durmiera al otro lado.

La suerte corría con nosotros, era sábado, el día de la semana que se podía disfrutar plenamente nuestro destino, sabía que le iba a gustar.

Llegamos a media mañana a Plaza del Carmen, con emoción contenida la vi sonreír, vi cómo se formaban los hoyuelos y le brillaban los ojos con los danzantes, la música, los payasos, los globeros. Ambos rompimos la dieta comiendo toda clase de antojitos como desayuno―almuerzo. Pasamos la tarde comiendo algodones de azúcar, dulces de coco y cajeta, elotes con crema y queso.

―Solo me falta un té. ―Deseó cuando nos sentamos en una de las bancas de la plaza para ver jugar a los niños, y añorar una vida ‘normal’.

―Ahora vengo ―anunció Bruno levantándose seguido por uno de los hombres de seguridad.

El beso de Sophie fue sorpresivo, pero rápidamente me recompuse. La tomé por el cabello y la atraje hacía mi boca, no se me fuera a escapar, sus labios interactuaban con los míos, devorándonos mutuamente. El tiempo se detuvo o se hizo infinito, porque solo fui consciente de sus labios, de su lengua, de sus manos sujetadas en mi cuello.

―Niños, hay menores de edad presentes ―nos cortó Bruno, era cierto, un par de señoras nos veían con el entrecejo muy marcado.

Bruno se sentó al otro lado de ella y le entregó un vaso con lo que suponía era té, y un churro relleno de cajeta.

―Mmm, esta delicioso. ―Se limpió un dedo antes de agradecerle a Bruno con un beso igual o más entusiasta que el que me acababa de dar a mí. ¡Ahí! ¡Enfrente de la gente!

―Mmm, deliciosa ―susurró Bruno con una gran sonrisa.

Sophie ni siquiera volteó a ver a la gente, una pareja nos sacó una foto, otra cuchicheaba, Sophie simplemente acabó su té, subió las piernas a mi regazo, recargó su cabeza en el hombro de Bruno, y dejó que pasara el tiempo ―y la conmoción que provocó besándonos―. Ahí nos quedamos, yo sin palabras, Bruno acariciando su cabello, y ella viendo circular a la gente. Como cualquier ‘pareja’.

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