Sola

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Capítulo 28

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—Llevo dos días sin dormir —dijo él—. Estoy tenso, nervioso, y se me está pasando por la cabeza tomar una copa. Ya sé que es tarde, ¿pero le importa que vaya?

—Me parece que será lo mejor —respondió ella.

Llegó quince minutos después. Ella lo recibió en la puerta.

La doctora Elizabeth Lane había estado con Bobby veinticuatro horas antes, pero al verle en esos momentos se quedó impresionada y consternada al mismo tiempo. Tenía el rostro demacrado y los ojos hundidos y, mientras que la vez anterior se sentó en su consulta con una quietud antinatural, ahora paseaba sin descanso derrochando energía y sobrexcitación. Era un hombre haciendo equilibrios en la cuerda floja; un solo paso en falso y se precipitaría al vacío. Pensó seriamente en recetarle medicación.

—¿Le apetece un vaso de agua? —Eso fue, sin embargo, lo único que de momento le preguntó.

—¿Conoce ese antiguo dicho —replicó Bobby, acelerado— que afirma que ser un paranoico no significa que los demás no vayan a por ti de todas formas?

—Sí.

—Bien, pues yo nunca me consideré un paranoico, sin embargo ahora pienso que ellos vienen a por mí. —Bobby no quería sentarse.

En lugar de reaccionar contra aquel estado de agitación, ella ocupó su lugar tras el escritorio, se sentó en su sillón y entrelazó las manos como si no tuviera nada que ver en esa historia.

—¿Quiénes son «ellos», Bobby? —preguntó sin alterarse.

—¿Quién no lo es? El juez, el ayudante del fiscal del distrito, la Policía de Boston, la viuda… Joder, últimamente todos quieren arrancarme algún un pedazo.

—¿Le preocupa la investigación del disparo?

—¿La investigación del disparo? —Bobby se detuvo, parpadeó varias veces en un gesto de perplejidad y luego agitó la mano con ademán impaciente—. ¡Que la jodan! Nadie va a esperar tanto tiempo como para que me preocupen los resultados. No, van a por mí mañana mismo.

Ella siguió sin inmutarse.

—¿Qué va a ocurrir mañana, Bobby?

Pero él se percató del sutil cambio en su tono de voz. Dejó de pasear, se plantó delante de ella y apoyó las manos en la mesa. La miró directamente a los ojos y ella se sintió un poco desconcertada al descubrir que, en el estado en que estaba Bobby, la asustaba.

—No soy ningún idiota —dijo él, recalcando las palabras—. No estoy volviéndome loco. No, rectifico, sí estoy volviéndome loco. Por eso precisamente estoy aquí. Pero, maldita sea, ¡tengo una buena razón!

—¿Le gustaría empezar por el principio?

Bobby se apartó bruscamente de la mesa.

—¿Por el principio? ¿Qué principio? Ya ni siquiera sé cuándo cojones fue eso. ¿El principio fue el jueves por la noche, cuando disparé a Jimmy Gagnon? ¿O fue hace nueve meses, cuando me tropecé por casualidad con Jimmy y Catherine en un cóctel? A lo mejor fue el martes, cuando Jimmy presentó la demanda de divorcio, o quizá hace veintitantos años, cuando Catherine fue secuestrada por un pedófilo. ¿Cómo diablos voy a saberlo?

—Bobby, me gustaría ayudarlo…

—¿Pero parezco un jodido psicópata?

—Yo no emplearía esos términos…

—Pues Gagnon, sí. Y también Copley. Dios, solo es cuestión de tiempo…

Él se pasó una mano por el pelo y miró con desesperación alrededor de todo el despacho. Parecía un animal que calculara el tamaño de su jaula. En el último instante, justo cuando ella empezaba a temerse lo peor —que estallara y se hiciera daño, o que cometiera alguna temeridad y le hiciera daño a ella—, de repente tomó aire profundamente y lo exhaló muy despacio.

Sin pronunciar palabra, ella se puso en pie y fue a buscar un vaso de agua. Cuando regresó, Bobby lo aceptó agradecido y se lo bebió con ansia. Volvió a llenárselo y él lo apuró de nuevo.

—La vida se ha vuelto complicada —dijo él con suavidad. La tensión había desaparecido de su voz, ahora sonaba casi inexpresiva, monótona.

—Cuénteme.

—El padre de Jimmy me ha demandado por asesinato, pero está dispuesto a retirar los cargos si miento acerca de lo que vi el jueves por la noche e implico a su nuera. El ayudante del fiscal del distrito no cree necesitarme para implicar a Catherine, está seguro de que ella tuvo algo que ver en lo ocurrido, simplemente está intentando decidir si yo también estoy involucrado. Y hasta ahora contaba con el apoyo de mis compañeros policías, pero lo he jodido todo por verme con Catherine, por lo que ellos tampoco confían en mí. Ah, y también tenía una novia que me quería, pero esta tarde la he espantado para siempre. Me dije a mí mismo que estaba haciendo lo que tenía que hacer pero, si he de ser sincero, le confieso que en ningún momento dejé de pensar en la viuda del muerto.

—¿Se ha enamorado de la viuda de Jimmy Gagnon?

—Enamorarse significa sentir ternura por alguien, y yo no siento ninguna ternura por ella.

—¿Se siente culpable, entonces?

Bobby negó inmediatamente con la cabeza.

—No. Catherine no es precisamente una mujer afligida por la pérdida de su esposo.

—¿Lujuria? —tanteó ella en voz baja.

—Vale.

—¿Piensa que ella le necesita, Bobby?

Esta vez tardó un poco en contestar, estudiando la respuesta.

—Tal vez. Creo que ella quiere que yo piense que me necesita, pero no acabo de distinguir cuándo es puro teatro y cuándo es verdad.

—Explíquese.

—Catherine es una jugadora; mentirosa, manipuladora, tramposa… Según su suegro, se casó con Jimmy por su dinero. Según Copley, el ayudante del fiscal, está maltratando a su hijo para llamar la atención. Según ella misma, la víctima es ella. Y según yo… A veces creo que todos tienen razón, es una mujer egocéntrica, peligrosa e imprevisible, pero también es… también es una mujer triste.

—Bobby, ¿le parece inteligente estar en contacto con Catherine precisamente ahora?

—No.

—Y sin embargo se ve con ella. ¿Por qué?

—Porque ella me llama.

Le dirigió una elocuente mirada y él tuvo el detalle de ruborizarse. Por fin, él acercó un poco más la butaca a la mesa y se sentó, permaneciendo largo rato en silencio. Y ella, que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración, dejó escapar el aliento que mantenía encerrado.

—No es lo que usted cree —dijo Bobby.

—¿Y qué es lo que yo creo, Bobby?

—Que se trató de un disparo común y corriente —repuso—. Como si semejante cosa existiera —añadió en tono irónico—. Mire… yo no me he puesto en contacto con Catherine, no he ido a verla buscando respuestas. Ella ha acudido a mí. Pero es que… —Frunció el ceño—. Aquí está ocurriendo algo. Anoche asesinaron al médico que se ocupaba de su hijo. Y hoy, ella me llama para que vaya a su casa y me encuentro a la niñera ahorcada en el dormitorio principal. La cosa no acabó con Jimmy, doctora. Lo de Jimmy fue solamente el principio.

—No estoy segura de entenderlo.

—Pues ya somos dos. Todas las personas que rodeaban a esa mujer están muriendo. Y ahora también mi vida se precipita por el sumidero. O Catherine Gagnon tiene la peor suerte del mundo, o necesita más ayuda que ninguna otra mujer que yo conozca.

—¿Y por eso la está ayudando? ¿Por qué, Bobby?

Él frunció el ceño, al parecer no entendía la pregunta.

—Porque necesita que la ayuden. Porque eso es lo que hace la gente.

—Bobby, cada vez que tiene contacto con esa mujer, pone en peligro su carrera. Cada vez que tiene contacto con esa mujer, hace que le resulte más difícil poner distancia entre el disparo y usted. Incluso está poniendo en peligro su propia salud mental.

—Puede ser.

—Pero cada vez que ella lo llama, usted acude. ¿Por qué atiende sus llamadas, Bobby?

Él continuaba con el ceño fruncido.

—Porque soy policía.

—Porque es policía… Lo que significa que conoce a otros muchos profesionales, a los que podría derivarla o a los que podría pedir que la ayudasen. No tiene por qué ser usted quien le preste la ayuda. ¿No es cierto?

Obviamente él no puso ningún interés en esa propuesta.

—Supongo.

—¿De verdad está convencido de que Catherine Gagnon tiene problemas, Bobby?

—Sí.

—¿Seguro? Ha dicho que es una mentirosa.

—Mire, Catherine Gagnon necesita ayuda y yo estoy intentando proporcionársela. No veo qué hay de malo en ello. —Volvió a levantarse y comenzó a golpear el suelo con un pie.

—¿Cuánto hace que no duerme, Bobby?

—Desde anoche. Dormí tres horas.

—¿Y cuánto hace que no come?

—Antes he tomado un café.

—Comida, Bobby.

Su respuesta fue más hosca.

—Desde el desayuno de esta mañana temprano.

—Ha salido a correr, ¿verdad?

Esta vez Bobby no respondió.

Ella se obligó a permanecer en silencio, esperando.

—Veinticinco kilómetros —soltó por fin. Acto seguido empezó de nuevo a caminar de un lado para otro.

—Está derrumbándose, Bobby. Sé que está derrumbándose y usted también lo sabe. Tengo que volver a preguntárselo: ¿Cree que es buena idea estar viéndose con Catherine Gagnon?

—No es por ella —respondió bruscamente.

—¿No es por ella?

—No. Creo que es por mi jodida madre.

—Es un tema del que no hablamos —dijo Bobby por fin—. Cada familia tiene sus propios temas tabús, ya sabe. En la mía, el tema prohibido es mi madre.

—¿Quiénes forman su familia?

—Mi padre y mi hermano mayor, George. —Bobby estaba de pie frente a uno de los diplomas enmarcados que colgaban en la pared, con la mirada perdida sobre el cristal—. Antes mi padre bebía…

—Ya lo había mencionado.

—Y era un borracho violento.

—¿Golpeaba a su madre, a su hermano y a usted?

—Bastante.

—¿Algún miembro de la familia intentó buscar ayuda?

—Que yo sepa, no.

—De manera que su padre era un borracho maltratador y su madre lo abandonó.

—Yo no lo presencié —repuso Bobby en voz baja—. Solo escuché a mi hermano George gritar a mi padre una noche, pero supongo que… Mi padre estaba mamado hasta las cejas y debió de volverse loco. Agarró un cinturón de cuero y dio una paliza a mi madre. La… azotó como si fuera un perro. Imagino que George intentó mediar, por lo que mi padre también arremetió contra él. Lo dejó inconsciente. Cuando se despertó, mi padre por fin se había quedado dormido y mi madre estaba haciendo la maleta.

»Le dijo a George que ya no aguantaba más y que, quizá, si se marchaba mi padre no se enfureciera tanto. Tenía familiares en Florida. Entre los dos vaciaron los bolsillos a mi padre y luego ella se fue.

»Más tarde escuché a mi padre discutiendo con George sobre aquel tema. Él se enfadó tanto que lanzó a George contra la pared. Mi hermano se levantó como pudo, se plantó delante de él y le dijo: “¿Qué cojones vas a hacer ahora, papá? Ya he perdido a mi madre…”. —Bobby fue apagando el tono de voz—. “Lo que haga falta”, contestó mi padre.

—¿Qué hizo su padre, Bobby?

—Persiguió a mi hermano con un cuchillo y le apuñaló en las costillas.

—Y usted lo presenció, ¿no es así, Bobby?

—Yo estaba en la puerta.

—¿Y qué hizo?

—No hice nada.

Ella afirmó con la cabeza. Por aquel entonces Bobby tenía seis o siete años. ¡Por supuesto que no hizo nada!

—George fue al hospital —prosiguió Bobby—. Mi padre juró a mi hermano que si mentía, si decía que le habían atracado, él jamás volvería a beber. De modo que mi hermano mintió, mi padre fue a rehabilitación y ninguno de nosotros volvió a mencionar a mi madre.

—¿Y eso funcionó?

—Con el tiempo, sí. Tuvo varias recaídas, algunas malas temporadas, pero mi padre se esforzó mucho para que aquello funcionara. No sé… Es posible que el abandono de mi madre lo asustase, o tal vez fue la agresión a George, pero lo cierto es que las cosas empezaron a funcionar. Papá hizo todo lo que estuvo en su mano.

—¿Alguna vez ha tenido noticias de su madre, Bobby?

—No.

—¿Está enfadado con ella?

—Sí.

—Pero era su padre quien lo golpeaba…

Bobby se giró por fin y la miró a los ojos.

—Nosotros solo éramos unos niños y él un borracho violento que no se cortaba en utilizar cinturones y cuchillos. ¿Cómo pudo mi madre dejarnos solos con él? ¿Qué maldita clase de madre deja a sus hijos solos con un hombre así?

—Bobby, ¿puede decirme ahora por qué continúa viendo a Catherine Gagnon?

Él cerró los ojos y ella percibió el escalofrío que le sacudió todo el cuerpo.

—Porque estaba abrazando a su hijo. Porque incluso cuando Jimmy la apuntaba con una pistola, no renunció a Nathan.

Ella asintió. Había leído la declaración que había hecho Bobby sobre lo sucedido en la noche del jueves. Y ahora comprendía lo que él había visto entonces. Llegó a la siguiente conclusión lógica; la que él todavía no era capaz de afrontar.

—Oh, Bobby —le dijo en tono suave—, vive usted en un mundo lleno de dolor.

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